domingo, 29 de diciembre de 2019

Antonio CORTEJOSA VALLEJO, un héroe

En Ferrol en 1928 (Archivo Giacomo Cortejosa)



La Armada republicana contó con muchos héroes durante la guerra. Héroes desconocidos que fueron perseguidos con penas de muerte en España. Antonio Cortejosa Vallejofue uno de ellos. Fue un héroe en el crucero “Libertad”, en la resistencia italiana y en la Liberación de Italia. 

En 1936, Antonio Cortejosa era cabo radiotelegrafista en el “Libertad”, compañero de confianza de Benjamín Balboa en este buque.

Cuando comenzó la sublevación el 18 de julio, el “Libertad” estaba en Ferrol y recibió la orden del Gobierno de bajar hacia el sur para impedir el paso de las tropas sublevadas a la península.

En esos momentos dramáticos en los que se tambaleaba la República, Benjamín Balboa, desde Ciudad Lineal, fue el que contactó con los cabos radiotelegrafistas de los buques de la Flota para parar la sublevación aunque hubiera que arrebatarles el mando a los oficiales facciosos. Empezó por el “Libertad”. Antonio Cortejosa, junto al cabo radio Fernando Pérez Méndez, trasmitió los mensajes de Balboa a los miembros de la dotación más concienciados, leales a la República. El papel de Antonio, fue fundamental para impedir que el “Libertad” se pusiera a las órdenes de los rebeldes. En ello se jugó la vida, junto a todos los cabos y marineros que tomaron el buque para ponerlo al servicio de la República. Fue Antonio Cortejosa (1)  el que, por fin, pudo telegrafiar a Madrid: “Jefes y oficiales fascistas detenidos. Dotación tomó mando del buque. Necesitamos petróleo. Esperamos  instrucciones. Viva la República!”.

En aquel momento Antonio tenía 24 años. Era de San Fernando y había ingresado en la Armada con 16 años como aprendiz marinero en el Buque Escuela Nautilus. Se especializó en radiotelegrafía y, siguiendo los cursos y pasando los exámenes necesarios, llegó a ser cabo radiotelegrafista. En 1937 fue promovido auxiliar alumno radiotelegrafista.

Cuando llegaron los tristes días de marzo de 1939 salió de España con la escuadra a bordo del “Ulloa”, terminando su aventura marinera en Bizerta, Túnez. Como todos, fue internado en el campo de Meheri Zebbeus. Más tarde lo desplazaron a otros campos de trabajos forzados.

En noviembre de 1942, cuando los aliados invadieron y liberaron el norte de África, oficiales ingleses y americanos recorrieron los campos en Túnez buscando gente preparada y dispuesta a seguir luchando contra el fascismo. Antonio Cortejosa fue uno de los voluntarios. 

Marchó a Argelia a entrenarse para la guerrilla y así es cómo entró en el servicio secreto aliado para seguir combatiendo a los fascistas italianos de Mussolini. Fue enviado a Italia en un avión francés Alifax y lanzado en paracaídas detrás de las líneas alemanas para mantener la conexión radiotelegráfica entre las fuerzas de la Resistencia italiana y los aliados en el Mediterráneo. Se incorporó a los Partisanos en la provincia de Treviso. 




Trabajaba bajo una identidad falsa por si era apresado: era Giacomo Razana, italiano de Cagliari, brigadista internacional en la guerra española. Colaboró en la misión “Margot-Hollis” del servicio de información estadounidense, realizando peligrosas misiones hasta la Liberación de Venecia, el 29 de abril de 1945 como miembro del Corpo Voluntari Della Libertà. 



Terminada la IIª Guerra Mundial, mientras que en España aún se le  buscaba por delito de rebelión militar (2), en Italia se le otorgaba la Cruz de Guerra al Valor Militar, como a un héroe.



Como les ocurrió a los exiliados, se reinventó la vida en Italia. Allí se casó con Virginia Isetta, compañera de la clandestinidad, tuvo dos hijos y, ya con nacionalidad italiana, se atrevió a volver a España en 1960 para abrazar, por fin, a su familia. El primer viaje fue difícil. Después de 4 días de carretera en su Fiat, a pocos kilómetros de su tierra, las manos le empezaron a temblar y tuvo que parar el coche en el arcén. No podía seguir, le podía la emoción. Tuvo que venir de San Fernando un cuñado para hacerse cargo del coche y acompañarlo en ese primer encuentro, tan deseado, tan añorado, tan ansiado. 


Notas
(1) Anotación a mano del auxiliar alumno de artillería Manuel Pedreiro Pita en la pequeña ficha que hizo sobre Antonio Cortejosa. 
(2) En la causa 557/1939, se le acusa de que “incitó a la rebelión, propalando las noticias de la radio. Obligó al personal armarse y tomó parte en detención oficiales”.

Numerosos autores citan a Antonio Cortejosa como, por ejemplo,  Manuel D. Benavides. (1976). La escuadra la mandan los cabos, México D. F.: Technotilan. 1944. Reeditado en México: Roca, p76/77; Daniel Sueiro. (1983). La flota es roja. Papel clave del radiotelegrafista Benjamín Balboa en julio de 1936. Barcelona: Argos-Vergara, (Reeditado en 2009), p. 130; José Cervera Pery. (1978). Alzamiento y revolución en la Marina, p.358; etc.

miércoles, 30 de octubre de 2019

EL EXILIO A MÉXICO DE LOS MARINOS DE LA ARMADA DE LA II REPÚBLICA ESPAÑOLA




EL EXILIO A MÉXICO DE LOS MARINOS DE LA ARMADA DE LA II REPÚBLICA ESPAÑOLA

Victoria Fernández Díaz
Universidad de Valencia

Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Història, 68 (2018), pp. 117-137
ISSN 0210-9980 DOI: 10.7203/saitabi.68.15657



Resumen: Este artículo es el resultado de un estudio sobre el grupo de marinos de la Armada de la II República que, tras marchar al exilio en 1939, reemigraron a México. El exilio a México es una emigración tradicionalmente vinculada a personalidades intelectuales. Sin embargo, la mayoría fueron exiliados de a pie y constituye un colectivo poco conocido. Los marinos de la Armada se enmarcan en este grupo y su estudio puede contribuir a una aproximación a esta parte casi olvidada del exilio republicano a México.
Palabras clave: Marinos, Armada. República. Exilio. México.




Al finalizar la guerra de España en 1939, miles de españoles iniciaron un exilio cuyas proporciones y duración constituyen sin duda "una de las grandes tragedias de la historia de España" (Vilar, 2006: 329). Tras la campaña de Cataluña, casi medio millón de personas buscaron refugio en Francia y, junto al Gobierno de la República, unos 200 marinos adscritos a la Subsecretaría de Marina o a las Flotillas de Cataluña y Valencia marcharon también al exilio. En marzo se produjo un último éxodo desde los puertos del Mediterráneo hacia el Norte de África. La Flota republicana emprendió la partida el 5 de marzo, a bordo de 11 buques y un submarino, llegando a Túnez. Además, junto a unas 12.000 personas que escaparon a bordo de toda clase de embarcaciones, un buen número de marinos llegaron a Oran a bordo de unos 12 guardacostas, dragaminas o buque cisterna.

En general, el destino de los refugiados que buscaron asilo en Francia o en el norte de África fueron los campos de concentración mientras Europa se encaminaba hacia una guerra anunciada. En este contexto tan dramático, la posibilidad de exiliarse a México se convirtió en una salida esperanzadora. Sin embargo, debido a condicionamientos económicos, ideológicos o profesionales, fue una opción muy restringida. 

Tradicionalmente, la emigración a México es un exilio vinculado a personalidades políticas, a figuras de la cultura, a intelectuales, así como a personas de profesiones liberales. A este sector de la sociedad se han dedicado la mayoría de los trabajos sobre el exilio a este país. Sin embargo, los intelectuales constituyen sólo el 28% de los exiliados en México (Pla, 2001: 182) y, en cambio, existe "una porción mayoritaria y prácticamente olvidada del exilio español en México" (Pla, 2002, 49) que son los refugiados de a pie, del común, un colectivo en el que se enmarcan los marinos de la Armada republicana. A través de su exilio podremos acercarnos a esa porción olvidada del exilio. Nos parece particularmente interesante, ya que, como recordaba Juan Martínez Leal, "fue todo un pueblo el que emigró forzosamente al acabar la guerra civil". Visto desde esta perspectiva la historia del exilio debería abarcar, como quería Gramsci “a todos los hombres, a tantos hombres como sea posible” (Martínez Leal: 1995, 125). 

Se estima que en torno a 20.000 exiliados (Lida, 2001: 207; Pla, 1999: 158 y Pla, 2001: 218) pudieron marchar a México entre 1939 y 1950. Dentro de este gran colectivo, 64 marinos, al menos, consiguieron traspasar las barreras y requisitos que tuvieron que cumplir los que lograron alcanzar México. Examinaremos los condicionamientos y las condiciones del viaje a México de estos marinos, esbozaremos el perfil del grupo y exploraremos, en la medida de lo posible, la vida que pudieron desarrollar en aquel país. 

El gobierno mexicano manifestó su apoyo a la República española desde el principio de la guerra. Lo hizo de diversas formas: vendió armas a la República, desafiando el embargo impuesto por Francia e Inglaterra que denunció ante la Sociedad de Naciones (Matesanz, 1999: 107-178 y Fagen, 1975: 26- 27); acogió a 460 niños, los llamados Niños de Morelia, en 1937 (Pla, 1985); recibió con carácter temporal a intelectuales republicanos españoles para poder proseguir su labor en un ambiente de paz, dando lugar a la creación de la Casa de España (Lida, 1988). 

En febrero de 1939, con la guerra ya perdida, el embajador de México en Francia, Narciso Bassols, se concertó con el Gobierno español para organizar el traslado de los refugiados españoles a México. Bajo el auspicio de Juan Negrín, el 2 de abril de 1939, se constituyó en Paris un organismo que se llamó Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE) cuyo principal objetivo fue la atención de los refugiados y su posible evacuación a América (Matesanz, 1999: 317-324; Velázquez, 2012; 72-82; Mateos, 2009: 65-69). Las disensiones políticas en el exilio y la apropiación por Indalecio Prieto del Vita con gran parte de los bienes de la República a bordo (Gracia, 2014), favorecieron que la Diputación Permanente de las Cortes creara, el 31 de julio 1939, la Junta de Auxilios a los Republicanos Españoles (JARE) (Herrerin, 2007). Estas dos organizaciones funcionaron en paralelo durante unos meses hasta que la ocupación nazi de Francia y los graves problemas económicos del SERE hicieron que éste dejara de funcionar en el verano de 1940. A partir de entonces, la JARE fue el único organismo que intentó facilitar la evacuación de los exiliados.

En México, con el fin de acoger a los exiliados, como delegación del SERE, se constituyó el Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos en México (CTARE) y más tarde, la Comisión Administradora de los Fondos para el Auxilio de los Republicanos Españoles (CAFARE) administrada por el gobierno de Cárdenas hasta 1945. También ayudaron, ocasionalmente, otros organismos privados como los cuáqueros. Estas fueron las ayudas con las que pudieron contar los refugiados para reemigrar a México.

Las expectativas fueron inmensas. Baste recordar que, a principio de abril de 1939, ochenta mil peticiones llegaron al SERE para marchar a México (Pla, 1999: 172). Es, sin duda, una cifra considerable.

Entre los marinos exiliados a Túnez, recluidos en el campo de concentración Meheri Zebbeus, a orillas del desierto, las esperanzas de irse a México llegaron el 6 de abril. Ese día, el suboficial de artillería Manuel Pedreiro escribe en su diario: “hoy se ha firmado una carta colectiva dirigida al Cónsul de Méjico en París pidiendo marcharnos a ese país”. El 21 de ese mes empiezan las peticiones individuales. Manuel Pedreiro precisa: “Yo rellené las hojas de los hermanos Tembrás, Souto, Abelardo y Manolo Martínez y la mía propia. Todos pedimos ir a Méjico”. Ninguno de ellos pudo marchar a México. 

Trece marinos de la Armada, exiliados en Túnez, rellenaron unos formularios dirigidos a la JARE que datan probablemente de mayo de 1939. Al final, se les preguntaba sobre los recursos de los que disponían para emprender el viaje y su sostenimiento en México y sobre familiares, amigos o relaciones que podían prestarles ayuda. Todos dejan el espacio en blanco. Muchos habían salido de España con lo puesto pero es que, además, los solicitantes vivían semi-recluidos en una granja agrícola de Kasserine o en tiendas del ejército en las laderas del monte Chambi en el extremo del Atlas. No tenían recursos ni para zapatos. Ninguno alcanzará México.

El comandante del destructor Almirante Miranda, David Gasca, exiliado en Túnez, confió su petición al almirante Luís González Ubieta para que la entregara en mano en Paris (1). Tampoco podrá irse a México. Otros dos comandantes de buques de la Armada, los oficiales del Cuerpo General, Eugenio y Álvaro Calderón Martínez, también desde Túnez, confiaron sus deseos a Mariano Ruiz-Funes, profesor, diputado y varias veces ministro, quien les recomendó a la JARE, aunque sabemos que llegarán a México en fechas mucho más tardías y por sus propios medios (2) .

Existe, por fin, un documento que es como un símbolo entre los deseos y la realidad. Se trata de un listado del SERE de Militares que desean emigrar a México sin recursos propios. Sesenta y nueve marinos piden ir a México. De todos ellos, sólo 4 conseguirán hacerlo (3). 

Las peticiones superaron las capacidades materiales de cualquier organismo sea el SERE, la JARE e incluso el propio México. Por ello hubo que hacer una selección.

LA SELECCIÓN 
En principio, como dispuso el gobierno de México, el Comité del SERE hacía una primera criba. Luego, esta primera lista era ratificaba o no por Narciso Bassols, embajador de México en Francia, quien tenía sus propios criterios y que era junto a su mano derecha, Fernando Gamboa, quien daba el visto bueno definitivo. Por fin, la legación mexicana presentaba los listados al Ministerio del Interior francés, quien permitía la salida de estas personas del territorio francés o norteafricano (Velázquez, 2012: 84-86). Éste fue a grandes rasgos el sistema de selección hasta septiembre de 1939. A partir de esa fecha, la situación de los refugiados españoles cambió con el estallido de la II Guerra Mundial y el agotamiento de los fondos del SERE. Por otra parte, México se vio algo desbordado por la llegada masiva de refugiados cuya integración no era fácil y las autoridades mexicanas quisieron favorecer las profesiones del sector primario para la integración en su sociedad (Pla, 1999: 207; Rubio, 1977: 177-179; Mateos, 2009: 217-224). Pero, paralelamente, se hizo evidente el riesgo que corrían los responsables políticos republicanos en la Francia de Vichy. Por eso, para la JARE, los pasajes debían ser cubiertos por exiliados que habían tenido responsabilidades políticas (Herrerín, 2012: 5). La divergencia de criterios de selección, la falta de buques, las presiones impuestas por las autoridades francesas y las restricciones exigidas por las fuerzas alemanas, obstaculizaron la organización de nuevos embarques. Lo cierto es que la JARE sólo pudo organizar cuatro embarques colectivos.

