jueves, 14 de diciembre de 2017

José González López, el maestro zapatero del Libertad



Mis hermanos me hablaban de mi padre, pero yo tenía tres años cuando marchó y no me acordaba de él. Aquello me atormentaba mucho”, recuerda Mª Luisa González Collado. Su padre era el maestro zapatero del Libertad. Había embarcado  en ese buque en 1928, cuando aún se llamaba Príncipe Alfonso.

José González López había nacido en Villajuan de Arosa, de la provincia de Pontevedra,  el 5 de febrero de 1903. Pero muy pronto la familia se fue a vivir a Vigo hasta que en 1925 se casó en Ferrol con Manuela Collado López.

La foto que encabeza este artículo se la hizo José en Barcelona en 1929, donde vio la Exposición Universal. Era muy jovial y un entusiasta de los deportes. Varias fotos lo atestiguan:


Con gorra de plato, entusiasmado, en una pelea de boxeo en el Libertad.



Corriendo detrás del campeón de la milla española,  cuando llega a la meta, en Santander el 26 de marzo de 1933. También era futbolista cuando éste era un deporte incipiente.

 Tras los tres años de guerra, salió de Cartagena con la Flota el 5 de marzo de 1939, dejando en Ferrol a su mujer con cuatro hijos. Llegó a Bizerta, en Túnez, y al cabo de unos días, los mandaron a 300 km al sur, encerrados en vagones para caballos. “En las estaciones sacaban las manos por las rendijas y los policías les pegaban en las manos con palos. Les pegaban…”. También contaba su padre que hubo gente que les tiraba papeles con su dirección para que tuvieran a alguien a quien escribir y para mandarles ayuda o paquetes. José González estuvo 9 meses recluido en el campo de concentración de Meheri-Zebbeus, pasando calamidades. Pero para hacerse las fotos que mandaba a la familia por medio de la Cruz Roja, estaba hecho un pincel. 





Salió del campo para trabajar en el Arsenal de Ferryville. Empezó a hacer los trámites para reclamar a su familia. Pero con la II Guerra Mundial, la rendición de Francia y la invasión de Túnez por los alemanes e italianos, todo se quedó en nada.

José González, con su oficio, se ganaba la vida. Para ayudar a su familia, “mi padre le daba dinero a algún exiliado que lo necesitaba y su familia le daba la misma cantidad a mi madre”.

Por fin, en 1947, la familia pudo reunirse con José. El viaje “fue toda una odisea. Duró 11 días. Llegamos a Málaga con 9 horas de retraso y perdimos el barco hasta Melilla. Tuvimos que esperar varios días hasta que llegó otro barco. En Oujda, que era la frontera del Marruecos español con Argelia, mi padre había pagado al revisor del wagon-lits. Llegamos a Constantine en tren. Después, hasta Túnez capital. Allí fue mi padre a buscarnos. Era de noche”. Por fin, con 14 años, Mª Luisa pudo conocer a su padre.

Mª Luisa sigue recordando: “Mi padre tenía un comercio de marroquinería tunecina. Lo hacíamos todo nosotros. Era todo en cuero y mi hermano decoraba la piel con motivos árabes. Era un trabajo duro, pero vivíamos”.

Cuando en 1957 Túnez proclamó su independencia, la vida se hizo más difícil. Al irse los franceses, ya no había ventas. La familia volvió a España un mes, de prueba. Nadie les molestó así que pensaron rehacer su vida aquí. Pero José tenía 55 años y fue difícil. En los años 60 se ganó la vida haciendo de traductor para los barcos boniteros o langosteros que venían de Bretaña o el País Vasco. Acompañaba a los tripulantes al médico cuando lo necesitaban, les llevaba a hacerse fotos o a comprar víveres. Cuando llegó la democracia, hizo los trámites para reclamar una jubilación de Marina. Pero siempre le vino rechazada: no había sido marino y nunca había tenido contrato, sólo un acuerdo verbal. Era lo que llamaban en la jerga de la época “criado particular”. Los hijos ayudaron a sus padres en su vejez. José García López murió a los 84 años en su tierra con la pena de no haber podido disfrutar de una jubilación después de 11 años de servicios en el Libertad.


Las fotos son del Archivo de la familia de José García López. Agradezco a Mª Luisa García Collado su testimonio y su cariño.






lunes, 6 de noviembre de 2017

Virgilio Botella Pastor, "Entre memorias".

Foto de Virgilio Botella Pastor


Virgilio Botella Pastor nació el 27 de octubre de 1906 en Alcoy. Su familia se trasladó a Madrid donde Virgilio cursó la carrera de Derecho. Vivió y participó en la lucha sostenida por los estudiantes de la FUE contra la dictadura de Primo de Rivera. En 1926 ingresó por oposición en el Cuerpo de Intendencia de la Armada. Durante dos años estuvo en Cartagena como alumno en la Escuela de Intendencia Naval de alférez.  En 1928 ascendió a teniente de Intendencia, embarcando en el cañonero Bonifacio. Alcanzó el grado de capitán dos años más tarde. Durante la República fue sucesivamente Jefe de Administración en el Cuerpo de Intendencia de Marina, trabajó en el gabinete que tenía su padre, Juan Botella Asensi, junto a Álvaro de Albornoz, e ingresó, por concurso, en el Cuerpo de Intervención Civil de la Marina como administrador.

