viernes, 29 de julio de 2016

BIZERTA

En los muelles hacia el campo de Meheri Zebbeus (foto archivo José Fernández Navarro)


Para casi 4000 marinos de la Flota Republicana española el exilio empezó en Bizerta.  En la mañana del 7 de marzo de 1939 once buques fondearon en su rada. Para poder entrar, las autoridades francesas exigieron la entrega y el desarme total. Inmediatamente se quitaron los cerrojos de los cañones, se trincaron las direcciones de tiro, se llevaron a los pañoles los fusiles, las municiones, las ametralladoras. Se cerraron con llave que custodió el mando francés. También dieron la orden de entregar las pistolas. Según testimonios de muchos marinos prefirieron tirarlas al mar.


A las dos de la tarde, les permiten cruzar el canal hasta el lago de Bizerta. Allí, uno a uno, sin arriar las banderas republicanas, fueron entrando el Miguel de Cervantes, el Libertad, el Méndez Núñez y ocho destructores el Valdés, el Lepanto, el Gravina, el Antequera, el Miranda, el Escaño, el Jorge Juan y el Ulloa. El submarino C-4 llegaría al día siguiente.

Las autoridades francesas les permitieron empezar a bajar de los buques el día 12. Lo hicieron en varias tandas a lo largo del mes de marzo. Los reunían con sus petates o maletas en el Arsenal. Muchos de los civiles que desembarcaron no llevaban nada. Según consignan los documentos de la época, entraron en el exilio con las manos vacías. Desde el arsenal todos eran dirigidos a la estación de tren, bajo la atenta mirada de los militares y policías franceses. 


Próxima estación: el campo de concentración de Meheri Zebbeus. 
  


Victoria Fernández Díaz