Hay que señalar que quien tuviera medios para pagar su pasaje y hacer frente a sus gastos de instalación en México, no tuvo que pasar ningún filtro. Fue el caso, por ejemplo, de un capitán de la Reserva Naval, Fernando Dicenta, que desembarcó del Flandre sin problema en abril de 1939 mientras otros pasajeros tuvieron que esperar a que se tramitaran sus permisos (Matesanz, 1999: 380).

Pero, en la mayoría de los casos, “aquellos vinculados por algún motivo a los organismos gubernamentales en el exilio o a las cúpulas de las organizaciones políticas y sindicales fueron los que tuvieron mayores posibilidades de salida hacia México” (Pla, 1999: 174). Es evidente que cuando dos subsecretarios de Marina y un jefe de Estado Mayor dan como avalista a Indalecio Prieto, con dirección completa en México (4), es porque están muy cerca de los organismos gubernamentales en el exilio. De la misma manera, sabemos, por su correspondencia, que el ex-comisario político de la Armada Nicolás Furió debía su inclusión en las listas de pasajeros del Nyassa a su cercanía política con su también paisano Carlos Esplá Rizo, secretario de la JARE y personaje clave en los mecanismos de los embarques desde México (5).

Había cuotas de emigración por partidos políticos, incluidos los no afiliados, y es evidente que cuando declaran ser comunistas o socialistas en las listas de embarque es porque esas organizaciones políticas eran su aval y que si cinco marinos declaran no pertenecer a ningún partido en el Ipanema era porque entraban en esa cuota de no afiliados (6). Por otra parte, sabemos que una de las maneras de figurar en las listas de embarque era ser “reclamado” por un familiar y, sobre todo, que ese familiar pagase el viaje. En el caso de la re-emigración a México, las redes sociales prexistentes tradicionalmente en la emigración gallega favorecieron sin duda esta vía entre los marinos gallegos. Es el caso de dos auxiliares alumnos de artillería, Carlos Fernández Alonso y José Mosquera Lorenzo, internados en el campo de castigo de Gabès en Túnez y el campo de concentración de Boghari en Argelia. Los dos, reclamados por familiares desde América, pudieron librarse de trabajos forzados en el desierto (7).

La pertenencia a la masonería es otro factor que, pensamos, pudo influir en esta selección previa para figurar en las listas de embarque. Dentro de la Armada, la Masonería tuvo un importante número de afiliados. En 1929, el teniente de navío y más tarde diputado por Izquierda Republicana, Ángel Rizo, creó las “logias flotantes” de la Armada (Ayala, 1989). Propagó la masonería sobre todo entre auxiliares, maquinistas, radiotelegrafistas, fogoneros o buzos. Tuvieron una actitud activa a favor de la República en el momento del intento de golpe del 1936 en los buques como indica el hecho de que, por ejemplo, entre los 54 miembros de la logia Atlántida nº 5 de Cartagena (Ayala, 1989: 303-304) hubo 8 ejecutados y 15 exiliados (8) . En el grupo de México encontramos a ocho masones entre los cuales hubo figuras de primer orden como el fundador, Ángel Rizo, y otros correligionarios que fueron fundamentales en la propagación de la masonería en la Armada como el segundo maquinista Francisco Naves Ruiz o el teniente de artillería Francisco Ávila Zapata. Tenemos otro ejemplo de la importancia de la masonería en una nota de recomendados que el comisario de la flota Nicolás Furió mandó a Carlos Esplá. En ella, podemos observar tres puntitos en forma de triángulo al lado de ciertos nombres (9). 

También pudieron existir otras redes. En una carta dirigida a José Puche, Presidente del CTARE en México, cuatro marinos seguidores del esperanto, desde el campo de Meheri Zebbeus, piden ser repatriados a México con la recomendación del mexicano Jesús Amaya, esperantista también (Adamez, 2016: 301-302). Son el telemetrista Manuel Rivera Jato, el auxiliar alumno torpedista Cándido Luna Pérez, el marinero Agustín Corras Plaja y el auxiliar alumno de artillería Jerónimo Bouza Vila. Ninguno pudo alcanzar México pero esta petición demuestra que cualquier red social podía servir o dar esperanzas para pasar los filtros de la selección.

LOS BARCOS
Los primeros marinos de guerra que llegaron a México fueron seis de los tripulantes del Vita. Eran marinos de la Reserva Naval (RN), o sea marinos mercantes que sirvieron en la Armada durante la guerra: el comandante Mariano Manresa, el teniente de navío Isaac Echave, el capitán maquinista Álvaro Arechavaleta, el maquinista Eduardo Echaniz y un joven alférez de navío Antón Brouard. Arribaron en la tarde del 23 de marzo 1939 a Veracruz y siguieron ruta hasta Tampico donde desembarcaron el 29 de marzo el “tesoro” que transportaba el Vita

Antes del mítico Sinaia, que fue el primer embarque colectivo de españoles a México, llegó, a partir de marzo de 1939, una corriente continua de refugiados españoles (Matesanz, 1999: 379) por medio de buques de línea cuyo pasaje pagaron ellos mismos o en ciertos casos el SERE. Uno de estos barcos fue el Flandre, que hizo al menos dos viajes. En un primer viaje llegaron a México, el 21 de abril de 1939, dos marinos, Alfonso Cacicedo Pérez, teniente de navío de la RN y Esteban Hernandorena Zuriaga, capitán de corbeta de la RN con toda su familia y que aún reemigró a Israel. El Flandre inició su segunda singladura a finales de mayo con 104 pasajeros judíos alemanes, austriacos y checos con destino a Cuba. Pero no les dejaron desembarcar ni en Cuba ni en México, donde llegó el 1 de junio 1939. El Flandre volvió a Francia con sus pasajeros judíos (10). Los pocos españoles que iban a bordo pudieron bajar a tierra, entre ellos un marino, el auxiliar radiotelegrafista de la Armada, Rafael Torres Toimil. 

El 13 de junio de 1939 atracó en Nueva York el Statendam con un reducido contingente de exiliados que llegaron a México unos días más tarde por Nuevo Laredo (11). Entre ellos estaba el comandante médico de la Armada, Ramón García Cerviño, que pudo salir de España en el último momento a bordo del Stanbrook. El mismo 13 de junio arribó el Sinaia con 1.599 personas (Velázquez, 2012: 90), entre ellas seis marinos. Todos provenían de Francia y cuatro de ellos fueron sacados directamente de campos de concentración. Eran el auxiliar radiotelegrafista José Anca Hermida, el capitán maquinista Ricardo de Castro Calvelo y el cabo de artillería Pedro Paul Pons que estaban en Argelès-sur-Mer, mientras que el auxiliar naval José Hermo estaba en Bacarès. El teniente maquinista Asensio Carrión Avilés, y el teniente médico provisional Rafal Villalobos Barahona pudieron marchar con sus familias.

Finalmente, en el Mexique, que llegó el 14 de julio 1939, embarcaron dos marinos que también se libraron de este campo de concentración francés, el capitán maquinista Francisco Naves Ruiz y el auxiliar alumno naval Lucas Amil Mosquera que subió como polizón.

Con la II Guerra Mundial ya empezada y financiado también por el SERE fue fletado el Champlain en abril de 1940 con 634 pasajeros (Velázquez, 2012: 90-94), entre los cuales había un marino, el capitán maquinista Alfonso García Martínez. El buque llegó a EEUU y los pasajeros entraron en México por Nuevo Laredo.

El último barco fletado por el SERE fue el Cuba. Zarpó el 19 de junio de 1940 con rumbo a la República Dominicana en plena rendición de Francia a los alemanes. Pero cuando llegó a destino, Trujillo no dejó desembarcar a los españoles (Velázquez, 2012: 361-364). El trasatlántico, ahora bajo jurisdicción del gobierno de Vichy, siguió su ruta hacia La Martinica, siendo su siguiente destino la Francia ocupada. En el puerto de Fort de France los pasajeros esperaron, angustiados, una solución a su situación. Con la ayuda económica de la JARE, México pudo fletar el Saint Domingue, que llevó a los pasajeros hasta el puerto de Coatzacoalcos el 26 de julio de 1940. Entre los 555 pasajeros que desembarcaron (Velázquez, 2012: 90), había 10 marinos y, por primera vez, algunos proceden del Norte de África. El auxiliar alumno electricista-torpedista José García González, el teniente de navío de la RN Enrique González del Valle y el auxiliar naval José Leiro Nieto, salieron del campo de concentración de Meheri Zebbeus, en Túnez, y el auxiliar alumno de artillería José Mosquera Lorenzo venía del campo de concentración de Boghari, en Argelia. Desde Francia, los auxiliares alumnos de artillería Miguel Barber Serra y Arturo Sardina Pico, pudieron abandonar el campo de Argelès-sur-Mer y José Prado Pérez, también auxiliar de artillería, salió del terrible castillo de Collioure, donde franceses y alemanes torturaron a exiliados republicanos. Desde Francia también embarcó el almirante Luís González de Ubieta con su mujer. Otros dos marinos, los auxiliares alumno de artillería, Miguel Caballero Gil y Manuel Fernández Pol, estaban a bordo, sin que sepamos su punto de partida.

A partir de ese momento siguieron llegando exiliados individualmente. Por ejemplo, el oficial radiotelegrafista Benjamín Balboa, que jugó un papel esencial desde la estación de Ciudad Lineal para desbaratar la sublevación en los buques y bases de Marina en julio de 1936, llegó en septiembre de 1941 en el Serpa Pinto. Era un barco fletado por judíos alemanes, polacos o apátridas que huían del peligro nazi (12). Sólo había 6 españoles a bordo. En un buque de línea regular, el Evangeline, llegó el maquinista de la RN Juan Cano Saiz con su familia a Nueva York el 25 de diciembre de 1941. Más tarde, entraron a México por Nuevo Laredo (13).

El primer embarque colectivo que organizó la JARE fue el barco portugués Quanza. Entre los casi 500 pasajeros que llegaron a México el 19 de noviembre de 1941, había dos marinos, el auxiliar naval José Andreu Lillo y el capitán de corbeta de la RN Augusto Fernández González que lo hacía desde Túnez. Un tercer marino, el maquinista Bernardo Martínez Nieto, ya enfermo al embarcar, falleció el 8 noviembre a bordo. El siguiente buque, el Nyassa, salió de Casablanca y tras una larga travesía llegó a Veracruz el 22 de mayo de 1942. A bordo venía el marino y diputado Ángel Rizo Bayona, con su mujer e hijos.

En junio de 1942, zarpó de Casablanca un vapor portugués, el Guinea, con 80 pasajeros. En éste pudieron marchar cuatro marinos, provenientes todos de Túnez y Oran. Eran el teniente coronel de artillería de la Armada, Esteban Calderón Martínez, el comandante de Ingenieros de la Armada Félix Echevarría Alegría así como los tenientes de navío Vicente Ramírez Togores y Antonio Ruíz González. En octubre de 1942, el Nyassa volvió a levar anclas. Fue la última expedición colectiva a México. En ese barco de la última oportunidad, salieron seis marinos, mayoritariamente de Oran o Túnez. Eran tres comisarios políticos de la Armada, Bruno Alonso, Francisco Noreña y Nicolás Furió, el teniente coronel de artillería de la Armada Norberto Morell Salinas, el comandante de artillería de la Armada, Francisco Ávila Zapata y Pedro Victoria Arroyo, auxiliar alumno de marinería.

Algunos marinos no siguieron los caminos de las expediciones oficiales. Señalaremos, por constituir verdaderas odiseas, dos casos. El capitán de fragata Juan Oyarzabal, comandante del destructor Almirante Valdés, fue reclamado por su tía, la escritora y embajadora de la República española en Suecia, Isabel de Palencia. Desde Túnez pasando por Marsella, Paris, Londres, Copenhague llegó a Estocolmo para constatar que su tía había tenido que abandonar el país. Con la ayuda económica del Comité sueco “Ayuda a España” marchó hasta Ámsterdam y de allí a Southampton, donde embarcó en el vapor President Roosevelt hasta Nueva York. Entró en México por Nuevo Laredo el 28 de junio de 1939 (14) (Piña, 2006: 253). Onofre Varela Álvarez, desde Túnez, logró embarcar como tripulante en “un barco yugoslavo en el que hizo un recorrido por el Mediterráneo pasando por Grecia, Italia y Gibraltar y que lo llevó a Inglaterra, donde se quedó 4 meses. Desde allí, en un barco mercante griego, llegó hasta New Orleans desde donde, por último, llegó a Veracruz “(15). Otros marinos, como el auxiliar alumno de artillería, Antonio Soto Herrera o el teniente médico, Luis Pastor Florit llegaron a México desde Chile y República Dominicana. 

Aunque el grueso de la Flota estaba en Túnez y suponía aproximadamente unos 1.300 marinos, únicamente 12 pudieron irse a México desde este país, sin olvidar que tres lo hicieron por sus propios medios como tripulantes de buques mercantes. De Oran sólo salieron 5. En cambio desde Francia, donde se exiliaron fundamentalmente los marinos pertenecientes a la Subsecretaría de Marina, 31 marcharon a México. No son datos absolutos puesto que sólo hemos podido determinar con exactitud el país de primer exilio de 48 personas, o sea un 75% del grupo. No obstante, aunque parciales, estas cifras confirman que para marchar a México era más fácil hacerlo desde Francia, quedando los marinos del Norte de África en un clamoroso olvido.