En enero de 1937, Juan Negrín, entonces ministro de Hacienda, le confió una misión en Tánger que cumplió a satisfacción de todos. También fue el representante de la Delegación Española en la Asamblea de la Sociedad de Naciones en Ginebra. Por fin, ya en los últimos meses de la guerra, cuando fue llamado a filas, fue capitán de Intendencia en la Base Naval de Roses.

Caída Barcelona, cruzó la frontera con Francia por Le Perthus el 28 de enero de 1939. El 15 de mayo de 1939 pudo partir a México con su familia. Allí trabajó y empezó a escribir lo que será una saga novelada de la guerra y el exilio.

Cuando se reconstruyeron las instituciones de la República en 1945 en Paris, el presidente del Gobierno, José Giral, lo nombró jefe de los Servicios Administrativos del Gobierno republicano en el exilio. Abandonó México y un buen trabajo para desempañar, durante diez años, la tarea encomendada. En su libro Entre memorias. Las finanzas del Gobierno Republicano español en el exilio (1), da cuenta de su labor y sus vivencias en esos años.

Llegó a Francia a bordo del Athios II desde Nueva York. Al pasar por el estrecho de Gibraltar, Tarifa y las costas andaluzas, muchos recuerdos le vienen a la memoria. Uno es el año que estuvo como “contador de fragata” (teniente de Intendencia de la Armada) a bordo del cañonero Bonifaz. La evocación del año de estuvo en ese cañonero, nos permite, a través de una anécdota, acercarnos a la vida cotidiana de la marinería a bordo de  un buque de la Armada.


El ejercicio de mi función me iba a permitir poner en práctica mis ideas. La primera cuestión de la que me ocupé al embarcar fue la de la comida de la marinería, para mí, la representación del pueblo en el “Bonifaz”. Me enteré, no sin asombro de que, tras el toque de diana, el desayuno que se daba a los marineros, cabos y maestres consistía en llenarles de un café claro, a la americana, el plato hondo de aluminio que les servía de escudilla para el rancho. Eso era todo, no se les daba ni un trozo de pan, y con eso tenían que pasar faenando toda la mañana a bordo hasta la hora del rancho que se solía repartir a las once y media. […]
La cuestión de la comida en los barcos es importante, es la que ha dado lugar en la historia al mayor y más importante número de plantes de las dotaciones de mar. Por ello se rige conforme a normas especiales. El órgano rector en la materia, encargado además de administrar lo asignado por el Estado para el racionamiento era la “Junta de víveres” compuesta por el comandante, el segundo de a bordo y el oficial de intendencia.
El racionamiento se componía de dos partes: el suministro del “seco” y la compra diaria del “fresco”. El primero comprendía todo cuanto podía adquirirse al por mayor y conservarse en los pañoles destinados a ello: arroz, garbanzos, judías, lentejas, patatas, vino, aceite, café, azúcar, etc., y estaba a cargo del 2º contramaestre responsable de la custodia de los víveres.
 El “fresco” lo adquiría directamente a diario en el mercado la “comisión de compra”, compuesta por un cabo y dos marineros, cargos que se renovaban mensualmente mediante elección directa efectuada por la marinería.
En la compra del “fresco” no había nada que hacer, no se podía intervenir. La marinería era autónoma para ello y la gestionaba directamente. Me limité a supervisar para advertir cualquier posible deficiencia. Nunca vi ninguna.  
 Pero en la adquisición del “seco”, mucho más importante sí podía intervenir. […] Podía encargarme yo de ella. […] Requirió trabajo pero fue sencillo. El “Bonifaz” navegaba frecuentemente por las costas andaluzas, Ceuta, Melilla y Tánger. En los puertos francos compré al por mayor harina, café, azúcar y leche condensada. En Málaga, aceite y vino. Y para los demás componentes del seco pedía muestras y precios a tres grandes almacenistas y adjudicaba la operación al que hiciera la oferta más ventajosa.
 Gracias a este sistema los precios del seco en el “libro de víveres” resultaron inferiores a los antes practicados. Ello permitió aumentar y mejorar el suministro diario y al cabo de cierto tiempo tuve la satisfacción de que el café para el desayuno de la marinería se añadieron leche y pan, y que se constituyera, además, un fondo para ranchos extraordinarios en las festividades oficiales".

Después, Virgilio Botella dice: 
"A la vista de las costas andaluzas recordé otras varias experiencias que por ellas adquiriera en el “Bonifacio” en defensa de los intereses del Estado y de la marinería, pero su exposición ocuparía demasiado lugar". 
Y nos deja con la miel en los labios.

Al día siguiente pasan por delante de Alicante, tras la cual distingue la cuesta de la “Carrasqueta” que llevaba a Alcoy, su pueblo natal.  Y explica lo que siente, definición de lo que es el exilio: 
Nueva nube de memorias en tropel, mezcladas con la añoranza de lo perdido, la tristeza de lo por entonces imposible y la esperanza de que en breve no lo fuera. El exilio era eso…”.


1. BOTELLA PASTOR, Virgilio, Entre Memorias, Las finanzas del gobierno republicano en el exilio, Sevilla: Renacimiento, 2002.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Juan Ponte Paseiro: Del Penal de San Fernando a Cartagena, pasando por Sevilla, Cáceres, 32 días de frente, evasión a la zona republicana por Algodor, Madrid, para luego embarcar en el crucero ‘Libertad’

Penal naval militar de la Casería de Ossio



Este largo título corresponde a una parte de los recuerdos de Juan Ponte Paseiro, cabo de artillería telemetrista que en julio de 1936 estaba embarcado en el Canovas del Castillo, surto en el puerto de La Carraca.  Hay pocos relatos de supervivientes de aquellos días de fuego y sangre en San Fernando. Como su título indica, la narración comienza cuando Juan Ponte estaba  encerrado en el Penal de San Fernando donde había ingresado el 23 de julio de 1936. Este es  el relato de cómo vivió esos días aciagos y cómo los recordaba.  

