Gerardo Rico López. Ficha personal. http://marinavasca.eu |
Cuando Gerardo Rico López vio el Winnipeg, de casco “barrigón,
negro y brillante, como una enorme ballena” (1), atracado en el puerto
fluvial de Pouillac, junto al muelle de Trompeloup, respiró sin duda aliviado.
No era un sueño, había realmente un barco de nombre alado que lo iba a sacar
del infierno. Acababa de llegar, con otros 25 compañeros, marinos de la Armada,
desde el campo de concentración de Meheri Zebbeus para partir a Chile. Ellos, que
estaban confinados a orillas del desierto, los olvidados de todos, habían sido
“reclamados” para ir al país andino. Las autoridades militares francesas les
habían dado los permisos y, con el tiempo justo, partieron hasta Marsella y
desde allí, en tren, hasta Burdeos. Ahora, para que la dicha fuera completa, Gerardo
tenía que encontrar a su hermano, Fernando. Hacía meses que no se veían.
Fernando Rico López, que había sido cabo de marinería en el Jaime I,
fue destinado a las flotillas de Cataluña y había salido de España en
enero o febrero de 1939, con la Retirada. Había sido internado en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer y luego en Le Bacarès.
En los muelles de Trompeloup, una riada de gente se cruzaba,
se buscaba, se abrazaba, se reencontraba.
La operación Winnipeg había sido un empeño personal de Pablo
Neruda. Con el apoyo del nuevo presidente de Chile, Pedro Aguirre Cerda, el
poeta, a pesar de dificultades que parecían insalvables, organizó la salida de
poco menos de 2.500 personas, salvándoles de los campos de concentración, de la
II Guerra Mundial que se avecinaba, de la angustia y el desamparo. La voluntad
de Pablo Neruda era llevarse a refugiados de todos los campos de Francia y su
territorio y, efectivamente, ¡hasta se acordaron de Meheri-Zebbeus! Otro empeño
del poeta era que se pudieran reunir las familias dispersas por Francia y el
norte de África. Y así fue, se pudieron reunir esposos, los hijos con sus
padres o hermanos dispersos por Francia, Argelia y Túnez.
Winnipeg. https://es.wikipedia.org/wiki/Winnipeg |
Gerardo Rico López había nacido en Neda en 1911 y arrastraba tras de sí un largo periplo. En julio de 1936, en el
momento del golpe militar, era cabo de artillería en Ferrol y estaba a bordo
del acorazado España, en dique seco. Quedó con las fuerzas sublevadas. Fue
destinado al bou artillado Virgen del
Carmen. Una noche de diciembre, en una salida de rutina, los cabos de
artillería José Seoane Cortés y Francisco López Rico, junto al marinero José
Santiago Pérez, decidieron aprovechar la oportunidad para hacerse con el barco
y pasarse a la República. El cabo de artillería Gerardo Rico López y otro marinero,
apellidado Gil, se adhirieron a la iniciativa. Echaron una manta por encima al
comandante, lo ataron con cuerdas y llevaron el bou a Bilbao.
Gerardo siguió en el Virgen del Carmen que pasó a llamarse Donostia y formó parte de las Fuerzas
Navales de Euskadi. Más tarde, en agosto de 1938, participó en lo que se llamó
«la odisea del José Luis Díez», formando parte de la tripulación de marinos
voluntarios, de confianza y buenos profesionales que, por dos veces, intentaron
pasar el estrecho de Gibraltar. De vuelta a Cartagena, en marzo de 1939, salió
hacia hacia Bizerta, en Túnez, y fue internado en el campo de Meheri Zebbeus.
Por
fin, en Trompeloup, Gerardo se reencontró con su hermano Fernando. No fueron
los únicos.
Vicente Pita Armada. Archivo Hixinio Puentes. |
El marinero Vicente Pita Armada, se reunió también con sus hermanos, José y
Manuel, que estaban en Argelia, en el campo de concentración de Boghari. Quedaban
lejos los días en que los tres habían huido de Cariño, en el bacaladero Arkale, a los pocos días del golpe. Los otros tres hermanos que se quedaron
fueron fusilados.
El
4 de agosto de 1939, por fin, el Winnipeg
zarpó con destino a Valparaíso, dejando atrás una Europa aún en paz. A los once
días de una travesía tranquila hubo una pequeña escala para reabastecimiento en
Pointe-à-Pitre, en la isla de Guadalupe. Cuatro días después llegaron al puerto
de Colón, al lado del canal de Panamá que cruzaron, enfilando ya por el
Pacífico hacia Chile. Durante la travesía nacieron dos niñas y falleció un
bebé.
El
Winnipeg llegó a Valparaíso el 2 de
septiembre de 1939 al anochecer y muchos pasaron la noche en cubierta, esperando
desembarcar en su nueva tierra de acogida. En Europa, ya había empezado la II
Guerra Mundial. A la mañana siguiente, el recibimiento fue entusiasta y caluroso.
Poco a poco, con el pasaje, fueron bajando los otros marinos de la armada
republicana que llegaban del desierto de Túnez. Eran los marineros Manuel
Allegue García y Manuel López Álvarez, el oficial naval de la Reserva Francisco
Álvarez Suárez, el capitán maquinista Juan Barros Prieto, el auxiliar naval
Aurelio Cabezón Freire, el auxiliar de máquinas José Feal Galego, el marinero
Francisco González Regueira, el buzo Pascual Iniesta, los marineros Antonio
López Dopico y Tomás Martínez González, el maquinista Enrique Méndez García, el
marinero Alejandro Otero Pantín, el auxiliar alumno electricista Eduardo Otero
Ruíz, los marineros Francisco Palmeiro Chao y Ramón Pereiro Cores, el auxiliar
de electricidad Juan Pérez García, los marineros Gumersindo Regueiros Pazos y Jesús
Rico Domínguez, el auxiliar alumno de artillería José Roca Segarra, el auxiliar
alumno electricista José Roca Sande, el auxiliar alumno de artillería Antonio
Soto Herrera y los marineros Enrique Varela Pérez y Manuel Veiga Gómez. Muchos se acomodaron
en Chile hasta su fallecimiento. Para algunos, aún hubo más exilios, más
avatares que seguiremos contando
1. tal
y como lo recordaba la joven Monserrat
Julió (Gálvez, J. 2014, Winnipeg: Testimonios de un exilio. Sevilla: Renacimiento, p. 99).
Para saber más:
Ferrer Mir, Jaime (1989). Los españoles del Winnipeg. El
barco de la esperanza. Santiago de Chile: Ediciones Cal Sogas.
Gálvez, Julio (2014). Winnipeg: Testimonios de un exilio.
Sevilla: Renacimiento.
Puentes, Hixinio (2013). Winnipeg, Vigo: Xerais de
Galicia.
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