Guardianes en Meheri Zebbeus. (Foto: Archivo familiar Ramón Casas Guitart, marinero de 2ª en el Jaime I. |
El mes
de abril de 1939 se estira en el campo de Meheri Zebbeus, sin perspectivas ni
salidas a la situación de los marinos. Tratan de pasar el tiempo: dan clases de
francés, de electricidad y de mecánica; organizan batallas de escorpiones; hacen
un llamamiento en el campamento para
reunir todos los libros traídos de los buques y montar una biblioteca.
Poco a
poco reciben noticias de España desde Oran o Gibraltar. Hablan de fusilamientos
y represalias. Empiezan también a recibir carta de las familias. La mujer de uno
de ellos le dice: “No mandes más muñecas
para las nenas porque todas han llegado rotas”. No tienen hijas, ni su
marido ha mandado muñecas, por supuesto. Es un aviso: las muñecas rotas son los
marinos ejecutados. Efectivamente, en Cartagena se desató una represión brutal y sistemática en la
Marina.
En mayo
se abre una posibilidad de salir del campo de concentración de Meheri Zebbeus,
haciendo de hortelanos. Se trata de montar una granja agrícola en terreno
baldío, cerca de la ciudad de Kasserine, a unos 300 km de Túnez capital, hacia
el interior del país. Deberán trabajar sin contrato ni sueldo hasta “ver lo que cada uno da de sí”. Allí
marcharán en torno a 200 marinos.
En
septiembre Francia entra en guerra y necesita mano de obra urgente. Como en
Francia, en el Protectorado de Túnez formaron Compañías de Trabajadores con los
españoles. En el campo de concentración
de Meheri Zebbeus todos son enrolados, a la fuerza y bajo escolta, al servicio
del Estado francés. Unos 50
especialistas son mandados al arsenal de Ferryville. Otros deben marchar al monte
Chambi, cerca de Kasserine, para hacer de leñadores, durante un invierno frio y
nevado. Otro grupo de 120
aproximadamente es mandado a Ghardimaou para ensanchar y arreglar una
carretera, la “route nº6”, a pico y
pala durante 10 horas de trabajo diario. Unos cuantos son mandados a trabajar
como mineros en las minas de lignito en Cap Bon, al extremo este del país. Son enviados
a cualquier sitio donde necesiten mano de obra gratuita: para limpiar cuadras
llenas de chinches, para desenterrar una antigua presa a pico y pala, de peones
para construir casas, de braceros en casas de colonos franceses.
Todos
trabajan en condiciones muy duras: están alojados en tiendas de campaña del
Ejército francés de África, los marabouts,
por grupos de 10 ó 12 cuando estaban pensadas para seis soldados. Por colchones
tienen el suelo que cubren con ramas, haga frio o calor. Trabajan “por un plato de sopa con grasa y algunos
huesos de camellos”. Muchos van descalzos.
Pero,
con todo, los que peor lo pasaron fueron los del “grupo de Gabès”. En
septiembre de 1939, en el campo de Meheri Zebbeus las autoridades seleccionaron
unos 270 ó 290 marinos. Son los “indeseables” o sea los rebeldes, los
protestones, los indomables, los comunistas, los anarquistas. Este grupo forma
la 7.ª Compañía de Trabajadores Extranjeros, anexionada al 1er Batallón de
Infantería Ligera, conocido por ser un batallón disciplinario compuesto por
personas que han cometido delitos o faltas graves en la vida civil o en el
Ejército. Son los temidos batallones africanos de castigo.
“[Nos
llevaron] al sur de Túnez, al desierto de
Gabès en tren como borregos, custodiados por senegaleses que no nos dejaban ni
asomarnos al exterior, hasta la ciudad de Gabès, y de allí, como no había más
vías de ferrocarril, nos embarcaron en camiones hasta el desierto de Gabès […]
lo pasamos muy mal. Aquello era un verdadero infierno”.
Prácticamente
en diciembre de 1939 no queda nadie en Meheri Zebbeus y el campo cierra. Ya
todos los marinos están “colocados”. Para coordinar y servir de enlace entre
los “obreros” y las autoridades francesas en Túnez se abre en la capital un “Service Central des Travailleurs Espagnols”,
que los españoles llaman la Casa de España. Al frente se encuentra el capitán
de fragata Julián Sánchez de Erostarbe, ex-jefe del Estado Mayor Central de la
Armada, que ha venido desde Francia donde había marchado al exilio.
El capitán de corbeta, Julián Sánchez Erostarbe |
En junio
de 1940, la firma del armisticio entre Francia y Alemania constituye un nuevo giro
en la situación de los refugiados españoles. Otros campos, otros avatares
esperan aún a los marinos republicanos.
Fuentes: Centre des Archives
diplomatiques de Nantes (CADN). Fonds de la résidence française en Tunisie.
1º versement.
Articles 2186-2187. Testimonios: marinos Manuel Pedreiro Pita, Juan Ponte Paseiro, Rafael
Dasí Navarro, Felipe Noguerol Otero,
José Fernández Navarro. Bibliografía: ALEYA SGHAIER,
Amira, “Les réfugiés espagnols républicains en Tunisie en 1939” in Le mouvement social n°181, 4/1997, p.
31-52 ; Alpert, Michael, La guerra
civil española en el mar, Madrid, Siglo XXI, 1987; EGEA BRUNO, Pedro María,
La represión franquista en Cartagena
(1939-1945), Cartagena: P.M. Egea, Novograf, 1987; FERNÁNDEZ DÍAZ
Victoria, El Exilio de los marinos republicanos, Valencia: Universitat de
València, 2009; GAFSI, Abdelhakîm, “La situación de los refugiados españoles
en Túnez entre el 4 de febrero de 1939 y el 18 de julio de 1940, según unos
documentos de archivos del Gobierno tunecino” in Almenara, vol. 10, Madrid 1976-1977, p. 94; SANTIAGO Lucio y otros, Internamiento y resistencia de los Republicanos españoles en África del
Norte durante la segunda guerra Mundial, Sant Cugat del Vallès (Barcelona):
autoedición, 1981; YAZIDI, Bechir, El
exilio republicano en Túnez, Ferrol: Editorial Embora, 2008
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