Cuando nos metieron a los del “Cánovas” en el Penal ya había unos 80 civiles, entre ellos estaba el alcalde de San Fernando que era médico y socialista. Los quitaron a todos del Penal y los fusilaron sin juzgar, como a perros rabiosos. Dejaron solo al Alcalde que días más tarde lo fusilarían también, a pesar de que todo San Fernando pedía su liberación porque según ellos era muy bueno con el pueblo".

"En el Penal metían a veces fulanos a empujones como rojos peligrosos, pero que en realidad eran espías falangistas y a los pocos días iban a buscarlos y los esposaban delante de nosotros para hacernos creer que los iban a fusilar y de esa manera se enteraban de todo o parte de lo que se hablaba dentro y se daba el caso de que venían de noche y se llevaban 4 o 5 presos que ya no volvían. Era porque esos espías los habían denunciado y así mataron un montón de ellos. Y gracias a que la hija de la lavandera nos avisó de este asunto y a partir de entonces, cuando metían a algún desconocido, ya lo considerábamos espía y lo aislábamos por completo, sin que se dieran cuenta.
Estuvo preso con nosotros un  muchacho de La Línea que había estado con el Alcalde de su pueblo y nos contó que cuando el cura fue a confesar al Alcalde, éste se negó, diciendo que nada tenía que confesar. […] El cura llevaba un crucifijo de metal en la mano y se lo puso delante de la boca para que lo besara, a lo que el Alcalde se negó. Entonces ese curita llamó a uno de los auxiliares de prisiones para que esposara al Alcalde, y una vez esposado, volvió a insistir que tenía que besar el crucifijo, y al negarse de nuevo, le pegó con el crucifijo en los dientes con tanta fuerza que le rompió el labio y los dientes de delante. Este muchacho nos contó también que al principio del Movimiento, el pueblo de La Línea fue al Alcalde a pedir armas y este se negó, sin duda creía que aquello no era nada. Naturalmente el Alcalde fue fusilado, como lo fueron muchísimos cientos de ciudadanos de La Línea".

"Durante todo el mes de julio, después de haber fusilado a 13 o 14 del “Canovas” nos dejaron tranquilos hasta el mes de septiembre que empezaron las declaraciones. Por lo que me concierne hubo días que entraba en el juzgado a las 8 de la mañana y no salía hasta las 2 de la tarde. […] A principio de septiembre se presentó en el Penal todo el Estado Mayor del Arsenal de la Carraca, acompañados de un pelotón de Infantería de Marina y falangistas en uniforme y nos mandaron formar a todos en el patio de la prisión. Una vez formados el Jefe de Estado Mayor nos dirigió la palabra, diciendo:”El General Queipo de Llano no quiere tener prisioneros y me ordena pregunte a todos vosotros quienes quieren ir al frente a defender España. Los que quieran que den un paso al frente”. De todos los que había en el penal no salió ni uno solo. En vista de que fracasaron en este primer intento, aquel mismo día, a eso de las 12 de la noche y cuando ya estábamos dormidos, sentimos abrir las puertas de las celdas. En la celda donde  me encontraba entraron un teniente de Infantería de Marina, pistola en mano, acompañado de varios soldados y falangistas. Nos hicieron levantar a todos y formar en calzoncillos, nos dijeron que se había escapado un preso, cosa que no era cierta. El Teniente empezó a contarnos, siempre con la pistola en la mano, y de cada cinco quitaba uno. No recuerdo cuántos quitó, pero lo que recuerdo muy bien es que aquellos desgraciados, por el solo hecho de hacer el número cinco fueron ametrallados momentos después. Al día siguiente por la tarde volvieron de nuevo, y esta vez en cuanto preguntaron si había voluntarios para el frente, nos apuntamos todos sin excepción. El Jefe de Celadores de Prisiones me llamó, por ser uno de los Cabos más antiguo del “Canovas” y me entregó dos pliegos de papel y un lápiz para que hiciera la lista de todos aquellos que quisieran confesarse aquella tarde y recibir el Señor al día siguiente de madrugada. Por temor a ser fusilados, todos se apresuraron a apuntarse y no quedaban tranquilos hasta que se cercioraban que estaban en la lista".

"Al día siguiente a las 5 de la mañana tocó la campana para que formáramos para comulgar. El cura con voz sonora nos aconsejaba que el que no estuviera confesado que no comulgara, porque era un grandísimo pecado. Yo, que fui el que hizo la lista, les pregunté a los que comulgaban si apuntaba a los que lo hacían. Como me dijeron que no, no me confesé pero sí fui a comulgar lo mismo, porque daban un bocadillo y una copa de ginebra, y me puse de nuevo a la cola, por lo que me “papé” dos bocadillos y dos copas de ginebra".

