El
alférez de navío (habilitado) Vicente Criado Gabeiras entró en Mauthausen en
diciembre de 1941. Su número de matrícula era el 4783. Y salió vivo.
Este gallego, nacido en
1914, había ingresa en 1930 en la Escuela de Aprendices Marineros con 16
años. El golpe de Estado militar de
julio de 1936 lo sorprendió a bordo del destructor Lepanto donde era cabo especialista de Marinería, ocupando el
destino en puente de Guarda-Banderas. Se mantuvo fiel a la República.
En noviembre de 1937 fue
promovido Auxiliar alumno de Marinería y destinado a la base naval de Portman para
hacerse con el manejo de las cuatro lanchas torpederas que vendió la URSS a
España. Fue comandante de la Lancha nº31.
El final de la guerra le
sorprendió en Cataluña, con las lanchas. Junto a medio millón de españoles marchó a Francia huyendo de la muerte y la
destrucción. Inició entonces un largo periplo que debutó en el campo de
Argelès-sur-Mer.
Siguió el destino de miles
de españoles que fueron internados en campos de concentración, arrastrados a la
primera línea de fuego de la guerra de Francia en una Compañía de Trabajadores
Extranjeros (CTE), abandonados a su suerte al caer Francia y entregados a los
nazis, sin protección internacional, solos.
Vicente Criado cayó en
manos de los alemanes el 4 de junio 1940, cerca de Dunkerque. Los españoles, junto con los militares
franceses, fueron conducidos hasta el Stalag de Krems-Gneixendorf, uno de los
más grandes campos de prisioneros del IIIº Reich en Austria. Allí fueron
tratados, en un primer momento, como prisioneros de guerra. Pero un día anuncian
a los españoles un traslado. No saben
dónde. En la misma estación del stalag ven por primera vez los
uniformes negros de las SS que, junto
al ladridos de sus perros, los conducen directo al infierno.
Mauthausen
es un campo de exterminio, reservado a los detenidos considerados por los nazis
como irrecuperables.
Al entrar en
el campo eras despojado de todo. Ya no eras dueño de nada. Te afeitaban de pies
a cabeza con máquina, te daban un traje de rayas, un gorro redondo, una placa
de aluminio atada con alambres a la muñeca. Había que aprenderse bien ese
número en alemán porque te iba la vida en ello (*).
Su
número era el 4783.
Allí no moría nadie por
enfermedad. No se dejaba morir a nadie. Todos eran asesinados. Éramos
destinados a la eliminación total y mientras, nos aprovechaban. Porque los SS
cobraban por la mano de obra que aportaban a la cantera donde trabajábamos (*).
Vicente
Criado Gabeiras logró sobrevivir, “con
mucha suerte” según recordaba. Estaba vivo pero con la salud destrozados de
por vida. A su salida de Mauthausen estaba irreconocible. Pesaba 35 kg y se
había quedado calvo. Le habían extirpado un pulmón a consecuencia de un
«experimento» en la enfermería del campo. Pensaban que no podría vivir.
Estuvo
ingresado en un sanatorio de Monvielle. No podía comer. Una enfermera, con la
que se casó más tarde, Justa, fue alimentándole gota a gota y así, poco a
poco, con mucha paciencia, lo fue sacando adelante.
Vivieron
y trabajaron en Suiza. Tuvieron una niña que murió joven. Cuando se jubilaron
se compraron una casa en Saint Jean de Luz. Desde una de sus ventanas Vicente
Criado veía las estribaciones de los Pirineos. “Detrás, decía con una sonrisa y brillos en los ojos, está
España”.
(*) Entrevista realizada
el 20 de septiembre de 1995 en Benidorm con ocasión del Encuentro Anual de los
Antiguos Marinos de la República.
Foto: Archivo familiar José Fernández Navarro.
Foto: Archivo familiar José Fernández Navarro.
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