viernes, 5 de agosto de 2016

Vicente Criado, sobrevivir al infierno de Mauthausen

Vicente Criado Gabeiras en el Lepanto (Archivo V. Fernández Díaz)



El alférez de navío (habilitado) Vicente Criado Gabeiras entró en Mauthausen en diciembre de 1941. Su número de matrícula era el 4783. Y salió vivo.
Este gallego, nacido en 1914, había ingresa en 1930 en la Escuela de Aprendices Marineros con 16 años.  El golpe de Estado militar de julio de 1936 lo sorprendió a bordo del destructor Lepanto donde era cabo especialista de Marinería, ocupando el destino en puente de Guarda-Banderas. Se mantuvo fiel a la República.
En noviembre de 1937 fue promovido Auxiliar alumno de Marinería y destinado a la base naval de Portman para hacerse con el manejo de las cuatro lanchas torpederas que vendió la URSS a España. Fue comandante de la Lancha nº31.   

El final de la guerra le sorprendió en Cataluña, con las lanchas. Junto a medio millón de españoles  marchó a Francia huyendo de la muerte y la destrucción. Inició entonces un largo periplo que debutó en el campo de Argelès-sur-Mer.

Siguió el destino de miles de españoles que fueron internados en campos de concentración, arrastrados a la primera línea de fuego de la guerra de Francia en una Compañía de Trabajadores Extranjeros (CTE), abandonados a su suerte al caer Francia y entregados a los nazis, sin protección internacional, solos. 

Vicente Criado cayó en manos de los alemanes el 4 de junio 1940, cerca de Dunkerque.  Los españoles, junto con los militares franceses, fueron conducidos hasta el Stalag de Krems-Gneixendorf, uno de los más grandes campos de prisioneros del IIIº Reich en Austria. Allí fueron tratados, en un primer momento, como prisioneros de guerra. Pero un día anuncian a los españoles un traslado.  No saben dónde. En la misma estación del stalag ven por primera vez los uniformes negros de las SS  que, junto al ladridos de sus perros, los conducen directo al infierno.

Mauthausen es un campo de exterminio, reservado a los detenidos considerados por los nazis como irrecuperables.

       Al entrar en el campo eras despojado de todo. Ya no eras dueño de nada. Te afeitaban de pies a cabeza con máquina, te daban un traje de rayas, un gorro redondo, una placa de aluminio atada con alambres a la muñeca. Había que aprenderse bien ese número en alemán porque te iba la vida en ello (*).

Su número era el 4783.

Allí no moría nadie por enfermedad. No se dejaba morir a nadie. Todos eran asesinados. Éramos destinados a la eliminación total y mientras, nos aprovechaban. Porque los SS cobraban por la mano de obra que aportaban a la cantera donde trabajábamos (*).

Vicente Criado Gabeiras logró sobrevivir, “con mucha suerte” según recordaba. Estaba vivo pero con la salud destrozados de por vida. A su salida de Mauthausen estaba irreconocible. Pesaba 35 kg y se había quedado calvo. Le habían extirpado un pulmón a consecuencia de un «experimento» en la enfermería del campo. Pensaban que no podría vivir.

Estuvo ingresado en un sanatorio de Monvielle. No podía comer. Una enfermera, con la que se casó más tarde, Justa, fue alimentándole gota a gota y así, poco a poco, con mucha paciencia, lo fue sacando adelante.

Vivieron y trabajaron en Suiza. Tuvieron una niña que murió joven. Cuando se jubilaron se compraron una casa en Saint Jean de Luz. Desde una de sus ventanas Vicente Criado veía las estribaciones de los Pirineos. “Detrás, decía con una sonrisa y brillos en los ojos,  está España”.



(*) Entrevista realizada el 20 de septiembre de 1995 en Benidorm con ocasión del Encuentro Anual de los Antiguos Marinos de la República.

Foto: Archivo familiar José Fernández Navarro.


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