 "Aquella tarde hicieron de todos nosotros dos compañías, para salir para el frente al día siguiente. Una vez listas las compañías nos pasaron revista todos los oficiales de las dependencias a las cuales pertenecían los presos y allí quitaron a unos cuantos que ellos consideraban peligrosos, entre ellos Moreno, cabo de Marinería del “Elcano”. Por el “Canovas” nos pasó revista el alférez de Navío Pita da Veiga, Felipe, y cuando llegó a mí, me preguntó cómo me llamaba (le sobraba de saber cómo me llamaba) y cuando le di mi nombre me agarró por la marinera y me quitó de la formación. Pero en ese momento llegó el Teniente de Navío Don Jesús Sánchez Ferragut, que me conocía por haber estado embarcado juntos en el “Jaime” y me preguntó porque estaba allí. Le contesté que no lo sabía, ya que yo no había hecho nada y, sin más palabras, me metió de nuevo en la formación. Con esta acción me salvó la vida ya que todos los que quitaban era para fusilarlos horas más tarde".

 "Una vez terminada la revista en el Penal nos llevaron formados hasta Capitanía General de la Carraca, donde nos pasaron otra revista, pero esta vez fueron los curas que, como había muchos andaluces entre nosotros, han venido los curas de Cádiz y sus alrededores para descubrir aquellos que no iban a misa y que eran malos feligreses. Ellos no los quitaron de la formación, pero se lo decían a los oficiales para que lo hicieran, todo ello por medio de señales consensuadas, con objeto de [que] nosotros no nos diéramos cuenta. Quitaron de la formación 12 o 14 que los llevaron al paredón".

 "A las seis de la tarde de aquel 20 de septiembre de 1936 nos llevaron formados hasta la estación, vino la banda de música de Infantería de Marina a tocarnos unas piezas como despedida y por otra parte la familia de los andaluces, que llorando a grito pelado venían a despedirse de sus hijos, hermanos o amistades. La máquina del tren llevaba una boca muy grande abierta que significaba que nosotros íbamos a comernos vivos a todos los Rojos. Por eso le llamaban la columna de la Boca". […]

"Una vez desembarcados del tren, custodiados por un Tabor de Regulares, nos llevaron formados hasta los pabellones de la Exposición, que estaban todos salpicados de sangre y había un olor a muerto que confundía. Allí estuvimos unos días hasta que salimos para el frente. Llevábamos los fusiles, pero no llevábamos municiones. No éramos gente de confianza, solo nos las dieron cuando llegamos al frente. Estábamos vigilados constantemente por los regulares".

"A primeros de octubre llegamos a Cáceres. Nos llevaron allí única y exclusivamente para que le viéramos las barbas a Millan Astray que nos largó el discurso siguiente:”¡Marineros! ¡Vosotros que habéis asesinado  a vuestros jefes y oficiales, hijos de madres honradas! Yo sé que lo habéis hecho forzados por vuestros compañeros rojos, que son los culpables de toda esta tragedia, pero no tened miedo, que a vosotros nada os pasará. ¡Miradme a los ojos! (debía de hablar en singular ya que no tenía más que uno, el otro era de cristal). ¿Queréis ser legionarios?” y la mayoría respondió “Sí”. “¡Ya veo que sois valientes marineros! ¡Iréis a luchar por España como buenos legionarios! Pero os aseguro que dentro de 15 días no existirá ninguno de vosotros. ¡Moriréis todos!  ¡Pero vuestros nombres quedaran grabados en letras de oro!” Luego, con una pausa, nos dijo: “Si alguno de vosotros tiene miedo a morir que dé un paso al frente”. Yo miré por si salía alguno, pero no salió nadie. A continuación nos hizo cantar la canción del legionario que la mayor parte no sabíamos, pero hacíamos ruido. […] A todo esto eran las tres de la tarde y todos nosotros sin comer, pero con el discurso se nos cortó el apetito".

"De allí salimos en ferrocarril hacia la Sierra de Gredos, Ávila. Una vez en el frente nos dieron las municiones, pero siempre vigilados por los regulares. De la provincia de Ávila nos enviaron a Toledo, a donde llegamos al día siguiente de caer en las manos de franquistas. Aún estaban los muertos tirados en las calles. Decían que los que había allí dentro eran cadetes pero nosotros que fuimos testigos de la gente que salía de allí, sabemos que no es verdad. Cadetes había muy pocos, lo que habían eran muchos guardias civiles y población. Vimos salir una mujer con un niño en los brazos. Había dado a luz allí".

A continuación Juan Ponte relata las atrocidades que presenció en el frente, conforme iban avanzado en territorio conquistado, durante los 32 días que permaneció con los franquistas. Después sigue explicando su proyecto de evasión.

En un pueblo llamado Algodor, los cinco del Cánovas (1) nos pasamos a las fuerzas de la República, las legales de España. Fue una aventura peligrosa pero el que algo quiere algo le cuesta. Gracias al Demonio que lo contamos".

"Decidimos pasarnos a la zona leal. Para ello era necesario atravesar un puente del ferrocarril que atravesaba el Tajo. Tenía entre 40 o 50 metros de alto y como el río pasaba con mucha corriente, estudié bien el asunto y me pareció más fácil pasar por encima del puente para lo cual había que contar con Manso que era el cabo de guardia que había en la cabeza del puente con unos cuantos marineros canarios".

"Creo que era el 19 de octubre de 1939. Yo había estado de guardia hasta la 12 de la noche en una central eléctrica que había en dicho pueblo. Cuando salí de guardia fui en busca de los demás, les propuse el asunto de la evasión, lo que aceptaron sin dificultades y juntos nos dirigimos hacia el puente. Llegados allí, llamé a Manso aparte y le propuse el asunto. La cosa no fue fácil pero al final conseguí convencerle".

