viernes, 7 de octubre de 2016

José Rosique Solano, en el ejército británico



José Rosique Solana (arcivo familiar Rosique Solana) 


Hoy, hablaremos de un joven marinero que terminó en Gran Bretaña, enrolado en el ejército británico. También nos asomaremos de puntillas a otro aspecto del exilio normalmente olvidado, lo que supuso este exilio para las compañeras que se quedaron, las “esposas de los rojos”. 

José Rosique Solano nació en La Aljorra, Cartagena, el 8 de diciembre de 1916. Provenía de una familia humilde de 7 hermanos que vivía del campo. En el censo provincial de 1924 José tiene 8 años y se precisa que trabaja como pastor, junto con su hermano mayor de 13 años.

Cuando le toca hacer el servicio militar, en 1936, lo hace por su turno de reemplazo en Marina. Es destinado al destructor Gravina, donde será marinero cocinero. En octubre de 1938, con 22 años, se casa con Carmen Martínez Moreno. Viven en la calle San Fernando de Cartagena. Un día de 1939, tras el último bombardeo sobre Cartagena, Carmen al volver a casa, se encuentra la puerta de su casa tiroteada. José no está. Aterrorizada se fue andando a la casa de sus padres en La Aljorra. Durante tres años, no supo qué le había ocurrido a su marido. Ese día, el 5 de marzo de 1939, José Rosique Solana había salido rumbo al exilio a bordo del Graviña.

Al llegar a Bizerta, el comandante del destructor, Ruiz de Ahumada, confeccionó una lista de toda la tripulación con anotaciones sobre sus ideologías para entregarla a las autoridades franquistas. A José Rosique le puso el calificativo de “rojo” (1). 

Como todos los marinos que llegaron a Túnez, José fue internado  en el campo de concentración de Meheri Zebbeus. Unos meses más tarde, encuadrado en una Compañía de trabajo, fue mandado a Kasserine donde los marinos hicieron de hortelanos para transformar un gran secarral en una granja agrícola.  El trabajo era duro. Al principio dormían en tiendas, ya que no había nada. Lo primero que tuvieron que hacer fue construir casas. Se les advirtió que no tendrían sueldo hasta ver cuál era su comportamiento. Luego, cuando demostraron que no eran unos maleantes, les pagaban siete francos, lo cual es un salario muy inferior al normal (2). También es cierto que con el tiempo gozaron allí de una semi libertad que les permitía ir a la ciudad de Kasserine sin escoltas ni guardias. Años más tarde, a José le gustaba, como a todos sus compañeros, contar a su familia anécdotas graciosas, en vez de las penalidades o humillaciones. Por ejemplo, de Kasserine recordaba que tenía un camello que le seguía a todas partes, como si fuera un perro, al que llamaba Kasini.
José Rosique Solano,  en el ejército británico
(archivo familiar Rosique Solana)

 Pasó por varias vicisitudes, sobre todo cuando Francia firmó el armisticio. Entonces Túnez quedó bajo la jurisdicción de la Francia colaboracionista de Vichy y los alemanes e italianos ocuparon Túnez. Los republicanos españoles quedaron sin ninguna protección, sobreviviendo como pudieron.

Después del desembarco en el norte de África de las fuerzas aliadas, en noviembre de 1942, los americanos y británicos fueron reclutando voluntarios para incorporar a sus fuerzas. Así es cómo José Rosique se alistó en el ejército británico en Argel en junio de 1943. Exactamente, se alista en Los Pioneer Corps en la Compañía 363, con el número 13809955, como soldado raso. No fue el único marino que se alistó con los ingleses en diferentes cuerpos: los auxiliares alumnos de artillería Jerónimo Bouza Vila y Alfredo Martí, el fogonero Ángel Cobelos, los auxiliares alumnos de radio Eduardo Alcobilla Fernández y Ángel López Cinza o el auxiliar segundo de radio Juan Vicens Adrover. Sobre algunos de ellos volveremos en otra ocasión.

José Rosique Solano marchó al Reino Unido y siguió enrolado durante la IIª Guerra Mundial en posiciones de retaguardia.  

Tres años después de salir de España había podido mandar una postal a una hermana de su mujer preguntándole por su “prima Carmen”. Así supieron que estaba vivo y en África. Siguieron manteniendo alguna correspondencia hasta que un día “llamaron a Carmen desde la Comisaria de Cartagena donde acudió atemorizada. El Comisario le enseño un montón de correspondencia de su marido, cogida con chinchetas en un tablero. Había sido intervenida, el Comisario cogió las cartas una por una y las rompió delante de ella, diciéndole: ‘¡¡mira lo que hacemos con los traidores!!’ Ella no pudo más que llorar pero la dejaron marchar a casa. (3)

Carmen, para sobrevivir, estuvo trabajando en un restaurante, cerca del Ayuntamiento, llamado “Casa Pepe” y, ahorrando peseta a peseta, pudo hacerse un pasaporte que tardó más de un año en recibir. Un día, siete años después de la marcha de José, se enteró de que había en el puerto de Cartagena un barco cargado con naranjas cuyo destino era Londres. Sin pensarlo, cogió una pequeña maleta y se plantó ante el patrón del barco para que la dejase subir. Así lo hizo y, a los ocho días, por fin se reencontró con su marido, impresionante con su uniforme inglés, según recordaba. Cruzaron un Londres en ruinas hasta llegar al pisito donde le esperaba una sorpresa: una maleta repleta de raciones de chocolate Cadbury´s que José le había ido guardando.

José Rosique Solano fue desmovilizado en 1947 y pasó a la reserva con la calificación de “conducta ejemplar, trabajador cualificado y experto en la construcción, enérgico, abstemio y sobrio a la vez que totalmente de confianza”. Trabajó en la fábrica de bombillas Osram de Londres hasta que se instalaron en Derby, donde nacieron sus dos hijas. Volvieron a España tras 22 años de exilio.


(1)  Así empezó todo, Ruiz Sierra, p.214
(2) Recuerdos de Alfredo Martí en conversación de septiembre de 2005.
 (3) Testimonio aportado por sus hijas Mary e Isabel en julio de 2010.

Fotos del archivo familiar de Mary e Isabel Rosique


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