PERFIL DEL GRUPO 
¿Qué características tenía este grupo? ¿Quiénes eran? En realidad, se trata de un grupo bastante heterogéneo, reflejo de la composición de la Armada que era un colectivo muy compartimentado, jerarquizado y estanco. 
Por un lado, estaba el Cuerpo General que era un “coto cerrado” (Alpert, 1987: 11), integrado por una clase alta de cierto abolengo y pequeña aristocracia. Constituían los jefes y oficiales de mando. Poquísimos marinos de este cuerpo apoyaron la República. En el grupo de exiliados a México hubo 8, lo que constituye el 12,5% del grupo. Luego, estaban los antiguos Cuerpos Patentados que eran oficiales de Artillería, Oficinas, Sanidad o Eclesiástico. Habían sido declarados a extinguir por la República (16), pero seguían en la Armada. Provenían de clases medias. Pocos de este Cuerpo apoyaron la República. No obstante, 5 marinos de este Cuerpo llegaron hasta México, o sea el 7,8%. Los médicos de la Armada se posicionaron mayoritariamente a favor de los franquistas. Las bajas por abandono a lo largo de la guerra fueron constantes y, ya en agosto de 1937, se nombraron los primeros tenientes médicos provenientes del estamento civil por falta de personal. Cuatro médicos de la Armada se exiliaron a México y representan el 6,2% del grupo. 

El Cuerpo de Maquinistas era un cuerpo bien preparado (Vega, 2009) pero considerado meramente técnico por el Cuerpo General. Sus miembros eran de un origen social modesto. Bastantes apoyaron la República en el momento del fallido golpe de julio de 1936. Seis maquinistas integraron este grupo, o sea el 9,3%.


Por fin, estaban las Clases Subalternas que, con la República, pasaron a llamarse Cuerpos Auxiliares. El acceso se hacía ingresando en la Escuela de Aprendices Marineros, especializándose en marinería, radiotelegrafía, artillería, electricidad y torpedos, hasta obtener el galón de cabo. Tras varios reenganches podían pasar los consiguientes exámenes para ser auxiliares de sus especialidades. Provenían de clases sociales modestas, incluso muy modestas. Los cabos, junto con la marinería, fueron los que “mandaron la escuadra” (Benavides, 1976) en julio de 1936, cuando los jefes y mandos apoyaron el golpe militar. Durante la guerra fueron promovidos a Auxiliares Alumnos, o sea a suboficiales. Los cabos y auxiliares estaban técnicamente bien preparados. Hubo 18 antiguos cabos en el grupo de México. Es el estamento más representado, un 28%. Hubo, además, 5 auxiliares entre los que pudieron alcanzar México (7,8%) y, por fin, hubo sólo 3 marineros de reemplazo. O sea que las “clases, cabos y marinería”, según frase consagrada para designar a los subalternos, representan el 40% del grupo. Aparentemente, los antiguos cabos tienen una representación muy importante. No obstante, si consideramos que en la Armada republicana había en torno a 1125 cabos (17), vemos que en realidad sólo pudieron emigrar a México un 1,6%.

Por fin, estaban las Clases Subalternas que, con la República, pasaron a llamarse Cuerpos Auxiliares. El acceso se hacía ingresando en la Escuela de Aprendices Marineros, especializándose en marinería, radiotelegrafía, artillería, electricidad y torpedos, hasta obtener el galón de cabo. Tras varios reenganches podían pasar los consiguientes exámenes para ser auxiliares de sus especialidades. Provenían de clases sociales modestas, incluso muy modestas. Los cabos, junto con la marinería, fueron los que “mandaron la escuadra” (Benavides, 1976) en julio de 1936, cuando los jefes y mandos apoyaron el golpe militar. Durante la guerra fueron promovidos a Auxiliares Alumnos, o sea a suboficiales. Los cabos y auxiliares estaban técnicamente bien preparados. Hubo 18 antiguos cabos en el grupo de México. Es el estamento más representado, un 28%. Hubo, además, 5 auxiliares entre los que pudieron alcanzar México (7,8%) y, por fin, hubo sólo 3 marineros de reemplazo. O sea que las “clases, cabos y marinería”, según frase consagrada para designar a los subalternos, representan el 40% del grupo. Aparentemente, los antiguos cabos tienen una representación muy importante. No obstante, si consideramos que en la Armada republicana había en torno a 1125 cabos (17), vemos que en realidad sólo pudieron emigrar a México un 1,6%.

El grupo de México estaba también compuesto por 11 marinos de la Reserva Naval (RN), es decir, que provenían de la Marina Mercante. Por último, había 3 comisarios políticos que, en puridad, no eran marinos, pero pasaron la guerra embarcados, se exiliaron en los barcos y, durante tres años al menos su vida estuvo vinculada a la Armada. Los comisarios fueron designados a partir de 1937 por orden directa de Indalecio Prieto para sustituir a los Comités que se habían formado en los buques en el momento de la toma de los mismos por parte de la tripulación. Salvo alguna excepción, casi todos eran socialistas. Llegaron a Bizerta 15 comisarios políticos (19). En cambio, sorprendentemente, dada su supuesta cercanía política con los centros de poder, sólo tres pudieron salir de los campos de concentración para llegar a México. 

En cuanto al origen territorial, se trata de un grupo compuesto mayoritariamente por gallegos (34,3%) y, en menor medida, por murcianos (15%) y andaluces (12,5%), lo que corresponde a la ubicación de las 3 principales bases navales: Ferrol, Cartagena y Cádiz. 

La edad media al salir de España, en 1939, era de 35 años lo que supone una diferencia de 7 años con respecto a los que habían desembarcado en Bizerta (20). Más del 60% tienen entre 30 y 58 años, lo que es una edad madura para emprender una vida nueva. Por otro lado, más de la mitad están casados (64%) y uno está separado.

Todos sabían leer y escribir. Esto responde al perfil de los exiliados en México en el que apenas un 1,4% eran analfabetos cuando en 1930 el índice de analfabetismo en España era del 32% (Pla, 2002: 51). Además, de 36 marinos de quienes tenemos información sobre este aspecto (21), la mitad declara saber un idioma extranjero o incluso más. Muchos habían dado la vuelta al mundo varias veces y tenían un nivel de estudios suficiente como para saber al menos francés que era el idioma extranjero más estudiado entonces. 

En cuanto a la religión, tenemos la información de 37 marinos. Veintidós declaran ser católicos, o sea más de la mitad, pero trece declaran no profesar ninguna religión (un 35%), uno es protestante y otro es teosófico (22). Se trata de una información relativa porque las informaciones pueden responder a un afán de presentar una imagen de normalidad ante las autoridades mexicanas. No obstante, en una España tradicionalmente católica, parece que los aconfesionales están representados en una proporción respetable en este grupo, lo que puede indicar que el laicismo propio de la República había sido bien asimilado por su parte.


Dentro de la Armada, la militancia política estaba prohibida y durante la República se volvió a reiterar esta prohibición. Pero la guerra, sin duda, los politizó, aunque, en general, preferían invocar su lealtad al juramento dado al Gobierno legítimo antes que a cualquier militancia política (Fernández, 2009: 300-301). No obstante, dentro del grupo del exilio a México, hemos podido determinar la filiación política, en el momento del exilio, de 29 personas, o sea el 45,3% del grupo. Siete declaran no militar en ningún partido, nueve estaban afiliadas al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), diez lo estaban al Partido Comunista de España (PCE), dos a Izquierda Republicana (IR) y uno a Unión Republicana (UR). Aunque con precauciones, pensamos que el número de afiliados es bastante elevado, lo que vendría a corroborar que fue sin duda más fácil emigrar a México teniendo un patrocinio político.

En cuanto a los orígenes sociales de los miembros del grupo existen grandes diferencias que corresponden a la estructura de la Armada, como hemos visto. Una mayoría, el 66%, provenía de clases modestas o muy modestas (marineros de reemplazo, cabos, auxiliares) y un 24% se puede considerar de clase social alta (oficiales del Cuerpo General y médicos). Ilustración de estas diferencias abismales es el hecho de que encontremos en el mismo barco, el Nyassa, camino a México a dos marinos, Pedro Victoria Arroyo y Norberto Morell. El primero era cabo de marinería antes de 1936, suboficial y miembro del Estado Mayor de la Base de Cartagena durante la guerra. Hijo de carbonero, su madre, ciega y tullida, se suicidó tirándose al pozo del bajo de la carbonería donde vivían (23). Casi en la misma época, Norberto Morell, teniente coronel de Artillería de la Armada, participaba en el cotillón del Casino, “formando pareja con Blanca Manzanares, vestida de crespón rosa, diminutas rositas y finísimos encajes negros realzando [su] encantadora belleza”, según narra el cronista del periódico de Cartagena que daba cumplida información de los acontecimientos de la ciudad (24). Indudablemente, sólo el compromiso con la República, la guerra y el exilio pudieron juntar en un mismo destino a dos marinos de categorías y orígenes sociales tan dispares.

También hemos indagado sobre los puesto de jefatura o de confianza que habían alcanzado durante la guerra los que pudieron marchar a México. Desde ese punto de vista, 46 tuvieron algún cargo en el Estado Mayor, en la Subsecretaría, en Jefaturas, fueron comandantes de algún buque o estuvieron en algún puesto “de confianza”. Representan el 71% del grupo. Teniendo en cuenta que son datos probablemente incompletos, porque los puestos de confianza no eran públicos necesariamente, podemos decir que el grupo de México constituía una especie de “élite” de la Flota republicana.

PRIMEROS PASOS: AYUDAS, SUBSIDIOS, TRABAJO 
¿Cómo fueron los primeros pasos en México? Los exiliados venían de países donde fueron considerados cuasi delincuentes, en los que estuvieron, por lo general, encerrados en campos de concentración o de trabajo bajo mando militar constante, donde eran unos indocumentados, en los cuales les era difícil entender el idioma y que les entendieran. Frente a tantas penurias y humillaciones se encontraron con un México que les dispensó una acogida inolvidable, una similitud lingüística y un gobierno que les facilitó los trámites administrativos. Además fueron acompañados, atendidos y ayudados por organismos como el CTARE y la CAFARE, al menos hasta 1945. 

Aunque parezca obvio, señalaremos lo importante que fue para los exiliados reencontrarse con su idioma. Ángel Landa, después de siete años por los campos del norte de África, lo recordaba así (25): “Una vez en tierra, fue enorme muestra sensación al escuchar a la gente hablar en español igual que nosotros. Ya veníamos de un país bien distinto, donde las gentes hablaba el francés, por tal era el idioma oficial, aparte del árabe, como es natural su idioma natal y un gran número de la población, por ser descendientes de españoles hablaban un castellano muy mal, con la particularidad de este grupo, emigrantes de la parte levantina mediterránea, se daba el caso de que hablaban valenciano y el francés, desconociendo totalmente el español”. Muchos de ellos habían pasado meses –a veces dos o tres años– siendo unos “sin papeles”. En México, recobraron una identidad administrativa con plenos derechos. Dejaron de tener que acudir a requisitorios policiales, necesitar un salvoconducto para desplazarse, tener que pasar listas mañana y tarde. Se les facilitó documentación siendo suficiente su palabra. Se les otorgaron cartas de naturalización a partir de 1940. Sólo necesitaban solicitarlas. De entre los marinos estudiados nos consta fehacientemente la naturalización de diez. Los que no quisieron pudieron hacer su vida sin problema conservando su nacionalidad española.

En el exilio, la familia se convierte a menudo en la patria, las raíces y la razón de ser de un exiliado. En el grupo de marinos sabemos que 16 llegaron con su familia. Posteriormente, entre 1945 y 1949, las familias se fueron recomponiendo. Nos consta la llegada de esposa e hijos en siete casos durante este período de tiempo. Diez exiliados del grupo, que sepamos, se casaron en México, mayoritariamente con españolas. 

Las ayudas, subsidios y auxilios que recibieron los exiliados en México tuvieron dos etapas. Primero, las que dispensó la CTARE hasta diciembre de 1939. Consistían fundamentalmente en proporcionar albergues y comedores para los refugiados. El capitán de corbeta de la RN, Esteban Hernandorena y su familia fueron alojados durante casi un año en el vapor español Manuel Arnús. La hija de este marino, María Pilar, aún recuerda su estancia en este buque: “estuvimos viviendo en él cerca de un año en el puerto de Veracruz, hasta que el barco fue vendido o entregado ya que tengo la foto del día que le entregaron a mi padre la bandera del mismo, también un sinfín de fotos hechas en la cubierta del mismo con mis hermanos y hermana” (26).

La CTARE también hizo entrega de auxilios en metálico. No era su primera intención, pero la dificultad para integrarse en el mundo laboral mexicano hizo que tuviera que recurrir a este tipo de ayudas. Se estableció una cuantía de 2,50 pesos por cabeza de familia más un peso por cada miembro. Otorgaron también préstamos para instalación del hogar, de empresas o despachos (Velázquez, 2012: 150 y 148-149). Un ejemplo de estas ayudas queda reflejada en la biografía del capitán de fragata, Juan Oyarzabal: “A su llegada, su situación económica era crítica, pues no contaba con recursos, sobrevivía gracias a la ayuda que recibía del Comité, la cual era de $2.50 pesos diarios del 17 al 25 de agosto, y de $1.50 pesos diarios del 26 de agosto al 26 de octubre de 1939. Se le dio de baja a petición propia el 15 de noviembre y baja en el comedor [...]. Solicitó al Comité una ayuda de $100.00 para legalizar documentos el 9 de febrero de 1940” (Piña, 2006: 254). 

A partir del invierno 1939-1940 empieza una nueva etapa asumida por la JARE. A partir de entonces se abandonaron los albergues y comedores. Los exiliados recibían al llegar un socorro de instalación y un subsidio y se invirtieron cantidades importantes en préstamos para montar pequeñas industrias. Por ejemplo, el capitán de la RN, Juan Cano Saiz, recibió “socorro de instalación y el subsidio extraordinario” (27) y al ex-subsecretario de Marina, Benjamín Balboa, se le otorgó “el socorro que le corresponda como recién llegado de Francia” (28) y, para formalizar documentación, "cincuenta y un pesos para el pago del importe de la forma 14 y de la carta de viaje, derechos que le son exigidos por la Secretaría de Gobernación” (29).

Se concedieron también préstamos para montar pequeños negocios como en el caso del auxiliar alumno de artillería Miguel Barber Serra, al que se le conceden “quinientos cuarenta pesos para los fines comerciales que señala, a condición de su renuncia al subsidio que actualmente percibe” (30). El auxiliar naval José Andreu Lillo también solicita con otros dos exiliados un préstamo de seiscientos pesos “para instalar un pequeño taller de mecánica y electricidad, [...] mediante la firma de diferentes letras de cambio por importe cada una de ellas de 25 pesos y con vencimientos escalonados de meses a partir del 30 de junio próximo" (31). También se le concedió un préstamo al auxiliar alumno de artillería José Prado Pérez que, con otros dos exiliados, pide mil seiscientos pesos para fines comerciales “a condición de que renuncien al subsidio que actualmente cobran” (32).