"Y con esto nos pusimos manos a la obra. Recuerdo era una noche oscura. No se veía ni a dos metros de distancia. El puente era por donde pasaba el tren y no quedaba espacio para más nada. En cuanto llegamos al centro nos encontramos con un vagón que nos cerraba el paso y para pasar tuvimos que agarrarnos al vagón con el cuerpo descolgado hacia el Tajo. Como ya he dicho, el puente tenía una altura de 40 o 50 metros. Pero, aunque con mucha dificultad, conseguimos pasar el obstáculo".

"Una vez pasado al otro lado del río continuamos andando por el centro de la vía, sin saber a dónde íbamos a parar y cuando llevábamos unos 10 minutos caminando sentimos una voz que decía: ¡Alto, quien vive! ¡Santo y seña! Tanto yo como el resto nos tiramos al suelo en medio de la grava de la vía. Sentimos unos disparos de ametralladora y entonces con la cabeza contra las piedras grité: “¡Somos cinco marinos que nos hemos pasado a vosotros!”. Entonces dejaron de disparar y tardaron unos momentos en hablar.  Al poco rato, nos dijeron de poner el fusil en bandolera y que avanzáramos con las manos en alto y así lo hicimos. Cuando llegamos donde estaban nos quitaron las armas y correajes con las cartucheras llenas de municiones y nos preguntaron por dónde habíamos pasado. Cuando les dijimos que por el puente se echaron las manos a la cabeza y nos dijeron: “Vaya suerte que han tenido ustedes!” Según ellos, el vagón que estaba en el centro del puente estaba cargado de dinamita  y lo habían puesto ellos con objeto de volar el puente pero no funcionó y esa fue nuestra salvación. Pues si llegara a explotar cuando tuvimos que agarrarnos a él para pasar irían nuestros cuerpos a parar a Toledo".

"Al día siguiente nos llevaron en un camión a Madrid y al Ministerio de Marina".

En Madrid, después de una serie de avatares, los cinco amigos se vieron, por fin, camino de Cartagena.

"Salimos en un camión abierto para Alcázar de San Juan, para allí tomar el tren para Cartagena ya que de Madrid no se podía salir por ferrocarril por estar todas las comunicaciones cortadas a excepción de la carreta de Valencia. Cuando llevábamos una hora de camino uno de los señores que iba en el coche le dijo al chofer que parara un momento, alegando que había una señora enferma, cosa que no era cierta. El camión paró y bajó el señor y pistola en mano obligó al chofer a bajarse y le pegó un par de tiros en la cabeza y lo dejamos allí tendido en la cuneta. Nosotros no sabíamos lo que ocurría, hasta que el señor nos lo explicó. El camionero nos quería meter en las líneas franquistas, de las que estábamos a menos de un kilómetro. Menos mal que ese señor se conocía bien el camino y se dio cuenta del asunto, por lo que nos salvó la vida a todos lo que en el camión había.




“Yo iba de jefe del grupo y llevaba los documentos de todos para que los entregara a la Capitanía general de Cartagena. Pero el jefe que cogió los papeles nos dijo que íbamos a formar parte de una compañía de Infantería de Marina que iba a salir para el frente ¡Otro fascista más! No quisimos cumplimentar la orden y nos fuimos para hacer nuestra presentación en el Estado Mayor de la Flota. Nos dirigimos por la calle Mayor hacia el muelle y cuando llegamos al Club Náutico oímos la explosión del torpedo que había tocado al “Miguel de Cervantes”. Ese mismo día nos fuimos al “Libertad” en donde nos quedamos cuatro embarcados. El quinto, Eliseo, marinero leonés, prefirió embarcar en el “Jaime” donde tenía un buen amigo. Aquí se acaba la historia que, como se puede ver, nos jugamos la vida hasta llegar al “Libertad”, por la LIBERTAD.”


(1) Los cinco compañeros que se escaparon juntos fueron Juan Ponte Paseiro, su hermano, Marcelino, Eliseo Fernández Fidalgo, Emilio Veiga Rodríguez y Arturo Manso Camiño.

martes, 18 de julio de 2017

Los cabos que mandaron la escuadra


La 3ª Brigada de la Escuela de Aprendices Marineros. Promoción de 1929.  Buque-escuela Nautilus, en la Bahía de El Ferrol. Archivo familiar José Fernández Navarro


 “Llamada general: _._. / _._.
Llamada urgente: /… /._ / .._.
No hubo un solo barco que dejara de responder al S.O.S de la República.
Así comenzó la historia de (…) los cabos que en pocas horas rescataron un acorazado, tres cruceros, dieciséis destructores, doce submarinos y numerosos torpederos y guardacostas y otros buques auxiliares.
Esta gloria es íntegramente suya. Fue el resultado de la acción improvisada de las dotaciones, dirigidas por sus cabos (…).
Todos los resortes se han roto, todos menos el pueblo al cual pertenecen esos cabos y esos radiotelegrafistas que escuchan en ese preciso instante la voz unánime de España que tiembla en los labios de Benjamón Balboa” (1)

¿Quiénes eran esos cabos que mandaron la escuadra?

En aquella época se ingresaba, tras un examen, en la Escuela de aprendices marineros a los 16 años. La preparación empezaba en el Nautilus que estaba atracado en Ferrol y donde los chavales aprendían lo que era un buque. El toque de diana era a la seis. De siete a nueve fregaban los sollados, la camareta y la cubierta con un ladrillo y arena, descalzos hiciese frío o calor. Desde las nueve hasta la hora de comer daban clase de Aritmética, Geometría, Geografía, Instrucción Militar y marinera y Ordenanzas Militares. Por la tarde, daban clases prácticas de ejercicios militares, navegación en botes de remo o vela y subían al velamen trepando descalzos por las cuerdas embreadas. Después de cenar, tenían una hora de estudio hasta el toque de oración, tras el cual había que armar y colgar los coys para dormir. Cuando recordaban aquella época decían que la vida era grata por las amistades que se forjaban pero muy, muy dura en todo lo demás (2). En aquella época, “daban palizas por cualquier falta. Y no había nada que decir. Bajar la cabeza y aguantar” (3).

