En el campo de concentración de Meheri Zebbeus
los marinos se organizaron en 19 compañías. El jefe francés del campo se llamaba
Girard.
Hubo intentos de fugas pero los fugitivos eran
rápidamente alcanzados: eran los únicos europeos en varios kilómetros a la
redonda y ofrecían una recompensa para quienes los señalasen a las autoridades.
Al ser devueltos al campo, eran encerrados en los calabozos –una casa
habilitada al efecto– atados con cadenas, condenados a pan y agua, sin paja ni
manta durante 30 días o más.
A finales de marzo, el almirante franquista
Salvador Moreno llegó a Bizerta al frente de varios barcos para recoger los buques
de la Escuadra que las autoridades francesas se apresuraron a devolver a la
España franquista tras las gestiones del mariscal Pétain, embajador de Francia
en Madrid. Con este motivo, en el campo de Meheri Zebbeus, anunciaron la
llegada de un telegrama concediendo una amplia amnistía. Se dio lectura pública en todas las compañías
del llamamiento para que volvieran a España, donde no tenían nada que temer los
que no tuvieran “las manos manchadas de
sangre”. Esto revolucionó el campo. Igual que muchos quedaron en Cartagena
porque no consideraban haber cometido ningún delito, en el campo de
concentración muchos pensaron lo mismo. Hay discusiones y se hacen
cábalas. Dos mil dos cientos ochenta y
cinco marinos decidieron regresar. La cifra parece importante pero, en
realidad, si se compara con las cifras de repatriaciones del Ejército de Tierra
que pasa a Francia en febrero de 1939, proporcionalmente los marinos que
vuelven es incluso un poco inferior. Cierto es que su situación en Túnez estaba
llena de incertidumbres y probablemente tenían ganas de creer en esa clemencia
que les prometían. El auxiliar alumno de electricidad, Francisco Díaz Bueno describió
la situación en que se encontraban : “Éramos
una especie de prisioneros de Francia, perdidos en un páramo, mal comidos, mal
dormidos, sin brújula ni nadie que nos hablase ni poco ni mucho de nuestro porvenir
en su aspecto más humano”.
La mayoría de los que volvieron tuvieron que
sufrir el engaño, ensañamiento y revanchismo propios de la postguerra del
régimen franquista (ver, por ejemplo, el caso de Guillermo Campoy Zapata).
En el campo quedaron 1850 hombres. El jefe
francés del campo, Girard, es sustituido por un capitán de la Guardia
Republicana, François Loison. Mandó quitar las ametralladoras e instalar
duchas. Una mejora, sin duda.
El 5 de abril distribuyeron jabón por primera
vez. Un día, repartieron medio kilo de pan blanco a cada uno. Una fiesta. Era,
al parecer, un regalo de los ex combatientes franceses de Sfax. Mientras que las
autoridades coloniales francesas mantuvieron una actitud desconfiada ante la
llegada de los marinos republicanos, éstos
fueron recibidos, en cambio, con entusiasmo por una parte de la población que
se solidarizó con ellos y con la causa republicana. Se constituyó un Comité de Tunisie du Rassemblement Populaire
que les recibió con entusiasmo en Ferryville y a lo largo de la ruta hacia
Meheri Zebbeus. Los marinos recordaban “el
magnífico y cariñoso comportamiento de la población civil, que a nuestro paso
(…) nos lanzaban comida, bebidas, ropas y otros objetos de utilidad por las
ventanillas, y echándonos besos con las manos gritaban “Viva los marinos de la
República española”. Varias organizaciones como el Comité International de Coordination et d’Information pour l’Aide à l’Espagne Républicaine, el Secours Populaire de Tunisie, el
sindicato comunista CGT, la SFIO (Partido
Socialista Unificado), el Parti
Communiste Tunisien mandaron víveres y medicamentos para aliviar en lo
posible la situación de los refugiados percibida como denigrante. La CGT lamentaba
en un comunicado que los poderes públicos persistieran en considerar a los “camaradas republicanos como condenados de
derecho común”. Una declaración de organizaciones democráticas tunecinas en
las que participaron, entre otros, la Liga de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano o la Federación de los Combatientes Republicanos, denunciaba haber
constatado “con estupor y tristeza el
régimen inhumano al que son sometidos los refugiados españoles (…) que con 40º
grados de temperatura media viven (…) en condiciones lamentables. Desprovistos
de zapatos, van con los pies desnudos por la arena abrasadora y (…) el agua les
es distribuida parcamente sólo cuatro horas al día”.
Fuentes: Centre des Archives
diplomatiques de Nantes (CADN). Fonds de la Résidence française en Tunisie.
1º versement.
Articles 2186-2187.
Testimonios: marinos Daniel Díaz Roldán, Manuel Pedreiro Pita, José
Fernández Navarro, Francisco Díaz Bueno.
Bibliografía: ALEYA SGHAIER,
Amira, “Les réfugiés espagnols républicains en Tunisie en 1939” in Le mouvement social n°181, 4/1997, p.
31-52 ; FERNÁNDEZ DÍAZ Victoria, El Exilio de los marinos
republicanos, Valencia: Universitat de València, 2009; GAFSI, Abdelhakîm,
“La situación de los refugiados españoles en Túnez entre el 4 de febrero de
1939 y el 18 de julio de 1940, según unos documentos de archivos del Gobierno
tunecino” in Almenara, vol. 10,
Madrid 1976-1977, p. 94 y ss;; SANTIAGO Lucio y otros, Internamiento y resistencia de los Republicanos españoles en África del
Norte durante la segunda guerra Mundial, Sant Cugat del Vallès (Barcelona):
autoedición, 1981; YAZIDI, Bechir, El
exilio republicano en Túnez, Ferrol: Editorial Embora, 2008.
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