Queremos señalar que los exiliados pudieron también recibir otro tipo de ayuda. En 1946, llegaron dos marineros, Teodoro Alluntis y Ángel Landa como miembros de la tripulación del petrolero Minatitlán. Ángel Landa, vasco, recuerda: “Alluntis y yo fuimos a Solidaridad Vasca y vimos al Sr. Jáuregui, el cual nos recibió con mucho entusiasmo. Al instante, nos dio a cada uno 200 pesos (en esos tiempos el salario mínimo era de 5 pesos) y nos dijo que ese dinero se daba a cada vasco que llegase a México en las mismas condiciones que las nuestras” (33).


¿De qué podía trabajar un marino de guerra en la vida civil? ¿En qué campo se podía reubicar? ¿Qué hace un marino de guerra sin profesión civil determinada? (34). Sabemos, aunque de manera limitada en el tiempo, el trabajo que pudieron desarrollar en México 38 refugiados del grupo de marinos. 

Los marinos mercantes prosiguieron con su trabajo. El único marino de guerra que ejerció de marino mercante fue el almirante Luís González de Ubieta que había sido jefe de la Flota republicana y que falleció como capitán del buque mercante Chiriqui que naufragó el 30 de diciembre de 1950 en Bocas de Ceniza, en la desembocadura del Magdalena.

Los médicos, igualmente, siguieron ejerciendo su profesión, siempre y cuando pudieran mostrar sus títulos (Cordero, 1997: 261; Pla, 1999: 305-306). Rafael Villalobos pudo exhibir el suyo porque su suegra lo había enrollado en torno a una varilla de su corsé desde su salida de España (35).

Por lo demás, como le ocurrió a la mayoría de los exiliados, “tuvieron que hacer de todo y este todo generalmente eran actividades muy por debajo de sus capacidades” (Pla, 1999: 255). Así, tenemos el caso de Bruno Alonso, el ex-comisario de la Flota, socialista, tres veces diputado a Cortes, que trabajó de lava-platos o de vigilante nocturno, hasta poder trabajar en un taller mecánico que correspondía a su oficio de origen en Santander(36). El almirante y diputado, Ángel Rizo, tuvo, al principio, que pedir a su hermana que vendiera objetos de su casa de Cartagena para poder sobrevivir, él y toda su familia. Hizo de extra en dos películas, confeccionó cajas de cartón y perfumes en su domicilio, vendió bolsos de señora, fue asesor de una enciclopedia a 3,5 pesos por vocablo hasta que, en torno a 1947 y hasta su jubilación, pudo ejercer como inspector de algunas compañías de seguros navales que era más bien un semi-trabajo (Ayala, 2002: 28).

Hay que señalar también que los refugiados despertaron “numerosos recelos” (Cordero, 1997: 57) entre la opinión pública mexicana, cierta prensa de derechas y los antiguos residentes o gachupines, generalmente franquistas (Tabanera, 1992: 493-5001; Fagen, 1975: 42-47; Cordero, 1997: 47-60; Pla, 1999: 141; Serna, 2011). Pero, aunque no tuvieran sus simpatías, se dieron casos en que ofrecieron trabajo en sus empresas a los recién llegados (Cordero, 1997: 81). Por ejemplo, el médico Rafael Villalobos, fue acogido en Ahome, Sinaloa, por una “familia española con muchas tierras que llevaban allí muchos años y paradójicamente era franquista” (37).

En las zonas rurales, donde el sentimiento antiespañol estaba más arraigado, la situación fue más difícil. Tres marinos del Vita, Álvaro Arechavaleta, Antonio Brouard y Eduardo Echaniz, que habían invertido el dinero recibido por el viaje en una huerta de naranjos en Ciudad Valles, San Luis Potosí, la tuvieron que abandonar al cabo de un año por las presiones de las autoridades potosinas y del cacique. En El Mante, Tamaulipas, sembraron tomate para exportar, pero tuvieron que abandonar también la empresa al ser presionados por ser extranjeros (38). 

Los refugiados, se dice, “aprovecharon la coyuntura favorable de desarrollo de México [...] y consiguieron hacer fortuna” (Cordero, 1997: 88). Es posible que así fuera para unos cuantos. Entre los marinos, vemos que algunos consiguieron tener, aparentemente, puestos de trabajo importantes. Por ejemplo, el ex-auxiliar naval Antonio Yañez Piñero fue industrial que ostentó una cierta buena posición económica; Norberto Morell, ex- teniente coronel de artillería de la Armada, fue gerente de ventas de una casa de maquinaria industrial; Benjamín Balboa, trabajó de gerente de una empresa de importación de papel; el ex-teniente de navío, Vicente Ramírez, fue directivo de una empresa industrial de perfumes en Monterey. Los tres marinos del Vita, que habían tenido que abandonar sus plantaciones de naranjas y tomates, montaron una próspera empresa de pesca de camarón.

Pero, dudamos de que entre los marinos hubiera un “proceso de movilidad social ascendente” (Pla, 2002, 59). Si tenemos en cuenta que, al terminar la guerra, un 71% del grupo, al menos, estaba en jefaturas o en puestos de confianza, no podemos decir que su situación social mejorara particularmente ya que la mayoría tuvo oficios más modestos, como comerciales, representantes, vendedores, empleados. Considerando esta información, no parece que hicieran las Américas.

Hay otro grupo de los que tenemos menos información. Son aquellos que fueron enviados a lo que se llama en México provincia, o sea a las zonas rurales y poco pobladas. Constituyen el lado oscuro del exilio en México por las condiciones de vida totalmente inadecuadas que se les ofreció. La política de colonización agraria y asentamiento en zonas despobladas de México formaba parte de un proyecto personal de Lázaro Cárdenas: Una de las condiciones que puso el gobierno mexicano para aceptar a los refugiados fue que se establecieran mayoritariamente fuera de la ciudad de México (Pla, 1999, 208). Casi todos los marinos vivieron desde el principio en la ciudad de México, pero un cierto número fueron mandados a provincia, nada más desembarcar, donde tuvieron que vivir en condiciones difíciles.

Cuatro marinos, fueron enviados al estado de Puebla dentro de un proyecto que incluía a exiliados españoles que fueron mandados “a labrar las tierras mexicanas desiertas, potencialmente ricas” (Matesanz, 1999: 255). Fue un fracaso porque no pudieron resistir la vida de miseria en la que vivía el campesino mexicano: no tenía casa, dormía en el suelo. Ni había condiciones, ni trabajo, ni fueron bien recibidos, incluso tuvieron amenazas de linchamientos (Ordóñez, 1995: 136).

Otro asentamiento fue San Cristóbal, en Chiapas. De aquí, tenemos información sobre dos marinos, los auxiliares alumnos José García González y José Mosquera Lorenzo, que fueron mandados en un camión para animales nada más bajar del Saint Domingue en 1940. Los refugiados españoles fueron mal recibidos por la población y el trabajo que se les ofreció era de peones pagados a treinta centavos trabajando de sol a sol, lo que no sacaba de la miseria (Pla, 1999: 214).

El proyecto estrella del CTARE fue la Hacienda Santa Clara, en Chihuahua, donde fueron mandados en torno a 400 refugiados para formar una cooperativa agraria (Mateos, 2007: 157-159). Su puesta en marcha sufrió numerosos contratiempos. Uno de ellos fue que, aunque los refugiados hubiesen declarado ser agricultores, realmente no lo eran. La situación, por diversos motivos, se deterioró de forma irremediable.

En estos asentamientos, los terrenos eran un páramo, el clima desolador, no había agua, no había casas, no había infraestructuras, los trabajadores dormían en tiendas de campaña hasta que construían chozas de madera (Ordóñez, 1995; Abdón Mateos, 2007: 157-159; Pla, 1999: 208-230; Velázquez, 2012: 210-223). Si lo pensamos, probablemente no era tan diferente de los campos del norte de África aunque se habían librado de la custodia militar.

CONCLUSIONES 
a investigación sobre el colectivo de marinos que acogió México aporta elementos para conocer mejor esa parte del exilio del común de la que se conoce poco o nada, agrietando esa especie de “ilusión intelectualizante” (Serna, 2011) que envuelve todo el exilio en México.

Es cierto que, como indica Dolores Pla, fue “una emigración selecta en los dos sentidos de la palabra” (Pla, 2001: 162). Efectivamente, fueron seleccionados por criterios más o menos políticos o sociales, sin olvidar los condicionantes geográficos ya que era mucho más fácil embarcar a México desde Francia que desde el norte de África. También hemos constatado que fue un grupo selecto. Se exiliaron a México un ex-ministro de marina, tres comisarios políticos, varios subsecretarios o jefes del Estado Mayor, cuatro comandantes de buques, tres almirantes, un director de hospital, etc. Fue una parte –pequeña- de la élite de la Flota republicana la que se exilió a México. No tanto una élite de clase como una élite de guerra, forjada durante los tres años de contienda.

Respecto a la integración profesional de estos hombres en México, aunque gozaban de cierto nivel cultural y de una buena preparación, tenían un oficio que no servía para nada en la vida civil y que difícilmente podía aportar algo al desarrollo industrial, comercial o agrícola que México necesitaba. Por ello tuvieron dificultades para encontrar un medio de vida. Quizás también se debería revisar la idea recurrente de que los exiliados tuvieron una vida de éxito en México. Es cierto que pudieron reinventarse una nueva vida, porque, como decía el contralmirante Valentín Fuentes, que se quedó en París, en la marina hay que saber hacer de todo y lo hicieron. En los casos que conocemos, con dignidad. Algunos llevando una vida económicamente desahogada. Otros, más modesta. Y para aquellos que fueron mandados a provincia, fue probablemente un camino lleno de dificultades.



NOTAS
1. Correspondencia entre Luís Gonzalez de Ubieta y David Gasca. Archivo privado. 
2 CDMH/2.19.13.2. Fondo Carlos Esplá, Sig. 3.2b2321. 
3 Fundación Pablo Iglesias. Secretaría de Relaciones Exteriores de México, Sig. AEMFRA-341-11.
4 Tarjetas de Identificación del Servicio de Migración. Archivo General de la Nación de México (AGN). Signaturas copias digitales, AGA,RIEM,025,117; AGA,RIEM,233,169; AGA, RIEM,214,110. Se trata del oficial radiotelegrafista Benjamín Balboa y de los tenientes de navío Antonio Ruíz González y Vicente Ramírez Togores. 
5 Carta del 7 de noviembre de 1946. CDMH, Fondo Carlos Esplá, sig. MF/R-5673. Los dos eran alicantinos y de Izquierda Republicana. Todos los años, Nicolás Furió escribía en la fecha aniversario de su llegada a México a Carlos Esplá, agradeciéndole su atención. Era una deuda de por vida. 
6 Listas de embarque del Sinaia, Mexique e Ipanema de la Fundación Pablo Iglesias. Son los casos de José Anca (PSOE), José Hermo (PCE), Pedro Paul Pons (PCE), del Sinaia; de Guillermo Aneiros (ningún partido), Benito Dopico Ferreiro (ningún partido), Andrés García Gabín (ningún partido), Juan Gómez Monteagudo (ningún partido), Antonio Yañez Piñeiro (ningún partido) del Ipanema; de Lucas Amil Mosquera (PSOE) y Francisco Naves Ruiz (PSOE) del Mexique.
7 Centre des Archives Diplomatiques de Nantes (CADN) Fonds de la Résidence française en Tunisie, 2 MI 563, folio 265, folio 571 y correos electrónicos con Luis Benet, nieto de Carlos Fernández Alonso, marzo 2015, y con Verónica Salido Mosquera, nieta de José Mosquera Lorenzo, mayo 2015. 
8 Estudio propio hecho a partir de la relación sobre esta logia en José AYALA, 1989, 303-304. 
9 CDMH/1.39.2.13.2. Sig.: 3.2c/2375.
10 Holocaust Encyclopedia, http://www.ushmm.org/wlc/en/article.php?ModuleId=10 007516 [Consultado el 5 de agosto 2014]. 
11 “New York, New York Passenger and Crew Lists, 1909, 1925-1957,” NARA microfilm publication T715 ; FHL microfilm 1,758,088.
12 “Passenger and Crew Lists of Vessels Arriving at New York, New York, 1897-1957” nº de publicación: T715, nº de microfilm: 6580. 
13 “Passenger and Crew Lists of Vessels Arriving at New York, New York, 1897-1957”. nº de publicación: T715, nº de microfilm: 6601.
14 Salida de Túnez en CADN, 2 MI 563, folio 457. Viaje a Nueva York, “Passenger and Crew Lists of Vessels Arriving at New York, New York, 1897-1957”. Número de publicación T715, Número de microfilm: 6347. 
15 Correo electrónico de Mª Ángeles Varela, hija de Onofre Varela, junio 2013. 
16 Decreto del 10 de julio de 1931 y ley del 24 de noviembre de 1931.
17 Todos los cabos que estaban en la Flota republicana en julio de 1939 fueron promovidos a Auxiliares Alumno (suboficiales) en los D.O. 02/11/1937, 05/11/1937, 6/11/1937, 04/12/1937, 13/12/1937, 8/01/1938, 18/01/1938, 25/01/1938, 03/02/1938, 10/02/1938, 28/02/1938, 07/03/1938, 02/04/1938, 16/04/1938, 27/04/1938, 02/05/1938, 24/05/1938, 27/05/1938, 07/6/1938, 22/06/1938, 25/06/1938, 27/08/1938, 14/09/1938. Elaboración propia. 
18 Cifra de elaboración propia en base a las informaciones recogidas sobre los oficiales del Cuerpo General de la Armada.


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MATEOS, Abdón. (2007). “El gobierno de Negrín en el exilio: el servicio de Evacuación de Refugiados” en Historia del presente, 10, 2, pp. 143-168. 
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MATESANZ, José Antonio. (1999). Las raíces del exilio. México ante la guerra civil española, 1936-1939, México: El Colegio de México-UNAM. 
RUBIO, Javier. (1977). La emigración de la Guerra Civil de 1936-1939, 3 vol., Madrid: Editorial San Martín. 
SERNA RODRÍGUEZ, Ana María (2011): “El exilio en México de la gente común”, Amnis, 2, consultado el 09 febrero 2015. Disponible en http://amnis.revues.org/ 1510. 
TABANERA, Nuria. (1992). “Las colectividades españolas” en QUIJADA, Mónica, TABANERA, Nuria y AZCONA, José Manuel, “Actitudes ante la guerra civil española en las sociedades receptoras” en Historia general de la emigración a Iberoamérica, vol. 1, Madrid, Quinto Centenario-Historia 16-CEDEL. 
VEGA BLASCO, Antonio de la. (2009). El Cuerpo de Maquinistas de la Armada (1850-1950), Madrid: Ministerio de defensa.
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VILAR, Juan Bautista. (2006). La España del exilio. Madrid: Editorial Síntesis.














lunes, 22 de julio de 2019

Un acorazado republicano por dentro: el Jaime I



Artículo de la revista cultural "Estampa" (1928-1938) que modernizó el periodismo gráfico de la época. Este artículo es del 19 de septiembre de 1936. Refleja seguramente una época, un ambiente, un momento que creo puede ser interesante (1). 