 Al año siguiente embarcaban para un viaje de prácticas en el buque-escuela Galatea que terminaba en Canarias. El Galatea era un buque de vela y allí ponían en práctica todo lo que habían aprendido. Al finalizar este viaje, elegían la especialidad que deseaban y entraban en la escuela correspondiente que estaban en buques o, para artillería en Marín, en la Escuela de Artillería. Al finalizar el curso y superar otro examen se convertían  en marineros especialistas de marinería, artillería, radiotelegrafía o electricidad y torpedos. Entonces embarcaban en buques de la Escuadra para efectuar un año más de prácticas. Superado satisfactoriamente este período eran ascendidos a Cabos de sus respectivas especialidades. Cada tres años se les renovaba la continuidad en el servicio –o no- , en función de sus notas en libreta.

La llegada de la República fue recibida con entusiasmo por los cabos. Vislumbraron “la ocasión de satisfacer muchas de sus aspiraciones” (4) profesionales e, indudablemente, por sus orígenes sociales se identificaron con los valores que aportaba. La Republica constituía un factor modernizador y democratizador en la estructura social, que podía romper con la organización elitista que impregnaba la sociedad española y, concretamente, la Armada.

En julio de 1936, los cabos, junto con la marinería, maquinistas y clases, encabezaron la defensa de la República en los buques y bases frente a sus mandos del Cuerpo General que apoyaron – salvo honrosas y poquísimas excepciones- el intento de golpe de militar en julio de 1936.


Los equipos técnicos y los conocimientos de las tripulaciones, necesarios para el manejo de un moderno buque de guerra, se mantuvieron, y su eficiencia fue mejorando con el tiempo” (…) y “si tenemos en cuenta sus defectos, sus contradicciones y las enormes dificultades a las que tuvo que enfrentarse, la actuación de la marina republicana fue, en conjunto, digna” (5)

En la foto vemos un grupo de estos futuros “cabos de la República”, la 3ª Brigada de la Escuela de Aprendices Marineros. Pertenecen a la Promoción de 1929.  Están en el Buque-escuela Nautilus, en la Bahía de El Ferrol.

¿Qué fue de esos chavales unos años después? Todos habían nacido en torno a 1913. Hemos podido reconstruir la historia de alguno de ellos. 












Manuel Franco Alegre está sentado en primera fila, a la izquierda. Era de Ferrol y cabo de artillería apuntador en el Cervera en julio de 1936. Fue juzgado en Ferrol por rebelión con resultado de sentencia a 10 años de prisión.



En la segunda fila, el primero a la derecha es Francisco Calleja Lozano, nacido en Pontevedra. Cabo de artillería en julio de 1936. Fue promovido auxiliar alumno de artillería en 1937. Se exilió a México. Falleció allí.



En la segunda fila, el segundo por la izquierda es Amable Lago Delgado, gallego. En julio de 1936 era cabo de artillería en el Libertad. Participó de forma activa en la toma del buque para la República. Fue promocionado auxiliar alumno de artillería en 1937. Se exilió a Túnez con la Escuadra. Fue internado en el campo de concentración de Meheri Zebbeus y luego fue mandado a la 7ª Compañía de castigo en el desierto de Gabès, al Sur de Túnez. En junio de 1940 fue enviado a los campo de trabajos forzados en Argelia, en la construcción del Transahariano donde padeció gastigos como el “tombeau”. Terminada la 2º guerra mundial, se quedó a vivir en Casablanca, donde se casó. Volvió a España en 1978.



El primero empezando por la izquierda es Gerardo Picallo, natural de Neda. Cabo de artillería, en julio de 1936 estaba destinado en el Cervera. Juzgado en Ferrol por rebelión en la causa 34/36 fue condenado a muerte y ejecutado a los 23 años en el arsenal del Ferrol,  el 5 septiembre de 1936.



 José Fernández Navarro es el cuarto de la tercera fila, empezando por la izquierda. Este alicantino, era cabo de artillería a bordo del Lepanto en julio de 1936. Participó en la toma de buque para la República. En 1937 fue promocionado auxiliar alumno de artillería.  Aprobó el primer curso abreviado de la Escuela Naval Popular, obteniendo el empleo de alférez de navío y posteriormente fue ascendido a teniente de navío. Fue director de tiro de artillería del destructor Jorge Juan, Gravina y Escaño.  Salió con la Escuadra hasta Bizerta, Túnez. Fue internado en el campo de concentración de Meheri Zebbeus. Abandonó Túnez en julio de 1939 reclamado por un familiar que vivía en Francia. En marzo 1943, fue detenido por los alemanes en Marsella y mandado a un Campo de Trabajo Obligatorio en Austria. Escapó de este campo en diciembre de 1943 y en enero de 1944 se unió a la Resistencia en el departamento del Var. Se incorporó a las fuerzas aliadas como Combatiente Voluntario en octubre de 1944 en Marsella. Integrado en una unidad móvil americana llegó hasta el Nido de águila de Hitler, Dachau y Berlin. Vivió exiliado en Francia. Falleció en España.




