martes, 24 de abril de 2018

GERARDO RICO LÓPEZ, a Chile en el Winnipeg



Gerardo Rico López. Ficha personal. http://marinavasca.eu



Cuando Gerardo Rico López vio el Winnipeg, de casco “barrigón, negro y brillante, como una enorme ballena” (1), atracado en el puerto fluvial de Pouillac, junto al muelle de Trompeloup, respiró sin duda aliviado. No era un sueño, había realmente un barco de nombre alado que lo iba a sacar del infierno. Acababa de llegar, con otros 25 compañeros, marinos de la Armada, desde el campo de concentración de Meheri Zebbeus para partir a Chile. Ellos, que estaban confinados a orillas del desierto, los olvidados de todos, habían sido “reclamados” para ir al país andino. Las autoridades militares francesas les habían dado los permisos y, con el tiempo justo, partieron hasta Marsella y desde allí, en tren, hasta Burdeos. Ahora, para que la dicha fuera completa, Gerardo tenía que encontrar a su hermano, Fernando. Hacía meses que no se veían. Fernando Rico López, que había sido cabo de marinería en el Jaime I,  fue destinado a las flotillas de Cataluña y había salido de España en enero o febrero de 1939, con la Retirada. Había sido internado en el campo de Argelès-sur-Mer y luego en Le Bacarès.

En los muelles de Trompeloup, una riada de gente se cruzaba, se buscaba, se abrazaba, se reencontraba.

La operación Winnipeg había sido un empeño personal de Pablo Neruda. Con el apoyo del nuevo presidente de Chile, Pedro Aguirre Cerda, el poeta, a pesar de dificultades que parecían insalvables, organizó la salida de poco menos de 2.500 personas, salvándoles de los campos de concentración, de la II Guerra Mundial que se avecinaba, de la angustia y el desamparo. La voluntad de Pablo Neruda era llevarse a refugiados de todos los campos de Francia y su territorio y, efectivamente, ¡hasta se acordaron de Meheri Zebbeus! Otro empeño del poeta era que se pudieran reunir las familias dispersas por Francia y el norte de África. Y así fue, se pudieron reunir esposos, los hijos con sus padres o hermanos dispersos por Francia, Argelia y Túnez.


Winnipeg. https://es.wikipedia.org/wiki/Winnipeg

Gerardo Rico López había nacido en Neda y arrastraba tras de sí un largo periplo. En julio de 1936, en el momento del golpe militar, era cabo de artillería en Ferrol y estaba a bordo del acorazado España, en dique seco.  Quedó con las fuerzas sublevadas. Fue destinado al bou artillado Virgen del Carmen. Una noche de diciembre, en una salida de rutina, los cabos de artillería José Seoane Cortés y Francisco López Rico, junto al marinero José Santiago Pérez, decidieron aprovechar la oportunidad para hacerse con el barco y pasarse a la República. El cabo de artillería Gerardo Rico López y otro marinero, apellidado Gil, se adhirieron a la iniciativa. Echaron una manta por encima al comandante, lo ataron con cuerdas y llevaron el bou a Bilbao.

Gerardo siguió en el Virgen del Carmen que pasó a llamarse Donostia y formó parte de las Fuerzas Navales de Euskadi. Más tarde, en agosto de 1938, participó en lo que se llamó «la odisea del José Luis Díez», formando parte de la tripulación de marinos voluntarios, de confianza y buenos profesionales que, por dos veces, intentaron pasar el estrecho de Gibraltar. De vuelta a Cartagena, en marzo de 1939, salió hacia hacia Bizerta, en Túnez, y fue internado en el campo de Meheri Zebbeus. 

Por fin, en Trompeloup, Gerardo se reencontró con su hermano Fernando. No fueron los únicos.


Vicente Pita Armada. Archivo Hixinio Puentes.


El marinero Vicente Pita Armada, se  reunió también con sus hermanos, José y Manuel, que estaban en Argelia, en el campo de concentración de Boghari. Quedaban lejos los días en que los tres habían huido de Cariño, en el bacaladero Arkale, a los pocos días del golpe. Los otros tres hermanos que se quedaron fueron fusilados. 

El 4 de agosto de 1939, por fin, el Winnipeg zarpó con destino a Valparaíso, dejando atrás una Europa aún en paz. A los once días de una travesía tranquila hubo una pequeña escala para reabastecimiento en Pointe-à-Pitre, en la isla de Guadalupe. Cuatro días después llegaron al puerto de Colón, al lado del canal de Panamá que cruzaron, enfilando ya por el Pacífico hacia Chile. Durante la travesía nacieron dos niñas y falleció un bebé.

El Winnipeg llegó a Valparaíso el 2 de septiembre de 1939 al anochecer y muchos pasaron la noche en cubierta, esperando desembarcar en su nueva tierra de acogida. En Europa, ya había empezado la II Guerra Mundial. A la mañana siguiente, el recibimiento fue entusiasta y caluroso. 

Poco a poco, con el pasaje, fueron bajando los otros marinos de la armada republicana que llegaban del desierto de Túnez. Eran los marineros Manuel Allegue García y Manuel López Álvarez, el oficial naval de la Reserva Francisco Álvarez Suárez, el capitán maquinista Juan Barros Prieto, el auxiliar naval Aurelio Cabezón, el auxiliar de máquinas José Feal Galego, el marinero Francisco González Regueira, el buzo Pascual Iniesta, los marineros Antonio López Dopico y Tomás Martínez González, el maquinista Enrique Méndez García, el marinero Alejandro Otero Pantín, el auxiliar alumno electricista Eduardo Otero Ruíz, los marineros Francisco Palmeiro Chao y Ramón Pereiro Cores, el auxiliar de electricidad Juan Pérez García, los marineros Gumersindo Regueiros y Jesús Rico Domínguez, el auxiliar alumno de artillería José Roca Segarra, el auxiliar alumno electricista José Roca Sande, el auxiliar alumno de artillería Antonio Soto y los marineros Enrique Varela y Manuel Veiga Gómez. Muchos se acomodaron en Chile hasta su fallecimiento. Para algunos, aún hubo más exilios, más avatares que seguiremos contando


1. tal y como lo recordaba la joven  Monserrat Julió (Gálvez, J. 2014, Winnipeg: Testimonios de un exilio. Sevilla: Renacimiento, p. 99).


Para saber más:
Ferrer Mir, Jaime (1989). Los españoles del Winnipeg. El barco de la esperanza. Santiago  de Chile: Ediciones Cal Sogas.
Gálvez, Julio (2014). Winnipeg: Testimonios de un exilio. Sevilla: Renacimiento.
Puentes, Hixinio (2013). Winnipeg, Vigo: Xerais de Galicia.




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