"El Jaime I llegó hace unos días a Barcelona para limpiar calderas. La noticia de su aribo se supo enseguida y empezó a hormiguear la gente por el muelle. Miles de personas se situaron por el muelle. Miles de personas se situaron en los malecones, frente a las férreas paredes del acorazado, concentradas las miradas en su popa.

Al otro lado de la dársena se hallaban los colores grises y gigantescos de las escuadras extranjeras.
La presencia del Jaime I es un motivo de alegría en la capital catalana. Se oyen canciones, himnos proletarios y por todas partes hay una actividad intensa. La ciudad que arde de entusiasmo y de fogosidad bélica, parece haberse convertido en una gran familia en la que todos se conocen, se saludan y se hablan. 

Las arribadas y los vaporcitos se suceden en el puerto, en la que la vida está normalizada totalmente. De vez en cuanto suena el mugido ronco y dilatado de una sirena.

Los marinos francos se ven cariñosamente acosados por la multitud.
- ¡Valientes muchachos de nuestro Potenkine!- gritan unos.
- ¡Hay que descubrirse ante vosotros!
-¡A ver si despanzurráis de una vez a los fascistas!
- Descuida, vamos a darles una buena lección – responde sonriendo un mocetón de movimientos elásticos que acaba de abandonar el buque". 





"Junto a la planchada del Jaime I, un marino, de bayoneta calada, hace guardia. En ese momento tiene la responsabilidad directa en lo que se relaciona con el acceso al acorazado. Nos detiene. Silbatos. Llega un miembro del Comité de a bordo. Atenta lectura del salvoconducto y pasamos. Alrededor de los potentes cañones –tiro rápido y antiaéreo- los marinos pulen los metales y les sacan brillo.

En su mayoría los tripulantes son norteños, duros de veras, jóvenes recios, de anchas espaldas. 

Trabajan en la limpieza del buque en brigadas de ocho o diez, realizando una obra de titanes. 

Llevan martillos, cepillos de acero, cuerdas; golpean, raspan la herrumbre de las planchas blindadas, cantan, se deslizan por las maromas y se balancean en los andamios. 

- Los navíos como el Jaime I necesitan una atención constante- me dicen. El hierro y el  acero deben cuidarse mucho. Es preciso impedir que la niebla y el agua marina se agarren a él. Para nosotros, el óxido constituye una plaga que se extirpa a martillazos, por dentro y por fuera. Y en las calderas también hay que revisar a cada instante, renovar las envolturas de los tubos, reemplazar las parrillas, jadeando y calados de sudor. ¡Pero con qué animo se hace ahora todo esto! Rivalizamos en la brega.  Antes, el Jaime I era una especie de presidio flotante. Hoy es nuestro, del pueblo, para nuestra defensa. 

Los jefes de las baterías examinan los anteojos e instrumentos de sus cañones. 
- Lo estamos preparando- comenta uno de ellos- para el zafarrancho de combate". 




"La disciplina se mantiene abordo pero sin la brutal rigidez anterior. Nadie mira ya con hosquedad ni cumple su misión respondiendo a la orden conminatoria. No hay botas militares que chocan al cuadrarse. Desaparecieron las voces extrañas e imperativas, los distintivos jerárquicos, las pirámides de galones y oro bordado…

El comandante viste “mono” y “mono” visten los tripulantes. Algunos, muy pocos, se cubren con gorras de un blanco deslumbrante.

- Las maniobras, en el buque, ¿quien las dirige?
- El Comité de Gobierno, integrados por ocho camaradas: el comandante, cuatro cabos, dos auxiliares de artillería y un marinero. 
- ¿Varió mucho el reglamento?
- Bastante. Se estableció el siguiente: toque de diana a las 6 y cuarto de la mañana. Todos arriba, con ropas de trabajo. Después del aseo, un desayuno abundante con café con leche y pan. La tripulación reposa media hora, en que suela la llamada a tropa y comienza la limpieza, que dura hasta las once".







"Luego, a la voz de “¡Nadadores, al agua!” Viene el baño, mientras los rancheros de turno semanal arman las mesas para la comida. 
- ¿Buena?
- Excelente. Tres platos, vino y postre. Por la tarde vuelve a trajinarse sin pausa durante 3 horas, y las seis se sirve la cena. Entonces, los que están francos van a tierra, registrándose la entrada y la salida en un libro. 

Muchos marinos permanecen en el buque, escribiendo cartas, leyendo, jugando al ajedrez o charlando sobre los acontecimientos en los distintos frentes. Otros discuten acerca de cuestiones tácticas, mezclando en la conversación palabras como “obturador”, “rapidez en la carga”…

El Jaime I se dispone nuevamente para el combate. Los tripulantes desean entrar en contacto con el enemigo, saltar a los cañones, ocupar los puestos de teléfonos, los aparatos de dirección de la artillería…
- Sentimos verdadera alegría –me aseguran- cuando recibimos las órdenes por los tubos portavoces. 
¡Ojalá empiece pronto el baile! Las andanadas de los facciosos no nos inquietan. Contra las gruesas planchas blindadas de nuestro acorazado serán como garbanzos que rebotan sin efecto. En el ataque y bombardeo de Algeciras, y más tarde en la breve acción de Baleares, las gargantas se nos quedaron secas de vitorear a la República. Cargábamos y descargábamos. Hasta que vino la orden: “¡Alto el fuego!”.

- ¿En qué lugar cayó la bomba que os lanzó un avión rebelde?
- ¿En qué lugar? ¡Vamos, hombre! Ni la sentimos. No quedan señales. 
Resulta que cuando suena la hora del silencio a bordo no se duerme enseguida. Continúa hablándose a media voz acerca de la guerra, del aplastamiento absoluto del fascismo y de la victoria final".


Juan PUENTE


(1) Biblioteca Nacional de España. Hemeroteca digital 
http://hemerotecadigital.bne.es/details.vm?q=id:0003386571&lang=es


miércoles, 10 de julio de 2019

DEL MAR A LOS ANDES: EL EXILIO A CHILE DE LOS MARINOS DE LA ARMADA DE LA SEGUNDA REPÚBLICA

El Winnipeg



Victoria Fernández Díaz (Universidad de Valencia)

Actas del XIV Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea. 20-22 septiembre 2018. Comunicación publicada el 09/07/2019 en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (Universidad de Alicante).


Cuando, al final de la guerra de España, miles de exiliados republicanos abarrotaban los campos de concentración en Francia y el Norte de África, Chile fue uno de los países que abrió sus puertas para sacarlos del infierno. La mayoría de los marinos de la Armada que durante la guerra sirvieron la República marcharon al exilio con la flota el 5 de marzo de 1939, recalando en la ciudad de Bizerta, en Túnez. Todos fueron recluidos en el campo de concentración de Meheri Zebbeus, al borde del desierto, totalmente aislados. Debido a una conjunción de circunstancias políticas y solidarias, un grupo de 24 marinos fue rescatado de ese infierno para embarcar en el «Winnipeg» y ser acogido por Chile. También unos pocos salieron de los campos de Francia o Argelia y, por fin, otros llegaron a Chile por sus propios medios a lo largo de las décadas de los 40’ e incluso 50’. En total, al menos, 33 marinos de la Armada republicana llegaron hasta Chile.

Nuestro propósito ha sido reconstruir las vicisitudes y memoria este pequeño colectivo constatando a la vez en qué sus recorridos convergen o se alejan de otros grupos de exilados. Para este trabajo, hemos analizado fuentes primarias, así como secundarias, algunas inéditas. Hemos partido de la documentación del Centre des Archives Diplomatiques de Nantes (CADN), que recoge los documentos intercambiados entre los estamentos militares o policiales y la administración de la Regencia francesa en Túnez. Esto nos ha permitido hacer un seguimiento de las circunstancias administrativas que sufrieron las peticiones para que una treintena de marinos internados en el campo de concentración de Meheri Zebbeus fueran pasaportados a la Metrópolis para embarcar en el «Winnipeg» hacia Chile. Ha sido también de interés la consulta de documentación de otros archivos para recabar información sobre los marinos seleccionados, entre los que destacan el Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH), el Archivo de la JARE, ubicado en el Archivo General de la Administración (AGA), el Archivo Naval de Cartagena (ANC) y el Archivo General de la Marina «Álvaro de Bazán» (AGMAB). Esta documentación ha sido contrastada con documentos inéditos, como la Relación elaborada por uno de los representantes oficiosos de los refugiados en Túnez ante el ACNUR, conversaciones o correos intercambiados con familiares o biógrafos, así como material hemerográfico y la bibliografía de referencia sobre el tema.



Pablo Neruda

Chile, país de acogida 

En 1937 se había formado en el país andino un Frente Popular que dio finalmente la presidencia de la República a Pedro Aguirre Cerdá en octubre de 1938 y este contexto político favoreció la voluntad de acoger a los exiliados republicanos. Este objetivo, como es bien sabido, tuvo un valedor fundamental, el poeta Pablo Neruda con su mítico buque “Winnipeg”. Un poco antes y posteriormente a la llegada del llamado «barco de la esperanza», refugiados españoles siguieron entrando en Chile a través de líneas navieras regulares o a través de Argentina, pero en número menor.

En el “Winnipeg” llegaron al menos veintiocho marinos de la Armada. La mayoría lo hizo desde Túnez. En el 39, década de los 40 e incluso en los primeros años de los 50, arribaron 5 marinos más. En total, hubo como mínimo 33 marinos de la Armada exiliados a Chile.

Pablo Neruda había estado en España desde 1934 hasta mediados de 1936 como cónsul en Barcelona y Madrid. Según confesión propia, lo que vivió en aquel período en España le hizo cambiar para siempre: «El contacto de España me había fortalecido y madurado» (1977, p. 196). Cuando regresó a Chile, a finales de 1937, su principal objetivo fue apoyar a la España republicana. Fundó la Alianza de Intelectuales de Chile y articuló una importante campaña de solidaridad con el pueblo español a nivel nacional que, terminada la guerra de España, se plasmó en el Comité Chileno de Ayuda a los Refugiados Españoles (CChARE).

Al final de la guerra, Pablo Neruda obtuvo el apoyo del nuevo presidente de Chile, para acoger a los exiliados republicanos. Según testimonio de Volodoa Teiltelboing, miembro de la comisión que se entrevistó con el presidente para organizar la llegada de los españoles, éste pidió «pescadores, gente que trabaje con las manos. Y también profesores - no digo guerreros-. Habrá trabajo para todos» (Gálvez, 2014, p. 53). Con esta consigna, Neruda, nombrado Cónsul Delegado para la Inmigración Española, marchó a Francia a «recoger caídos», o sea a poner en pie una operación que se plasmaría con la llegada del Winnipeg cargado con más de 2.000 exiliados. Lo cierto es que «Neruda parió el proyecto» (Gálvez, 2008, p. 90) y que fue su impulsor intelectual y material.

Esta empresa solidaria suscitó la fuerte oposición de la derecha chilena que contaba con importantes medios de comunicación a su alcance. Esta cuestión estuvo a punto de provocar una crisis de gobierno, dividió la sociedad chilena y casi hizo zozobrar el proyecto. La derecha y parte de los socios del Frente Popular (Lemus, 2009) exigieron reducir el número de refugiados a 1.400 y excluir a los intelectuales, profesionales y militantes políticos. Incluso el régimen franquista ejerció presiones sobre el gobierno chileno sobre quienes podían o no participar en esta expedición (Lemus, 2007). 

Debido fundamentalmente al empecinamiento de Pablo Neruda, no se cumplieron estrictamente las limitaciones que le quisieron imponer en cuanto a quienes y a cuántos podían embarcar. Por un lado, el “Winnipeg” sobrepasó holgadamente el cupo deseado, aunque «la derecha consiguió detener el flujo de emigrantes» (Caudet, 2005, p. 105), ya que no hubo más expediciones colectivas posteriormente y, por otro lado, aunque de forma limitada, subieron en el «barco de la esperanza» suficientes intelectuales, artistas y profesionales como para dejar una benéfica impronta en Chile.


Ruta del Winnipeg (Jaime Ferrer Mir, 1989)

El Winnipeg

La selección de los pasajeros del Winnipeg fue encargada al SERE (Servicio de Emigración de Refugiados Españoles), organismo que ayudó a los refugiados españoles y en el que estaban representados todos los partidos, otorgándose un porcentaje a cada uno. Neruda se reservó la selección de 100 pasajeros que escogió según sus propios criterios. Algunos acusan a Neruda de haber favorecido a los comunistas y haber vetado a los anarquistas. Julio Gálvez aporta varios testimonios que desmienten estos criterios y proporciona datos sobre los «muchos anarquistas que no tuvieron problemas en ser seleccionados» (2014, p. 85-89). Entre los marinos que llegaron en el Winnipeg, conocemos la opción política que ellos mismos declararon en el momento de embarcar y que refleja la lista proporcionada por Javier Rubio (1977, p. 1062 y ss.). De los 28 marinos del “Winnipeg”, sólo 7 declaran no militar en algún partido o sindicato. Uno pertenece al PSOE (el marinero Jesús Rico Domínguez), dos al PCE (los cabos de artillería José Roca Segarra y Antonio Soto Herrera) y uno a la CNT (el marinero Vicente Pita Armada). Cuatro marinos se declaran miembros de sindicatos (son el marinero de reemplazo Manuel Allegue García, el oficial de la Reserva Naval Francisco Álvarez Suarez y los cabos Eduardo Otero Ruiz y Antonio Soto Herrero. Su afiliación a un sindicado corresponde a su vida civil ya que en la Armada no estaban, evidentemente, sindicados.). Viendo el número de no afiliados, veintiuno, está claro que no era necesario estar inscrito a ningún partido para subir al “Winnipeg”. Además, observamos que había un cenetista que se declara oficialmente como tal.

