domingo, 4 de diciembre de 2022

FRANCISCO POZA OLIVES, ASESINADO EN ARGELIA

Francisco Poza Olives cuando era marinero (foto del libro de Mercadal Bagur, 1983.


    

Francisco Poza Olives, aunque nacido fortuitamente en Valencia en 1912, era menorquín, como su madre y todos sus hermanos.

Francisco ingresó en la Escuela de Aprendices Marineros de la Armada en Marín, lo que solía hacerse a los 16 años. Probablemente, tras aprender el “oficio” en el “Nautilus” y en el buque-Escuela “Galatea”, estudió en la Escuela de Artillería del Polígono de Tiro Naval “Janer”, en Marín, y ya como marinero especialista de Artillería, tras un año de prácticas, sería ascendido a cabo de Artillería.


El crucero Miguel de Cervantes (foto facilitada por Francisco Díaz)


Cuando los golpistas se sublevaron contra la República, Francisco Poza Olives era cabo de Artillería en el crucero “Miguel de Cervantes”. Este buque estaban en Ferrol el 18 de julio de 1936 y salió hacia el sur, pero frente a las costas de Portugal, ante la actitud ambigua de la oficialidad las dotaciones lo tomaron para ponerlo al servicio de la República. Francisco Poza Olives tomó parte activa en esta acción y fue miembro del Comité del barco. En 1937 fue promovido auxiliar alumno de Artillería (suboficial).

El 5 de marzo de 1939 salió de Cartagena con la Flota que, tras titubeos y rechazos en Argelia, terminó en Túnez, desembarcando en Bizerta. Como todos los marinos de la escuadra republicana fue internado en el campo de concentración de Meheri-Zebbeus. En octubre de 1939, Francisco fue mandado, junto con casi 300 “indeseables”, al campo de castigo en el desierto de Gabès, en el sur de Túnez, para construir una vía de ferrocarril en pleno desierto a pico y pala. Eran los más recalcitrantes, los más difíciles de someter.

Poco después de la firma del Armisticio entre Francia y Alemania, las autoridades francesas se los llevaron a otro campo de castigo y trabajo en Argelia, à Khenchela, a una región montañosa y boscosa en los montes del Aurès donde debían construir una carretera a través del bosque, cortando árboles y construyendo puentes de piedra que traían a cuestas del monte. Vivían aislados en unas chozas de tablones mal encajados. En varias ocasiones se rebelaron, hicieron hasta una huelga cuando dejaron de subirles suministro y fueron ganando pequeñas parcelas de dignidad. Consecuencia de estas “batallas”, varios fueron mandados a la cárcel de Constantine y sufrieron juicios y condenas. Ver el caso, por ejemplo de Enrique Chantada (enlace enlace http://exiliomarinosrepublicanos.blogspot.com/2022/11/enrique-chantada-martinez-un-duro.html).

Un día, dieron orden de levantar el campamento, los metieron en vagones para ganado y durante tres días fueron hacia el sur. Aún no lo sabían, pero iban al infierno, al desierto del Sahara, a trabajar en una obra faraónica, la de la construcción del Transahariano. Ellos iban, en principio, destinados a las minas de Kenadsa. Pero antes de llegar, cerca de Colomb-Béchar, sacaron de los vagones a una treintena de marinos. Entre ellos, a Francisco Poza. Eran los que las autoridades francesas de Pétain consideraban los cabecillas de las reivindicaciones contra las condiciones y la represión que sufrían, los que no se doblegaban fácilmente.

El primitivo fortín de Hadjerat M'Guil (foto del libro de Santiago, Lucio y otros, 1981)

Sin más explicaciones, ni juicios o motivos fueron llevados a un siniestro lugar, Hadjerad M’Guil. Este campo había sido concebido como campo de “aislamiento y disciplina” cuando se estructuró la organización de los Grupos de Trabajadores Extranjeros en los territorios del Sur donde debían trabajar como esclavos La descripción de este campo necesitaría un capítulo largo. En la parte disciplinaria se ejercía la tortura de manera habitual, los apaleamientos eran continuos, el sadismo sobrepasaba la imaginación y fueron perpetrados al menos doce crímenes, entre ellos cinco españoles: Francisco Poza Olives, Francisco Loredo Ruiz, Nicolás Jaraba del Castillo Antonio Moreno Ruiz y José Álvarez.

Francisco Pozas era apaleado muy a menudo por uno de los cabos de vara del campo, antiguo legionario alemán, Riepp, sin motivo, porque le tenía manía. Un día, exasperado por los golpes y las humillaciones que padecía continuamente, Francisco se tiró encima de Riepp y con un trozo de cuchilla le rajó la cara. Fue tal el estupor ante un acto tan inesperado que nadie reaccionó y Francisco Poza salió corriendo, buscando huir. La caballería de soldados marroquíes, los “goumiers”, bajo mando de un oficial francés salió en su búsqueda y lo trajeron a rastras, malherido, ensangrentado, irreconocible. En las oficinas de los jefes donde lo llevaron, la paliza fue tal que el suelo quedó cubierto de sangre. Durante varios días, tirado en tierra, estuvo agonizando, recibiendo palizas y golpes de bayoneta de los “goumiers” hasta que murió el 10 de mayo de 1942 con 25 años, solo, en medio de un desierto inhóspito, que no era ni su tierra ni un país con el que hubiese estado en guerra.

Victoria Fernández Díaz


Bibliografía

GAIDA, Peter. (2014). Les camps de Vichy en Afrique française du Nord. London: Amazon.

GOLSKI. (1945). Un Buchenwald français sous le règne du Maréchal. París: Fanlac

MERCADAL BAGUR, Deseado. (1983). Yo estuve en Kenadza: Nueve años de exilio. Mahón: Autoedición.

MUÑOZ CONGOST, José. (1989). Por tierras de moros: el exilio español en el Magreb. Móstoles: Ediciones Madre Tierra.

SANTIAGO, Lucio, LLORIS, Gerónimo y BARRERA, Rafael. (1981). Internamiento y resistencia de los Republicanos españoles en África del Norte durante la segunda guerra Mundial. Sant Cugat del Vallès (Barcelona): autoedición.

SUEIRO, Daniel. (1983). La flota es roja. Papel clave del radiotelegrafista Benjamín Balboa en julio de 1936. Barcelona: Argos-Vergara.