jueves, 14 de diciembre de 2017

José González López, el maestro zapatero del Libertad



Mis hermanos me hablaban de mi padre, pero yo tenía tres años cuando marchó y no me acordaba de él. Aquello me atormentaba mucho”, recuerda Mª Luisa González Collado. Su padre era el maestro zapatero del Libertad. Había embarcado  en ese buque en 1928, cuando aún se llamaba Príncipe Alfonso.

José González López había nacido en Villajuan de Arosa, de la provincia de Pontevedra,  el 5 de febrero de 1903. Pero muy pronto la familia se fue a vivir a Vigo hasta que en 1925 se casó en Ferrol con Manuela Collado López.

La foto que encabeza este artículo se la hizo José en Barcelona en 1929, donde vio la Exposición Universal. Era muy jovial y un entusiasta de los deportes. Varias fotos lo atestiguan:


Con gorra de plato, entusiasmado, en una pelea de boxeo en el Libertad.



Corriendo detrás del campeón de la milla española,  cuando llega a la meta, en Santander el 26 de marzo de 1933. También era futbolista cuando éste era un deporte incipiente.

 Tras los tres años de guerra, salió de Cartagena con la Flota el 5 de marzo de 1939, dejando en Ferrol a su mujer con cuatro hijos. Llegó a Bizerta, en Túnez, y al cabo de unos días, los mandaron a 300 km al sur, encerrados en vagones para caballos. “En las estaciones sacaban las manos por las rendijas y los policías les pegaban en las manos con palos. Les pegaban…”. También contaba su padre que hubo gente que les tiraba papeles con su dirección para que tuvieran a alguien a quien escribir y para mandarles ayuda o paquetes. José González estuvo 9 meses recluido en el campo de concentración de Meheri-Zebbeus, pasando calamidades. Pero para hacerse las fotos que mandaba a la familia por medio de la Cruz Roja, estaba hecho un pincel. 





Salió del campo para trabajar en el Arsenal de Ferryville. Empezó a hacer los trámites para reclamar a su familia. Pero con la II Guerra Mundial, la rendición de Francia y la invasión de Túnez por los alemanes e italianos, todo se quedó en nada.

José González, con su oficio, se ganaba la vida. Para ayudar a su familia, “mi padre le daba dinero a algún exiliado que lo necesitaba y su familia le daba la misma cantidad a mi madre”.

Por fin, en 1947, la familia pudo reunirse con José. El viaje “fue toda una odisea. Duró 11 días. Llegamos a Málaga con 9 horas de retraso y perdimos el barco hasta Melilla. Tuvimos que esperar varios días hasta que llegó otro barco. En Oujda, que era la frontera del Marruecos español con Argelia, mi padre había pagado al revisor del wagon-lits. Llegamos a Constantine en tren. Después, hasta Túnez capital. Allí fue mi padre a buscarnos. Era de noche”. Por fin, con 14 años, Mª Luisa pudo conocer a su padre.

Mª Luisa sigue recordando: “Mi padre tenía un comercio de marroquinería tunecina. Lo hacíamos todo nosotros. Era todo en cuero y mi hermano decoraba la piel con motivos árabes. Era un trabajo duro, pero vivíamos”.

Cuando en 1957 Túnez proclamó su independencia, la vida se hizo más difícil. Al irse los franceses, ya no había ventas. La familia volvió a España un mes, de prueba. Nadie les molestó así que pensaron rehacer su vida aquí. Pero José tenía 55 años y fue difícil. En los años 60 se ganó la vida haciendo de traductor para los barcos boniteros o langosteros que venían de Bretaña o el País Vasco. Acompañaba a los tripulantes al médico cuando lo necesitaban, les llevaba a hacerse fotos o a comprar víveres. Cuando llegó la democracia, hizo los trámites para reclamar una jubilación de Marina. Pero siempre le vino rechazada: no había sido marino y nunca había tenido contrato, sólo un acuerdo verbal. Era lo que llamaban en la jerga de la época “criado particular”. Los hijos ayudaron a sus padres en su vejez. José García López murió a los 84 años en su tierra con la pena de no haber podido disfrutar de una jubilación después de 11 años de servicios en el Libertad.


Las fotos son del Archivo de la familia de José García López. Agradezco a Mª Luisa García Collado su testimonio y su cariño.