En cuanto a las profesiones que tanta importancia tenían para las autoridades chilenas, se dice que la emigración republicana a Chile fue «la más proletaria de toda América» (Llorens, 1978, p. 160). Esto se refleja también en los marinos. Conocemos su categoría dentro de la Armada al empezar la guerra y a partir de ahí, también podemos deducir su origen social. En el grupo del “Winnipeg” hay 13 marineros, 8 cabos, 1 buzo, 2 auxiliares, 3 maquinistas y un patrón de cabotaje que era de la Reserva Naval. Las categorías más básicas dentro de la Armada (marineros, cabos y buzos), conforman el 78% del colectivo que provienen de categoría sociales modestas. En este aspecto, el grupo de marinos cumple con el perfil proletario de los pasajeros del “Winnipeg”.

Por lo que refiere a los orígenes territoriales de los exiliados a Chile en el “Winnipeg”, en general predominaron vascos y catalanes (Buildain, 1992, p. 259), cosa que también preferían las autoridades chilenas (Rubio, 1977, p. 182) ya que parecen orígenes con solvencia profesional y moral. En cambio, sobre 18 marinos de los que conocemos el lugar de origen, 16 eran gallegos. En este grupo, los gallegos eran mayoría. En cuanto a la cifra total de gallegos en el “Winnipeg”, Xosé M. Núñez Seixas considera que llegaron como mínimo 45 (2001, p. 37). Por lo que se refiere a las demás procedencias territoriales, había un vasco (el maquinista Enrique Méndez García), un andaluz (el artillero Antonio Soto Herrero) y un albaceteño (el buzo Pascual Iniesta Martínez) que vivía desde los tres años en Cartagena, lo que explicaría su vocación marinera.

Fue voluntad de Neruda que los pasajeros fueran seleccionados de entre todos los campos de concentración. Con respecto a los marinos, esta premisa se cumplió. Ésta fue la única expedición a América que incluyó un número tan importante de refugiados del campo tunecino de Meheri Zebbeus, lejano y olvidado: 24 salieron directamente de éste. Por otra parte, en Francia, al menos 3 marinos abandonaron los campos de concentración de Argelès-sur-Mer y de Le Barcarès.


Lista de los marinos de Meheri Zebbeus, Túnez, seleccionados para marchar a Chile (CADN 2MI-563)


Los seleccionados fueron convocados mediante una carta del SERE que les indicaba el lugar de embarco y daba los días 29, 30 y 31 de julio como fechas de reunión. Además de esta cita personal, hubo un requerimiento para los jefes militares de los campos de concentración donde estuvieran internados los refugiados. En Túnez, el Ministerio del Interior francés informó en julio de 1939 a las autoridades francesas de la Residencia que 30 refugiados españoles eran autorizados a ser acogidos en Chile (6). En la lista, tres personas son tachadas a lápiz y se indica que están en Kasserine. Este campo de trabajo tenía por finalidad sacar adelante una huerta sobre un terreno baldío. ¿Son eliminados porque en esos momentos están trabajando sin paga para las autoridades francesas? 

Por fin, los refugiados marcharán de Túnez a bordo del buque “Gouverneur Général Grévy” hacia Marsella el 29 de julio por la noche (7). Uno de ellos tendrá que salir del país en hidroavión directamente hacia Burdeos (8). Los exiliados de Túnez salieron con el tiempo justo y los días contados.

El auxiliar alumno de artillería Gerardo Rico López 

Otro de los requisitos en los que insisten los testigos es que hubo voluntad de reunir a las familias dispersas en los distintos campos de concentración. Esto también se cumplió con algunos marinos. El cabo de artillería Gerardo Rico López, desde Túnez, se reencontró en los muelles de embarque con su hermano Fernando Rico López, cabo de marinería, que estaba en el campo de concentración de Le Barcarès, en Francia.

Lo mismo ocurrió con José Otero Cacabelos que era cabo torpedista-electricista en el Libertad al empezar la contienda. Sus hermanos, Antonio y Manuel, con dos sobrinos, habían huido en el barco de pesca de altura “O Novo Emden” en agosto de 1937. Después de largos avatares, José y Manuel se reencontraron con sus sobrinos en Burdeos y consiguieron embarcar en el “Winnipeg”. Los cuatro vivieron en Chile toda su vida (9).

El marinero Vicente Pita Armada

Los tres hermanos Pita Armada, José, Manuel y Vicente, también consiguieron reunirse y marchar juntos a Chile. Impulsores del Sindicato de la Industria Pesquera de la CNT de la zona de Cariño, habían huido al caer Galicia, en julio de 1936, en el bonitero “Arkale” hasta Bilbao. Los otros tres hermanos que se quedaron en España fueron fusilados. Los fugitivos, lucharon primero en el frente norte, terminando en Francia tras la derrota. Retornaron a la España republicana por Barcelona y Vicente, el más joven, se incorporó a filas como marinero en el crucero “Jaime I”. Sus hermanos, José y Manuel, marcharon a Almería y Adra donde crearon industrias conserveras colectivizadas con los pescadores de la zona. Al final de la guerra, Vicente Pita Armada salió con la flota hacia Bizerta. Sus hermanos salieron de Adra en el “Quitapenas” para recalar en Orán y fueron recluidos en el campo de Boghari. Los tres volvieron a reencontrarse en el “Winnipeg” para emprender otra vida en Chile (10). 

El SERE y la FOARE (Federación de Organizaciones de Ayuda a la República Española) argentina fueron los organismos que financiaron principalmente la expedición del Winnipeg. Pero no fueron los únicos colaboradores. Neruda contó también con la ayuda económica de los cuáqueros (Carcedo, 2006), los masones, aunque fue una ayuda de carácter más bien individual (Lemus, 2007, p. 254) y, desde Chile, colaboraron la Alianza de Intelectuales Chilenos y el CChARE, que organizó la instalación de los refugiados.

La FOARE fue un potente organismo creado en Argentina en 1937 que estaba formado por numerosísimos organismos a lo largo y ancho del país y cuya ayuda a la España republicana fue importante y valiosísima, a pesar de la censura y oposición que tenían que vivir en su país. Basta recordar que hasta mayo de 1939 había recaudado 70 millones de francos y que financió casi la mitad del pasaje del Winnipeg y parte de sus gastos de mantenimiento durante los seis primeros meses de su estancia en Chile, mientras no encontrasen trabajo (Gálvez, 2014, pp. 77-79).

El gobierno chileno consintió en recibir a los refugiados españoles a condición de que no supusieran ningún gravamen económico. Aún el 27 de julio, con el buque ya listo, fue prohibido el embarque si no se recibían los fondos para el mantenimiento de los exiliados. El dinero fue depositado en Chile y el embarque se pudo completar (Lemus, 2009, p. 125).

Por otra parte, como pasó en otras expediciones, si el propio pasajero podía pagar su billete era indudablemente más fácil subir al “Winnipeg”. Algunos pudieron hacerlo por sus propios medios o con la ayuda de familiares emigrados. Este es el caso de los tres hermanos Pita Armada que pudieron recurrir a un vecino y un cuñado que habían emigrado a Argentina y que les hicieron llegar el dinero para el viaje (Puentes, 2013, p. 194). En Túnez, donde estaban recluidos la mayoría de los marinos del “Winnipeg”, las autoridades de la Regencia avisaron al comandante de la Compañía de Túnez que los elegidos serían llevados al puerto de embarque «après […] vous être assuré qu’ils sont en possession des fonds nécessaires pour le voyage» (11).

El número exacto de pasajeros es realmente una incógnita aún hoy en día. Pablo Neruda mandó al Ministerio de Relaciones Exteriores un informe sobre su gestión y una estadística por profesiones y edades que arroja una cifra de 2004 refugiados. El médico de a bordo contó entre 2270 a 2500 (Lemus, 2007, p. 255). Javier Rubio aportó una lista de pasajeros de 2.200 (1977, pp. 1063-1113). Años más tarde, Jaime Ferrer Mir (1989) publicó Los españoles del Winnipeg y proporcionó una lista con 2.201 personas. Posteriormente Julio Gálvez pulió y completó esa lista, junto con Jaime Ferrer, que remite a más de 2.300 personas e, igual que Jaime Ferrer, piensa que «es también con toda seguridad, incompleta» (Gálvez, 2014, p. 116). No sólo es incompleta, sino que también sobran personas. Es decir que no todos los que figuran en estos listados se fueron realmente a Chile. Tenemos un ejemplo con la inclusión del comandante de la lancha torpedera nº31, Vicente Criado Gabeiras. Salió de Rosas el 10 de febrero de 1939 y terminó internado en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer. Aunque fue probablemente seleccionado para marchar en el “Winnipeg”, lo que explica que figure en las listas de Javier Rubio y Jaime Ferrer, sabemos que fue enrolado en una Compañía de Trabajadores Extranjeros y mandado al norte de Francia donde cayó en manos de los alemanes el 4 de junio 1940, cerca de Dunkerque. Fue internado en el Stalag XVII B Krems-Gneixendorf hasta ser enviado a Mauthausen en diciembre de 1941 de donde salió vivo en mayo de 1945 (12). Tenemos otro ejemplo con Eliseo Fernández Fidalgo, marinero fogonero de 22 años que figura también en las listas de Ferrer y de Rubio. En cambio, se quedó en Túnez y volvió a España en 1944, muy enfermo, donde falleció poco después (13).

El “Winnipeg” llegó ante Valparaíso el 2 de septiembre al anochecer y durante toda la noche, la mayoría de los asilados esperaron el amanecer en la cubierta, expectantes y maravillados ante el espectáculo de las farolas de la bahía y de sus calles empinadas. Al desembarcar, tuvieron un recibimiento apoteósico y caluroso (Mancebo, 2003; Lemus, 2007; Gálvez, 2014), excepto el desconcierto que produjo la banderola «Vivan los coños republicanos», ignorantes de que en Chile esta palabra quiere decir «españoles», por la manía que tienen de utilizarla con frecuencia. (Lorenzo, 2008, p. 9).

Se sabe que en torno a 700 personas quedaron en Valparaíso (Estrada, 2009, p. 96) o sus alrededores como Limache y Quillota (Lorenzo, 2008, p. 8) y también se formaron grupos de pescadores que fueron a Iquique, Talcahuano o San Antonio (Gálvez, 2014, p. 38). Dos marinos al menos pasaron su vida y fallecieron en Valparaíso, el oficial naval Aurelio Cabezón Freire y el marinero Jesús Rico Domínguez (14). 

Al día siguiente de su llegada, los exiliados españoles salieron hacia Santiago en tren, siendo «vitoreados en las distintas estaciones donde se detenía el convoy (15)». La llegada a la estación de Mapocho fue «inenarrable» (Gálvez, 2014, p. 43). A su llegada a Santiago fueron recibidos y atendidos en particular por el CChARE (Ferrer, 1989, 157 y Norambuena, 2016, p. 149). Según un informe de la embajada española en Santiago, unos 15 exiliados se fueron a Temuco, al Sur, y 120 a Magallanes, el fin del mundo (Lorenzo, 2008). Allí hemos localizado al marinero del “Jaime I”, Manuel Álvarez López, en Valdivia, al sur de Chile, capital de la Región de Ríos, agricultor de oficio y que falleció allí en 1991 (16).


Otras llegadas

Los exiliados del “Winnipeg” no fueron los únicos que alcanzaron Chile. Anteriormente al barco «alado» llegaron pequeños grupos de exiliado en el “Reina del Pacífico”, el “Santa Lucía” y el “Órbita”. Posteriormente, otros exiliados llegaron, pasando primero por Argentina, donde arribaron a bordo de vapores como el “Formosa”, el “Groix”, el “Masilia” o el “Alsina” y cruzando luego la cordillera con el Ferrocarril Transandino. Este goteo continuó durante la década de los 40’ e incluso en los inicios de los 50’. Javier Rubio refiere que, entre 1947 y 1951, 776 españoles llegaron a Chile bajo el amparo de la Organización Internacional de los Refugiados (1977, p. 743). Encarnación Lemus, teniendo en cuenta todos los datos, considera que Chile acogió en total entre unos 3.200 y 3.500 exiliados (1998 y 2007), es decir que podemos pensar, descontando a los que desembarcaron del “Winnipeg”, que llegaron a Chile en torno a 1200 o 1500 refugiados españoles.

Entre estos exiliados, había, como mínimo, cinco marinos. El primero en llegar fue el teniente de Intendencia de la Armada, Fernando Jiménez de Cisneros Ponce, que alcanzó Chile a bordo del “Órbita”, el 15 de agosto de 1939, antes de la expedición del “Winnipeg” (Lemus, 2007, p. 261). Después del «barco de la esperanza», Mateo Abelló Roset, teniente coronel de ingenieros de la Armada, llegó a Chile a bordo del “Oropesa” en 1940, desde Liverpool (17). En torno a 1945 arribaron con sus familias José Delmas Blasco (18), oficial primero de artillería, y Francisco Vázquez Conlledo, Jefe de Negociado de Contabilidad de Marina, habilitado de comandante (19).


El Oficial del Cuerpo de Auxiliares Navales José Ramos Olivera (Portella, 2017, p.532)
No sabemos qué intereses les hizo elegir Chile, pero el itinerario de José Ramos Olivera, auxiliar naval de la Ayudantía Mayor de la Base Naval de Mahón, nos puede hacer comprender las motivaciones de estos re-exilios más tardíos. José Ramos Olivera había salido de Menorca a bordo del Devonshide, en febrero de 1939, rumbo a Marsella. Recluido en Argelès-sur-Mer, fue enrolado en una Compañía de Trabajadores y destinado a hacer carbón en los bosques del Puy-de-Dôme. Cuando los alemanes invadieron Francia, se lo quisieron llevar a trabajar a Alemania, escapó y tuvo que vivir escondido hasta el fin de la guerra. Terminada la II GM se estableció como carpintero en Francia y estudió por correspondencia construcción civil. Pero, por ser extranjero, no podía ejercer. Su mujer y su hijo no pudieron reunirse con él hasta 1948. Buscando mejor horizonte laboral, decidieron emigrar a Venezuela, donde tenían una prima. Pero no obtuvieron el visado. Ante las opciones que había en aquel momento, Australia, Canadá o Chile, optaron por este último país al ser de habla española. Para llegar allá, cogieron un barco italiano, el “Génova”, hasta Buenos Aires, anulando primero el viaje a bordo del “Provença” cuando se enteraron de que hacía escala en España. Finalmente entraron a Chile en 1951 con un avión turbo de hélice (Portella, 2017, p. 532).