 El primero de la cuarta fila a la derecha es Luís Meca Martínez. Cabo de artillería en julio de 1936. Se encontraba a bordo del Libertad como auxiliar alumno de artillería apuntador en el combate de Cabo Palos que la madrugada del 6 de marzo de 1938 terminó con el hundimiento del buque franquista Baleares. Marchó el 5 de marzo de 1939 con la escuadra hasta Túnez. Volvió a España en el Marqués de Comillas con Salvador Moreno un mes más tarde. No hay más información
Al lado suyo, a su izquierda,  está Cándido Flores González. Había nacido en Garrucha, Almería, en 1912. Estuvo embarcado en el Juan Sebastián de Elcano  y en el submarino C-4. En julio de 1936 era cabo de marinería en el Sánchez Barcáiztegui. Fue promovido auxiliar alumno naval en 1937. Salió de España con la flota hasta Túnez. En 1943 era requerido públicamente por un juez militar de Cartagena como tripulante del destructor Sánchez Barcáiztegui” por estar procesado en la causa 403/1940. Fue declarado en rebeldía. Tuvo también una causa abierta en el Tribunal Especial de Represión de la Masonería y el Comunismo. Desde Túnez marchó a Francia. Vivió exiliado en Francia, en el Rousillon.




El último de esa 4º fila, es José JUÁREZ PÉREZ. Era de Denia, Alicante. En julio de 1936 era cabo de artillería apuntador destinado al Lepanto. Participó en la toma de buque para la República. Fue promovido auxiliar alumno de artillería en febrero de 1937. En octubre de ese año fue nombrado cifrador y fue destinado a la Jefatura de la Defensa Móvil Marítima de Cataluña. Fue habilitado Oficial 1º y  nombrado cifrador del Gabinete de Cifra del E.M. de la Marina. Vivió exiliado en Francia.




Justo asomando por encima de la cabeza de Juárez, está José FERNÁNDEZ SERRANO. Natural de A Coruña. Era cabo de artillería telemetrista de segunda en el Cervera en julio de 1936. Como todos los supervivientes de ese buque sufrió consejo de guerra en Ferrol el 25 de Junio de 1938. Fue condenado a 10 años de prisión, conmutados a 6 años y un día en 1940.



El primero por la izquierda de la última fila está  Emilio PARGA GÓMEZ, nacido en A Coruña. Era cabo de artillería en julio de 1936. Promovido auxiliar alumno de artillería estuvo destinado al Libertad. Salió de Cartagena con la Flota el 5 de marzo de 1939 hasta Bizerta, Túnez. Fue internado en el campo de concentración de Meheri-Zebbeus. Tenía causa abierta en Ferrol por deserción. Fue declarado en rebeldía.  Vivió el exilio en Casablanca, donde falleció dos días antes de poder instalarse definitivamente en España.





(1) BENAVIDES, Manuel D. “La Escuadra la mandan los cabos”, México, DF: Roca, 1976, pp.75-76.
(2) Recuerdos de José Oliveira Avendaño, Alfredo Marti Vallès y José Fernández Navarro en sus memorias.
(3) Alfredo Martí Valles. Entrevista noviembre 2005
(4) Martínez Leal, Juan República y Guerra Civil en Cartagena, Cartagena: Ayuntamiento, Murcia: Universidad, 1993, p. 160.
(5) FRANK, Willard C., “¿Un peso muerto o una fuerza Frustrada? Las dificultades estratégicas de la marina republicana durante la guerra civil, 1936-1939” en Revista de Historia Naval, Nº 105.  2009. pp. 7 – 38.

Fuentes:
Archivo General de la Marina Álvaro de Bazán.
Centro Documental de la Memoria Histórica
Hemeroteca de Cartagena
Gaceta de la República
Archivos de José Fernández Navarro.
Archivos de Manuel Pederiro


jueves, 22 de junio de 2017

Boletín Oficial de Tetuán



Apenas seis meses después del comienzo de la guerra, el Boletín Oficial (franquista), en una edición para Tetuán, daba cuenta de una lista de 57 maquinistas de la Armada que quedaban separados del servicio, ”sin derecho a retiro, a viudedad, pensiones ni emolumentos de ninguna clase, uso de uniforme, cartera militar o cualquier ventaja” que les pudiera corresponder. 

En realidad, este amarillento BOE –obsérvese que figura “AÑO II” en la cabecera indicando que se trata del 2º año de la sublevación militar- retoma exactamente lo expuesto en el de Burgos con fecha de 31 de enero de 1937.

Cabía preguntarse qué fue de estos hombres de convicciones republicanas o que, al menos, se encontraban físicamente en zona republicana. De estos 57 marinos, he podido recabar información de 53 personas. De entre ellos, 6 fallecieron en campaña, durante el conflicto.

Al final de la guerra, uno fue fusilado en Cartagena, Benito Sacaluga Rodríguez; otro fue paseado, Juan Pantín Fernández, y un tercero,  Miguel Morey Iglesias, falleció en la cárcel de Chinchilla después de ser condenado a 20 años de reclusión. Diecinueve marcharon al exilio. Esto es, el 43% del grupo de los que llegaron vivos al final de la guerra. Los demás sufrieron consejos de guerra con distinta suerte.