Perfil de los marinos en Chile

Los marinos que encontraron refugio en Chile conforman dos grupos de características muy distintas: los 28 del “Winnipeg” y los 5 que llegaron fuera de la expedición colectiva. El primer grupo estaba formado por gente joven. La edad media en el momento del embarque es de 26 años, teniendo en cuenta que 13 no pasaban de los 25 y seis habían empezado la guerra a la edad de 18 o 19 años. En cambio, el perfil de los cinco marinos que llegan a Chile por sus propios medios es totalmente diferente. Son más mayores: su media de edad es de 42 años, 7 más que el grupo del “Winnipeg”. Ninguno tiene menos de 35 años. 

En cuanto a sus categorías dentro de la Armada ya hemos adelantado que el grupo del “Winnipeg” está formado en gran parte por las categorías básicas dentro de la Armada. A lo largo de la guerra fueron promovidos de categoría y algunos tuvieron destinos con cierta responsabilidad como comandantes de guardacostas o jefe de máquinas de un destructor, pero no se puede considerar que tuvieran vinculaciones con altas esferas de poder que favorecieran su inclusión en las listas de embarque de una expedición colectiva a América. En cambio, el segundo grupo llega a Chile con una carrera ya casi a sus espaldas. Sus categorías, dentro de la Armada, denotan una más larga y consolidada trayectoria profesional que el primer grupo. Por ejemplo, Mateo Abelló Roset, era del Cuerpo General ya que era alférez de navío en 1905 (D.O. 14/09/1905). Después de la I Guerra Mundial, se hizo ingeniero naval y siguió una brillante carrera como ingeniero siendo durante la guerra representante del Ministerio y Marina Mercante en el comité ejecutivo de la compañía Transatlántica. Otro ejemplo podría ser José Delmás Blasco, oficial 1º de artillería que, durante la guerra fue ayudante personal del subsecretario de Marina, Antonio Ruiz. Se puede deducir que este segundo grupo tuvo probablemente redes sociales o económicas que favorecieron su llegada a un país iberoamericano. 

Por lo que respecta al origen territorial, en el grupo del Winnipeg hemos visto que son gallegos en su mayoría. En esto no se alinean con las características del exiliado a Chile. En estudios sobre la emigración gallega al país andino se suele destacar que una de sus características es su «escasa importancia cuantitativa y cualitativa» (Rodríguez Lago, 1999, p. 315), con lo que no parece que hubiera realmente lazos familiares preestablecidos que favoreciera este destino entre los gallegos.

Cuadro 1: perfil del grupo

LLEGADOS EN EL WINNIPEG
Nombre, Origen  Edad en el momento del exilio, Empleo o categoría en 1939,  Adhesiones y actividades políticas

ALLEGUE GARCÍA, Manuel, sin información, 27 años, Marinero, UGT
ÁLVAREZ LÓPEZ, Manuel, sin información, 22 años, Marinero, Ningún partido (NP)
ÁLVAREZ SUAREZ, Francisco, Galicia, 34  años, Oficial RN. Comandante V-23, UGT
BARROS PRIETO, Juan, Galicia, 39 años, Jefe Maquinista Miranda, NP/Toma buque
CABEZÓN FREIRE, Aurelio, Galicia, 39 años, Auxiliar, Comandante V-14, NP. 
FEAL GALEGO, José, Galicia, 36 años, Auxiliar maquinista, NP/SRI
GARCIA PUGA, Faustino, Galicia, 26 años, Pasa República (*). Marinero. Sin información
GARCIA SEOANE, Jesús, Galicia, 28 años, Auxiliar alumno artillería, NP. 
GONZÁLEZ REGUEIRA, Francisco, Galicia, 22 años, Marinero, NP
INIESTA MARTINEZ, Pascual, Albacete, 26 años. Buzo. NP. 
LÓPEZ DOPICO, Antonio, sin información, 22 años, Marinero. NP. 
MARTÍNEZ GONZÁLEZ, Tomás, sin información, 23 años, Marinero. NP. 
MÉNDEZ GARCÍA, Enrique, Euskadi, 28 años, Maquinista, NP. 
OTERO CACABELOS, José, Galicia, 25 años, Auxiliar a. electricista. NP. 
OTERO PANTIN, Alejandro, Galicia, 21 años, Fogonero, NP.
OTERO RUIZ, Eduardo, Galicia, 27 años, Auxiliar a. electricista. Sindicato T. Vascos
PALMEIRO CHAO, Francisco, Galicia, 21 años, Cabo marinería, NP /SRI (*)
PEREIRO CORES, Ramón, sin información, 22 años, Marinero, NP. 
PÉREZ GARCÍA, Juan, Galicia, 27 años, Auxiliar electricidad. NP. 
PITA ARMADA, Vicente, Galicia, 25 años, Marinero, CNT
REGUEIROS PAZOS, G., Galicia, 25 años, Cabo torpedos. NP. /SRI
RICO DOMINGUEZ, Jesús, sin información. 24 años, Marinero, PSOE
RICO LÓPEZ, Fernando, Galicia, 27 años, Auxiliar a. naval. NP.
RICO LÓPEZ, Gerardo, Galicia, 28 años. Auxiliar a. artillería. NP./toma buque
ROCA CEGARRA, José, sin información, 29 años, Alférez navío Escuela Naval Popular. PCE
ROCA SANDE, José,  sin información, 27 años, Auxiliar a. electricista. Sin información
SOTO HERRERA, Antonio, Andalucía, 34 años, Auxiliar a. artillería. PC/UGT/SRI
VARELA PÉREZ, Enrique,  sin información, 25 años, Marinero. NP. 
VEIGA GÓMEZ, Manuel, Galicia, 24 años, Marinero. NP.

LLEGADAS INDIVIDUALES 
ABELLO ROSET, Mateo, Cataluña, 56 años, Coronel Represent. Ministerio Marina. NP. 
DELMAS BLASCO, José, C. Valenciana, 37 años, Condestable/ Ayudante Subsecretario. NP/ masón/Toma Arsenal
JIMÉNEZ de CISNEROS, F., Murcia, 44 años, Teniente Intendencia. Masón/Comité Ministerio
RAMOS OLVERA, José, Andalucía, 35 años,  Auxiliar Ayudantía Mahón Ninguna
VÁZQUEZ CONLLEDO, F. , Galicia, 38 años, Teniente Intendencia. UMRA

Cuadro de elaboración propia en base, fundamentalmente, a informaciones procedente del CDMH, el CADN, la «Relación de marinos y civiles españoles llegados a Túnez con la flota republicana» de Manuel Pedreiro (ver nota 13), Diarios Oficiales de Marina y del Ministerio de Defensa Nacional, Hemerotecas y la bibliografía señalada. *NP: ningún partido; RN: Reserva Naval; SRI: Socorro Rojo Internacional; Pasa República: enrolado ejercito franquista, se pasa en el frente a la República.


En cambio, en el segundo grupo, los orígenes territoriales, son muy dispersos: un gallego, un catalán, un valenciano, uno de Cartagena y otro de Cádiz. Estamos lejos de la mayoría de gallegos del primer grupo o de las mayorías catalanas o vascas del exilio a Chile. En cuanto a la militancia política de todos los llegados a Chile, sabemos la filiación que declaran 30 marinos. De ellos, 22 dicen no estar afiliados en ningún partido (73,3%). Es un porcentaje elevado, pero no debe extrañar.

El auxiliar alumno de máquinas José Feal Galego, uno de los adherentes
al Socorro Rojo Internacional (AGA, ficha)

En la marina republicana tenían a gala no militar en ningún partido, revindicando ante todo su profesionalidad y lealtad al gobierno legítimo. Cuatro marinos al menos adhirieron al Socorro Rojo Internacional (SRI) hacia la mitad de 1937. Fue un organismo relacionado con el Partido Comunista de España (PCE), pero sus miembros no pertenecían necesariamente al PCE. Sólo uno era militante del PCE, según sus fichas de adhesión (20). De hecho, éste, Antonio Soto Herreros, tuvo una causa abierta por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo (TERMC) por comunismo. Al estar ausente, se archivó provisionalmente en 1954 «en tanto el encartado se presente o sea hallado» (21).

Tres de los que venían de Túnez fueron clasificados como «indeseables» por las autoridades francesas del campo de Meheri Zebbeus que quisieron apartar a los conocidos por su militancia política o por ser particularmente recalcitrantes. Se trataba de Alejandro Otero Pantin, Vicente Pita Armada, José Roca Cegarra. Estos «indeseables», fueron mandados a la 7.ª Compañía de Trabajadores Extranjeros, anexionada al 1.º Batallón de Infantería Ligera, conocido más comúnmente como el BIL, batallón disciplinario del ejército francés y que estaba en el desierto de Gabès. Ser seleccionados para ir a Chile les libró de uno de los destinos más duros que sufrieron los marinos exiliados en Túnez (Fernández Díaz, 2009,187-192 y 197-206) (22). 

Por otro lado, dos marinos del segundo grupo, eran masones, lo que concuerda con la generación más mayor del cuerpo de auxiliares en la Armada en la que hubo una importante adhesión a la masonería. El TERMC les abrió causa, encontrándoles en «ignorado paradero» (23). Eran Fernando Jiménez de Cisneros Ponce y José Delmas Blasco.

Algunos participaron de manera destacada a favor de la República en el momento del intento de golpe militar colaborando en la toma de control de los barcos o del Arsenal de Cartagena (Juan Barros Prieto, José Delmas Blasco), formando parte de algún comité, siendo miembro de la Unión Militar Republicana Antifascista (Francisco Vázquez Conlledo) o llevando un bou armado franquista a un puerto republicano (Gerardo Rico López). Estuvieron indudablemente comprometidos con la República, pero, en conjunto, tuvieron un compromiso «de baja intensidad». No se parecen a los «guerreros» que vetaba el presidente Pedro Aguirre Cerdá. En esto también los marinos se muestran conformes al modelo reclamado en Chile.

La integración

La integración de los españoles dentro de la sociedad chilena fue, según opinión generalizada, un éxito teniendo en cuenta que más de la mitad de los exiliados tenían trabajo poco después de llegar (Soldevila, 1998, p. 193) y que los refugiados no plantearon grandes problemas a la sociedad chilena. Su presencia se extendió de norte a sur por todo el territorio. Fueron bien acogidos en general, de forma desigual por la antigua colonia española y con buena voluntad por el gobierno como demuestra el hecho de que, excepcionalmente, los asilados pudieron incorporarse a puestos públicos (Soldevila, 1998, p. 149) o se les concediera la nacionalidad chilena en 1946 (Lemus, 2009, p. 116). Francisco Caudet dice que la llegada de los exiliados republicanos «fue un beneficio para el país» (2005, p. 105). Incluso los pocos intelectuales o profesionales que pudieron entrar en Chile tuvieron un peso importante en el desarrollo de ciertas facetas de la cultura chilena como son el teatro, las artes gráficas, el periodismo o la historiografía. En general, se señala que contribuyeron al desarrollo de la industria del mueble, del diseño gráfico, de las empresas editoriales. En particular, dieron a conocer nuevas técnicas de pesca y propagaron la industria conservera del pescado (Gálvez, 2014, p. 237). La llegada de estos gallegos pescadores generó incluso, según Xosé M. Núñez Seixas, un flujo migratorio entre la Costa da Morte y Chile (2009, p. 124).

De los 33 marinos que llegaron a Chile, 15 vivieron toda su vida en el país andino y al menos 14 fallecieron allí (24). Es probable que los marineros de reemplazo gallegos, que eran pescadores en la vida civil, participaron en la pesca y la industria conservera. Es el caso de Vicente Pita Armada, natural de Cariño, que, junto con sus hermanos, trabajó en la industria conservera y de salazones en Chile, al menos durante los primeros años (Puentes, 2013) (25). En este mismo orden de idea participó el cartagenero Fernando Jiménez de Cisneros Ponce, que publicó en 1944 un libro que tuvo una cierta repercusión: «La Industria de la Pesca». En un amplio artículo publicado en La Hora, de Santiago de Chile, el 1 de febrero de 1944, se alababa profusamente este libro «claro y sencillo con noticias completas y amplias sobre cada uno de los problemas que plantea la pesca». Hay que recordar que Chile no tenía desarrollada la pesca ni su industria y los españoles contribuyeron de manera fundamental a fomentarla. El artículo terminaba así:

“Todo cuanto en estos momentos se hable, se escribe y se haga sobre pesca en Chile, es útil y aprovechable y fructificará en próximos días. Refugiados republicanos españoles -gallegos, asturianos, vascos y santanderinos- diseminados en todo el litoral, están realizando una magnífica labor en tal sentido que ha merecido, en diversas ocasiones, aplausos y elogios, de los sectores más diversos de opinión” (26)

En 1949, Fernando Jiménez de Cisneros formó parte de la primera directiva como secretario de Sonopesca (Sociedad Nacional de Pesca de Chile) (27). En 1954, era gerente de la pesquería Tarapacá (28).

El catalán Mateo Abelló Roset era el más mayor de los marinos españoles. Tenía 56 años cuando llegó a Chile. En este país ejerció como ingeniero naval y participó en la reflotación del dique de Valparaíso (29). También fue profesor de arquitectura naval en la facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile (30).

El oficial de  artillería José Delmás Blasco durante la guerra (Cartagena Histórica, suplemento nº2)

El cartagenero José Delmas Blasco pasó también gran parte de su vida en Chile. Se hizo ingeniero civil y ejerció ese oficio en el país andino. Era un hombre muy activo que «pronuncia conferencias, escribe artículos, participa en congresos conferencias, [… y…] fundó varios centros culturales españoles» (31). En 1969 hizo un viaje a España con su mujer y sus hijos, quizás con la intención de quedarse. Pero, finalmente, marchó a Canadá y falleció en Ontario, Toronto (32).

El gaditano José Ramos Olvera, llegó a Chile en 1951, buscando mejoras laborales y el reconocimiento de un título de ingeniero civil que no podía ejercer en Francia, como ya hemos visto. Enseguida consiguió trabajo en una empresa de construcción para construir un embalse en los Andes, en el lago de Maule, en el centro del país. Pero, por ser el clima tan duro, sólo se podía trabajar en verano. Buscando rentabilizar el resto del año, José Ramos buscó otras posibilidades y en 1956 abrió una fábrica de ropa que tuvo un gran éxito ya que trajo la novedad de los pantalones de mujer. Además de la fábrica, llegó a tener tres tiendas. En 1975, al enviudar, vendió todo y volvió a España para reencontrar probablemente el mundo de su juventud. Durante un año, lo intentó, pero al final, volvió a Chile con sus hijos y sus familias. Falleció en Santiago de Chile en 1977 (Portella, 2017, pp. 532-534).