MAQUINISTAS SEPARADOS DEL SERVICIO

Comandantes maquinistas
1.     Benito Sacaluga Rodríguez. Causa 4/1939. Fusilado el 29/04/1939
2.     Miguel Morey Iglesias. Consejo de Guerra. 20 años. Murió en la prisión de Chinchilla 1940 *

Capitanes Maquinistas
3.     Ramón López Rodríguez. Consejo de Guerra, condena 3 años.  
4.     Celso Pérez Fuentes. Consejo de Guerra, condena 20 años.
5.     Juan Manzanera Gabarrón. Consejo de Guerra, separado y retirado*
6.     Julián Sarabia Vera. Exilio. Condenado en rebeldía por masón,20 años.
7.     Tomás Acción Golpe. Exilio Argelia y Casablanca.
8.     Juan Pantín Fernández. Paseado el 31/12/1938.
9.     Blas Contreras Martínez. Consejo de Guerra, condena 20 años
10. Santiago López Jiménez. Exilio México. Causa abierta en Cartagena.

Tenientes Maquinistas
11.       Vicente Arregui Fernández. Condena de 6 años en Cádiz.
12.       Ricardo de Castro Calvelo. Exilio México.

Primero Maquinistas
13.       Juan Martínez Cobacho. Separado. Condenado por masón a 12 años en 1945.
14.       Alicio Vázquez Hinojosa. Fallecido en acción de guerra el 31/08/1936.
15.       Bartolomé Gisbert Quetglas. Consejo Guerra. Condena 12 años.
16.       Manuel Rey López. Exilio Túnez.


Segundos Maquinistas
17.       Francisco Navas Ruiz. Exilio México. Condenado en rebeldía por masón a 12 años.
18.       Tomás Díaz Martínez. Retirado del servicio en 1942*
19.       Eusebio Fernández Vázquez. Fallecido en el C-5.
20.       Alfonso García Martínez. Exilio México. Encausado por el TERMC**
21.       Pedro García Bazán, Exilio. Condenado en rebeldía por masón a 20 años en 1942.
22.       Manuel Gutiérrez Pérez. Exilio Venezuela. Encausado por el TERMC**
23.       Juan Barros Prieto. Exilio Chile.
24.       Pascual Soto Pérez, Consejo Guerra, cadena perpetua.
25.       Francisco Rosas Reus. Sufrió expediente informativo. Siguió carrera*
26.       Luis Sánchez Torres. Exilio Brasil. Encausado por el TERMC**.
27.       Ricardo García Torralba. Consejo de Guerra, 12 años*
28.       Rafael Sánchez Carmona. Consejo de Guerra. Fue absuelto. Siguió carrera*
29.       Ginés Hernández García. Consejo Guerra, condena a 20 años.
30.     Gerardo Elisechea García. Exilo Túnez.
31.       José Sastre Gabarrón. Fallecido en el hundimiento del C-3 el 12/12/1936.
32.       Santiago Valderas Ribes, Consejo Guerra, cadena perpetua.
33.       Guillermo Martínez López. Fallecido en campaña en 1936.
34.       Celestino Ros Martínez. Consejo de Guerra, condena 6 años *
35.       Baudilio Sanmartin García. Exilio Francia.
36.       Santiago Eiras González. Consejo de Guerra, condena seis meses y un día *

Terceros Maquinistas
37.       José Garcia Ballester. Consejo de Guerra, 1 año. Retirado*
38.       Luis Malde Fontela. Consejo de Guerra, condena 6 años.
39.       Juan Salas Balanza, Consejo de Guerra, condena 17 años
40.       Antonio Rey Puebla. Exilio a República Dominicana y Panamá
41.       Arsenio Pérez Fuentes. Causa 392/39, 6 años y un día. Retirado *
42.       Luis Calvo Alonso. Retirado 1940. Reingresa Cuerpo Subofic. 1945*
43.       Mario Montenegro Vieytes. Fallecido en el C-3 el 12/12/1936
44.       Manuel Martínez Cobacho. Causa 708/39. Separación del servicio *
45.       Julio Lizano Otin. Exilio Casablanca.
46.       Antonio Díaz Paadin. Exilio Túnez.
47.       Juan Baamonde López, fallecido en el hundimiento del C-3 el 12/12/1936.
48.       Eugenio Rodriguez Sierra. Exilio URSS
49.       Ángel Guevara de la Rosa. Exilio Túnez y Francia. Encausado en rebeldía por el TERMC**
50.       Manuel Couce Pita. Retirado 1945*
51.       Francisco Suarez Sanjurjo. Causa en Ferrol con resultado sobreseimiento. Rehabilitado

Retirados por la Ley de 1.931
Maquinistas Mayores (antigua Organización)
52.       Francisco Rivero Gutiérrez. Sin información.

Primero Maquinistas (antigua organización)
53.       Pastor Fernández Ramos. Sin información.
54.       José Lago Rodríguez. Sin información.
55.       Abelardo González Pallares. Sin información.

Segundos Maquinistas (antigua organización)
56.       Alfonso Játiva García, exilio Colombia. Panamá
57.       Juan Tenrreiro Rodríguez. Consejo de Guerra en Ferrol, condena a 12 años.

Burgos, 25 de enero de 1937. Firmado: El General Jefe, Germán, Gil Yuste.

* Vega Blasco, Antonio de la, El cuerpo de maquinistas de la Armada Española: (1850-1950). Madrid: Ministerio de Defensa, 2009.
** Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo. 

Fuentes:
BOE 1937/02/25, pág. 03 - Suplemento Tetuán
VEGA BLASCO, Antonio de la, El Cuerpo de Maquinistas de la Armada (1850-1950), Madrid: Ministerio de Defensa, 2009.
Blog de Benito Sacaluga,
https://benitosacalugarodriguez.blogspot.com.es/