José Otero Cacabelos, natural de O Grove, fue gerente de unos grandes almacenes y «llegó a tener una buena posición social» (33). Su mujer se reunió con él en Chile, tuvieron 2 hijos. Volvió a España de visita en los años 80. Pero retornó allí donde había rehecho su familia. Falleció en Santiago de Chile en 1993.


El capitán de Intendencia Francisco Vazquez Conllevo

El gallego Francisco Vázquez Conlledo, capitán del Cuerpo de Intendencia y jefe del Negociado de Contabilidad de Marina al final de la guerra, había sido en la década de los años 20, el representante en La Coruña de la revista «España Marítima» que trataba temas sobre «los barcos rotor», «la pesca de Lamajuba en el Cantábrico», «Pesca con luz», etc. Fueron sin duda conocimientos que pudo aportar a la industria pesquera en Chile, aunque ignoramos su recorrido profesional en el país andino donde falleció en 1949 (34).

No sabemos nada sobre el recorrido profesional de los otros 6 marinos que fallecieron en Chile. Con la información que tenemos podemos decir que, en general, los marinos salieron delante de muy diversas maneras, con oficios o negocios que no tuvieron siempre que ver con su pasado en la Armada.

Cuadro 2: Integración en Chile

Nombre, Profesión, Lugar  y fecha fallecimiento

LOS QUE SE QUEDARON
1. ABELLO ROSET, Mateo, Ingeniero, profesor, Barcelona
2. ÁLVAREZ LÓPEZ, Manuel, Sin información, Chile 1991
3. CABEZÓN FREIRE, Aurelio, Sin información, Chile 1969
4. DELMAS BLASCO, José, Ingeniero, Canadá
5. GARCIA PUGA, Faustino, sin información, Chile
6. JIMÉNEZ de CISNEROS, Gerente empresa pesca, Chile 1968
7. OTERO CACABELOS, José, Gerente almacenes, Chile 1993
8. OTERO RUIZ, Eduardo, Sin información, Chile 1997
9. PITA ARMADA, Vicente, Gerente salazones, Chile
10. RAMOS OLVERA, José, Ingeniero constr./fábrica ropa, Chile 1977
11. REGUEIROS PAZOS, Gumersindo, Sin información, Chile 1970
12. RICO DOMINGUEZ, Jesús, Sin información, Chile 2009
13. RICO LÓPEZ, Fernando, Sin información, Chile 
14. RICO LÓPEZ, Gerardo, Sin información, Chile 1985
15. ROCA SANDE, José, Sin información, Chile post. 1981
16. VÁZQUEZ CONLLEDO, Sin información, Chile 1949

LOS QUE MARCHARON
1. ALLEGUE GARCÍA, Manu. Sin información. Sin información
2. BARROS PRIETO, Juan, Sin información. Sin información
3. LÓPEZ DOPICO, Antonio, Sin información. Sin información
4. PEREIRA CORES, Ramón, Sin información. Sin información
5. VARELA PÉREZ, Enrique, Sin información . Sin información
6. INIESTA MARTINEZ, Pascual. Sin información. Argentina
7. MÉNDEZ GARCÍA, Enrique, Marino mercante. Argentina
8. GONZÁLEZ REGUEIRA, Fr., Sin información. Uruguay
9. FEAL GALEGO, José, Sin información. Uruguay
10. ÁLVAREZ SUAREZ, Francisco. Marino mercante. EEUU
11. MARTÍNEZ GONZÁLEZ Tomás, Operario, Brasil
12. SOTO HERRERO, Antonio, Sin información. México
13. VEIGA GÓMEZ Manuel, Sin información, Pide volver a España

SIN INFORMACIÓN
1. GARCÍA SEOANE, Jesús, Sin información Sin información
2. OTERO PANTIN, Alejandro. Sin información, Sin información
3. PALMEIRO CHAO, Francisco. Sin información Sin información
4. PÉREZ GARCÍA, José Sin información, Latinoamérica 1970
5. ROCA SEGARRA, José, Sin información, Extranjero, 1975

Cuadro de elaboración propia en base a diferentes fuentes ya nombradas en pie de página

Aparentemente, los demás se fueron. Cinco pidieron ayuda a la FOARE y se pierde su traza en Chile, con lo cual podemos pensar que, con casi toda probabilidad, todos salieron de Chile (35). Dos marinos marcharon a Argentina (Enrique Méndez García y Pascual Iniesta Martinez), dos se fueron a Uruguay (José Feal Galego y Francisco González Regueira) y uno (Antonio Soto Herrero) a México (36).


El maquinista Francisco Alvarez Suarez (ficha AGA)

Otro, maquinista, Francisco Álvarez Suarez se trasladó a EE. UU. donde trabajaba como marino en 1946 (37). Otro marino, Tomás Martínez González, estaba ya en Brasil en 1941, trabajando como operario (38). Por fin, hay trazas de que uno, Manuel Veiga Gómez, pidió volver a España en 1945 (39). Otros dos marinos de este grupo fallecieron en América (José Pérez García, Y José Roca Segarra), pero ignoramos dónde (40). Desconocemos totalmente lo que ocurrió con los demás. Es decir, 13 marcharon con seguridad de Chile, lo que representa un 46,4%. Parece un porcentaje alto si lo comparamos con el exilio a México, por ejemplo. Es posible que el arraigo para agricultores o pescadores fuera fácil, ya que a finales de 1939 sólo un 3,1% de este sector aún no había encontrado trabajo (Tabanera, 1992, p. 527). Sin embargo, para otro tipo de perfil, como es el caso de los marinos de guerra, es posible que no fuera fácil encontrar una ubicación laboral. Aunque los exiliados se comportaron sin duda «con laboriosidad y entusiasmo» (Tabanera, 1995, p. 211), hay que tener en cuenta que los sueldos eran inferiores a los de España, que no siempre recibieron las ayudas prometidas para sobrevivir (Lemus, 2007, pp. 246-247) y que, a fin de cuentas, sus condiciones de vida fueron difíciles (Buldain, 1992, p. 260). Este análisis más individualizado explica por qué Chile fue también un país de tránsito y porqué los marinos intentaron encontrar en otros países una situación más favorable para rehacer sus vidas. 


Conclusiones

El estudio de este pequeño colectivo (41) ilustra las dificultades para investigar a los exiliados del común por la escasez de documentación y bibliografía. Pero no por ello carece de interés. Nos ha permitido confirmar las similitudes de este grupo con el de los exiliados del “Winnipeg” como es, por ejemplo, su «carácter proletario», su juventud o apoliticismo. Los marinos que salen de Túnez, confirman con su presencia el empeño de Neruda de que los refugiados provinieran de todos los campos de concentración, ya que Meheri Zebbeus era uno de los campos más olvidados en aquellos momentos. Se confirma también la voluntad de juntar familias dispersas en diferentes campos como hemos visto con varios hermanos internados en Túnez, Argelia o Francia. En cambio, al analizar el colectivo formado por todos los marinos que llegaron a Chile, observamos una gran diferencia entre los que llegaron en el “Winnipeg” y los que arribaron individualmente. Advertimos que son casi dos mundos diferentes, por edad, por origen territorial y por estatus social. Es un tema en el que cabría quizás profundizar. Por otro lado, en cuanto a su integración, parece que una parte de los marinos se adaptaron e incorporaron profesionalmente a la sociedad chilena de muy diversas maneras, alejadas de su actividad en la Armada. En cambio, constatamos que casi la mitad de los marinos marchó de Chile. Esto puede inducir a pensar que las condiciones de vida en el país andino no fueron siempre fáciles o no correspondían a las aspiraciones de los marinos. Por todo ello, el estudio de este colectivo podría plantear una revisión más en profundidad de las dificultades de arraigo -o no- que tuvieron los exiliados del común en Chile.






Archivos
Archivo Naval de Cartagena (ANC)
Archivo General de la Marina “Álvaro de Bazán” (AGMAB)
Archivo General de la Administración (AGA)Centre des Archives diplomatiques de Nantes. Fonds de la résidence française en Tunisie (CADN)
Servei d’Arxius de Ciència. Arxiu Nacional de Catalunya (SAC)

Publicaciones oficiales
Diario Oficial del Ministerio del Ministerio de Defensa Nacional (D.O.) 
Diario Oficial del Ministerio de Marina (DOM)
Gaceta de la República (GR)
Boletín Oficial del estado (Salamanca)

Escritos inéditos, entrevistas
Manuel PEDREIRO PITA, “Relación de marinos y civiles españoles llegados a Túnez con la flota republicana”, inédito, archivo privado.
Vicente CRIADO GABEIRAS, Entrevista a el 20 de septiembre de 1995

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NOTAS
(6) Centre des Archives Diplomatiques de Nantes (CADN), 2MI-563, fols. 326-327.
(7) CADN, 2MI-563, fol. 345. 
(8) CADN, 2MI-563, fol. 369.
(9) Documental «Novo Emden», Santiago, Saga TV; «Una odisea mundial en busca de la libertad», en La Opinión, a Coruña 2008/08/31; Blog: «O Novo Emden: 18 vidas, 18 historias». Véase en línea: http://novoemden.blogspot.com.es/2007/12/la-tripulacin_27.html.
(10) Nomes e voces, proxecto interuniversitario.Universidade de Santiago de Compostela. Véase: http://www.nomesevoces.net/gl/; y Dionisio PEREIRA y Eliseo FERNÁNDEZ, (2001), pp. 162-203.
(11) CADN, 2MI-563, fol. 327. Traducción: «tras aseguraos de que tienen los fondos necesarios para el viaje».
(12) Entrevista a Vicente Criado Gabeiras el 20 de septiembre de 1995.
(13) Información sobre Eliseo Fernández Fidalgo: Manuel Pedreiro Pita, «Relación de marinos y civiles españoles llegados a Túnez con la flota republicana», inédito, archivo privado. Esta relación es la que confeccionó el auxiliar alumno de artillería Manuel Pedreiro cuando fue representante oficioso de los Refugiados Españoles ante el ACNUR en Túnez desde 1969 hasta 1980 al marchar a Francia el anterior responsable, el teniente de navío David Gasca, que lo fue desde 1939 hasta 1969.
(14) Aurelio Cabezón Freire, ferrolano, en 1938 era oficial naval y comandante del guardacostas “V-14”. Recibió la Medalla del Sufrimiento por la Patria por haber sido herido cuando su buque fue atacado por la aviación (D.O. 07/07/1938). Dejó en España a su familia. Véase también en línea: Blog de Julián Iglesias (http://julindeares.blogspot.com.es/2007/10/s-trigame-milleiros-de-espaois-v-dona_09.html). El otro fue el marinero del “Jaime I”, Jesús Rico Domínguez, tenía 24 años cuando desembarcó en Valparaíso, y falleció allí en 2009. Esta última información aportada por el investigador Jaime Cardona Jansenwirthen correo electrónico del 17 de enero de 2018.
(15) El Mercurio, Santiago de Chile, 04/09/1939, en Carmen Norambuena (2016).
(16) Información aportada por el investigador Jaime Cardona Jansenwirth, que ha consultado el Archivo Nacional de la Administración de Chile, correo electrónico, 8 enero de 2018.
(17) Genes Reunited. Ver en línea: 
(18) Mediterráneo 03/10/1969, p. 01.
(20) Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH), José Feal Galego: Signatura: DNSD-SECRETARIA, FICHERO, 18, F0008739; Francisco Palmeiro Chao: Signatura: DNSD-SECRETARIA, FICHERO, 49, P0013190; Gumersindo Regueiro Pazos: Signatura: DNSD-SECRETARIA, FICHERO, 54, R0027078; Antonio Soto Herrera: Signatura: DNSD-SECRETARIA, FICHERO,64, S0177665.
(21) CDMH, TERMC, 49636-54 y PS-ANTECEDENTES, Exp. 71343.
(22) Lista de «indeseables»: CADN, 2MI-563, folios 451, 452,453.
(23) Fernando Jiménez de Cisneros Ponce y José Delmas Blasco, CDMH: TERMC, 19839 y TERMC, 2404598.
(24) Información sobre los fallecimientos proporcionada, en gran parte, con certificados de defunción, por el investigador Jaime Cardona Jansenwirth en correo electrónico, 8 de enero de 2018.
(25) Conversación telefónica con Hixinio Puentes el 02/01/2018.
(26) Ramón Suárez Picallo, «Un libro sobre industria pesquera», en La Hora (Santiago de Chile), 01/02/ 1944.
(27) «Historia de la Sociedad Nacional de Pesca», en Memoria de Sonopesca, 2003. Disponible en red:
(28) Izquierda Republicana, enero 1954.
(29) SAC, Servei d’Arxius de Ciència. Arxiu Nacional de Catalunya. Disponible en red: http://www.sac.cat/ficha_fondo2.php?sitelang=es&id=495&pagina.
(30) Revista biológica marina, nº 2, Valparaíso: nov. 1992, p. 308.
(31) Mediterráneo, 1969/10/03, p. 01.
(32) Reconocido como ex-auxiliar primero de artillería (graduado Alférez de Fragata) de la Armada. Recibe retiro a través de la Dirección General del Tesoro (nómina extranjeros). Residía en Ontario, Canadá. (DOM 1978/01/03).
(33) Conversación telefónica con su sobrina-nieta Alba Otero el 09/01/2018.
(35) Informaciones aportadas por el investigador Jaime Cardona Jansenwirth, que ha podido consultar los archivos de la FOARE. Correo electrónico, 17/01/2018.
(36) Fondo Consulado General de España en Rosario (Argentina); Nomes e voces, proxecto interuniversitario. Responsable Universidade de Santiago de Compostela; Archivo JARE en Archivo General de la Administración (AGA), M434 - M436; España Popular 1954/01/29.
(37) Archivo JARE en AGA, M434-M435.
(38) Arquivo Público do Estado de São Paulo, Tomás Martínez González, 1941; citing Immigration, São Paulo, São Paulo, Brazil, certificate 635314, registration 121786.
(39) Se trata de Manuel Veiga Gómez, Archivo Naval de Cartagena (ANC), Expediente SIP 32826.
(40) Informaciones aportadas por Manuel Pedreiro en su «Relación de marinos y civiles evacuados en Túnez españoles llegados a Túnez con la flota republicana» que siguió consignando el devenir de cada uno, aún después de salir él mismo de Túnez.
(41) Se trata de una investigación aún no cerrada.